Pestañas

28 mayo, 2012

Sobre «Los funerales de la Mamá Grande»

Relatos publicados en 1962
Transitando esta astenia lectora que me atenaza fui a dar en la librería de casa con un pequeño volumen que no recordaba haber comprado. Una primera edición (febrero, 1980) de «Los funerales de la Mamá Grande», publicado por Editorial Bruguera en su colección Libro amigo, todavía con la etiqueta del precio en una moneda que ya no existe (P.V.P. 150 Ptas.). Pensé que debía leerlo,   primero como una forma de devolverlo a la vida de nuevo y segundo como el mejor homenaje posible (es una frase hecha pero no deja de ser verdad) a su autor -el bueno de Gabo- que este mismo año ha cumplido 85 primaveras. Un hito muy celebrado públicamente pero probablemente olvidado con una rapidez proporcional a la intensidad y emotividad de su celebración. Basta ver aquí a Carmen Balcells, la agente literaria de García Márquez, reconocer que no se imagina su vida sin Gabo.

Pero no fui yo sino Ana (doble homenaje) la primera en leer a esta Mamá Grande recuperada, que su autor dedica extrañamente -al menos para mí- "Al cocodrilo sagrado". Publicado en 1962, «en todos estos cuentos, el inolvidable creador de Cien años de soledad retorna a esa especie de submundo tropical que es Macondo». Esa es la impresión que uno tiene nada más leer la primera línea: «El tren salió del trepidante corredor de rocas bermejas, penetró en las plantaciones de banano, simétricas e interminables, y el aire se hizo húmedo y no se volvió a sentir la brisa del mar». Y a partir de aquí todo es García Márquez, la deliciosa narración de pequeñas historias de una enorme intimidad e intensidad al mismo tiempo, algunas de ellas más atractivas para mí que Los funerales de la Mamá Grande, el cuento que cierra e volumen y da título al conjunto. Por ejemplo la historia de Dámaso y Ana en En este pueblo no hay ladrones, o del constructor de jaulas en La prodigiosa tarde de Baltazar.

Ahora el pequeño librito de Gabo necesita otra vez reposo después de que sus páginas amarillentas se hayan abierto y despegado, quién sabe si por el calor y la humedad de Macondo, la fatiga de sus personajes o simplemente -después de 32 años- por el último roce de sus lectores. Pero también escondía otras sorpresas, dos restos del pasado: un antiguo billete de cartón amarillo de RENFE (El Escorial - Nuevos Ministerios) con fecha 14 NOV 82, y un pedacito de papel cuadriculado escrito en lápiz por mí: «EXTRATERRITORIAL Georges Steiner Ed. Barral». Puedo imaginar el porqué del billete de tren pero mucho menos del papelito que, como he curioseado después, hace referencia a un volumen de ensayos sobre literatura y revolución linguística. Los libros son sin duda esas 'cajas negras' que igual que dan pistas sobre sus lectores ocultan también multitud de secretos.

Algunas frases que subrayé mientras leía:

- «Tenía la serenidad escrupulosa de la gente acostumbrada a la pobreza».

- «Tenía una barba de dos semanas, un cabello corto, duro y parado como las crines de un mulo, y una expresión general de muchacho asustado».

- «Toda la bondad, los extravíos y los padecimientos del pueblo penetraron hasta su corazón cuando tragó la primera bocanada de aquel aire que era una humedad azul llena de gallos».

21 mayo, 2012

La trampa de leer «84, Charing Cross Road»



Igual que es necesario comer para vivir, así necesito yo leer para sentirme vivo. Sin embargo hay ocasiones en que uno, sin saber por qué, pierde un poco el apetito y lo que otras veces gozaba con una buena comida ahora le cuesta incluso sentarse a la mesa. Algo parecido me ha sucedido a mí, que las complicaciones de la vida cotidiana me han tenido apartado de los libros y distraido de la lectura.

Dicho todo lo cual, el último bocado que me llevé a la boca fue la lectura de «84, Charing Cross Road», (traducción de Javier Calzada para Anagrama) la novela de la norteamericana Helene Hanff (1918-1997), que resultó ser un libro con trampa. Aunque recomendado por varios lados, no conocía nada de su argumento ni de su autora, y por eso hablo de trampa entre comillas, porque no sabía las circunstancias de cómo fue escrito ni publicado, algo que sólo al final descubre el lector inadvertido como yo en el Post Scriptum incluido en el texto. Comienza el libro con una breve carta escrita en Nueva York en octubre de 1949, y lo que me pareció un recurso para el inicio se convierte en la estructura de toda la novela (si se puede llamar así), una sucesión de cartas cruzadas durante 20 años entre la autora y varios de los personajes que trabajan en Marks & CO., una librería de Londres donde Helen Hanff encarga los libros que no puede conseguir en otro lugar.

84, Charing Cross Road (Londres)
La relación epistolar tiene como protagonista principal, además de a la autora, a Frank Doel, encargado de Marks & Co., que se desvive por atender las peticiones de Hannf a pesar del tono que emplea en sus cartas, que pasa del respeto a la ironía y a un lenguaje desabrido por su propia espontaneidad, creándose entre ellos una especial complicidad. A lo largo de tantos años, entre ambos y algunos otros empleados de la librería se crean unos lazos de amistad forjados en la distancia a través del amor por los libros y por el deseo de que Helene Hanff viaje finalmente a Londres.

No diré que quedé decepcionado al saber que el libro es el resultado de una historia y una correspondencia real, pero como siempre ocurre cuando alguien pone demasiadas expectativas en algo es fácil sentirse defraudado. Creo que eso fue lo que me sucedió con la lectura de «84, Charing Cross Road». Así supe después que fue el libro que dió a conocer a su autora y que tuvo su versión cinematográfica en 1987 -al decir de algunos una de esas películas que supera al libro en el que se basa- protagonizada por Anthony Hopkins en el papel de Frank Doel y Anne Bancroft como Helene Hanff (en español titulada La carta final) y que fue llevada también al teatro, en el caso de España por Isabel Coixet hace algunos años.



La propia Helene Hanff no escapa a la sorpresa: "He pasado veinte años escribiendo piezas teatrales que nadie ha querido producir nunca, y he aquí que, en el momento en que estoy a punto de retirarme, alguien crea de pronto un espectáculo a partir de una correspondencia que inicié hace ahora treinta años". 

A la salida del estreno de la película en 1987, un periodista de la revista Newsweek declaró: "84, Charing Cross Road es uno de esos libros de culto que los amigos se prestan unos a otros y que transforman a sus lectores en otros tantos miembros de una misma sociedad secreta".

P.D.- Mis últimas lecturas han sido de obras publicadas por Anagrama en su colección Panorama de narrativas, pero he de decir en mi descargo que toda relación con la editorial es pura coincidencia. 

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