Creo que debo empezar con algunas consideraciones: la primera, personal y circunstancial, es que «Freedom» o «Libertad» ha sido para mí el último libro leído en Nueva York, la ciudad donde he vivido los tres últimos años de mi vida, y que ahora cambio de nuevo por Madrid. La segunda, que ya había escrito sobre la novela de Franzen en esta misma Palabra Infinita en una entrada titulada 'Freedom o el libro papagayo de Jonathan Franzen', eso sí, bajo una óptica distinta a la puramente literaria. Y la tercera y última, más orientada a lo que ahora nos trae en definitiva, es más bien una sentencia: "Yo soy un lector, no un crítico literario", o dicho lo mismo en inglés, que parece que queda mejor, "I'm a reader not a literary critic".
Digo esto último porque no es mi papel -me gustaría decir que no hago reseñas- y porque me parece de un atrevimiento descomunal enjuiciar «Libertad» de Jonathan Franzen (Ediciones Salamandra. Madrid, 2011) después de leer a los que ya lo han hecho de una forma tan brillante. Qué decir de una novela que el director de The New York Times Book Review ya calificaba en la primera línea de su crítica como "obra maestra de la ficción americana", como refleja Antonio Lozano en su artículo de La Vanguardia -Jonathan Franzen: Construcción de un fenómeno-. Y mucho menos después de leer en Twitter lo que alguien (podría decir el nombre del usuario pero creo que no aporta nada sustancial) reflexionaba sobre su lectura de la última novela de Franzen: "Leer Libertad obliga a pensar sobre las servidumbres que esclavizan al occidental contemporáneo en plena crisis de valores".
Por eso, y aunque no me gusta demasiado el corta y pega, seguro que es más valioso que lo que yo pueda aportar lo que ya han dicho sobre el autor y de la novela. Por ejemplo, Alex Star, editor jefe del suplemento literario de The New York Times, dice de Libertad: “Con ella Franzen intentaba hacerlo todo a la vez: crear una obra ambiciosa intelectualmente, que emocionara profundamente, que abarcara algunas de las cuestiones más acuciantes de la sociedad americana de hoy, que fuera sofisticada… [...] Otros, en cambio, escriben obras muy emocionantes pero no exploran la sociedad y los tiempos que corren. Alguien que empieza por titular su libro Libertad ya anuncia la medida de su reto, que en su caso implicaba en buena medida retratar cómo Estados Unidos se ha visto a sí misma desde el 11-S.”
También es interesante lo que cuenta Lorin Stein, editor de The Paris Review: “Yo diría que sus personajes, especialmente en Libertad, están dotados de una realidad que los desmarca de la mayoría de los que encontramos en el resto de novelas. Uno los recuerda como si fueran gente a la que hubiera conocido. Creo que cada vez teme menos cometer errores, no le asusta escribir de manera poco artística o plana y, así, cubrir grandes extensiones de terreno narrativo con celeridad. Escribe con una sólida convicción –un sentido de lo que significa la historia que tiene entre manos–, que resulta muy infrecuente hoy en día, en particular en novelistas de su capacidad intelectual”.
Lo que puedo añadir por mi parte es que he disfrutado leyendo las 667 páginas de Libertad. Que tardé un poco en entrar en los entresijos de la historia pero que, efectivamente, los personajes, para mí especialmente Patty, -a los que el autor va dedicando distintas partes del relato- tienen un imán y una atracción especial. Al respecto explica Franzen en una entrevista muy interesante en el diario argentino La Nación: "En ausencia de la invención, la autobiografía más profunda no es posible. Y sin embargo, no sé por qué, la gente necesita pensar en la ficción como autobiografía disfrazada. Tal vez todo venga de un prejuicio muy protestante: que la ficción es mentira". Que si hace un retrato de la sociedad americana en particular no lo sé exactamente, pero que la historia atrapa, sí. Que si es un alegato ecologista sobre el cuidado de determinada especie de ave, tampoco estoy seguro. Que si hasta esta novela no se había visto nada igual -y por eso se puede hablar de obra maestra de la ficción americana-, no puedo decirlo.
Que es una novela que mueve, conmueve y que merece la pena leer, diré que sí como lector, que es lo que a mí más me interesa. Que tampoco hace falta que sea corriendo (a lo que nos empuja la maquinaria del marketing y los suplementos literarios como los citados más arriba) también. Será seguro un libro que envejecerá bien y cualquier momento será el adecuado para leerlo.
P.D.- Como me comprometí aquí mismo, he comenzado ya a leer algunos de los relatos de Raymond Carver.