Pestañas

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21 noviembre, 2011

La poesía de Antonio Colinas en «Desiertos de la luz»

Comenzaré esta entrada tomando prestadas las palabras con las que empieza también Ignacio Sanz una reseña que he leído hace pocos días en La Tormenta en un Vaso: «La poesía es un género escurridizo que a veces se escapa entre las manos cuando tratamos de analizarlo». Y es que no hay mejor definición para la poesía que la de género escurridizo, al menos en el sentido de que para mí ha sido un terreno poco transitado aunque añorado al mismo tiempo, sabiendo que me estaba perdiendo algo importante. Con esa mala conciencia hice el propósito de leer poesía.

El propósito era antiguo, pero más firme desde que me topé hace ya tres años precisamente con un poema de Antonio Colinas, Morada de la luz. Tanto me gusto que lo transcribí en una entrada en el blog que puedes leer aquí. E igual que antes comprábamos un LP (Long Play) de nuestro cantante o grupo favorito después de que nos hubiera gustado mucho el single, así tenía yo ganas de hacerme con este «Desiertos de la luz» (Tusquets Editores, Marginales. 2008), de AntonioColinas (La Bañeza, León. 1946). Y con la misma sensación que entonces, he descubierto que esa canción que ya conocía era lo mejor de todo el disco, en este caso del poemario. Dividido en dos partes, Cuaderno de la vida y Cuaderno de la luz, me gustó más esta última, aunque en ambas encontré motivos suficientes para poder decir que ha sido un encuentro más que satisfactorio. Pero como siempre -lo mejor, sin duda-, es dedicar un tiempo -pequeño- a leer este pequeño libro de poesía.

Para poner el cierre a esta entrada, pido de nuevo prestadas las palabras, esta vez a Antonio Munoz Molina, que esta misma semana tambien definía la poesía a su manera, muy bella por cierto, en una de las entradas de su blog Escrito en un instante

«La poesía es un telescopio para acercar lo que está lejísimos, un periscopio invertido para descender a lo que está oculto, un microscopio para distinguir lo invisible a simple vista, una lente de precisión para hacer nítido lo que era vago y confuso». 

P.D.- Y, ahora, cambio de registro radical para leer «Libertad», de Jonathan Franzen, "el acontecimiento literario del año". Ya veremos, y ya lo contaremos. 

13 junio, 2011

«Ventanas de Manhattan», una ciudad con vistas

«Ventanas de Manhattan» (Seix Barral, 2004), de Antonio Muñoz Molina (@amunozmolina), un libro que no es de ficción, nos presenta una ciudad absolutamente real envuelta sin embargo por los mismos mimbres que utiliza la ficción para crear una auténtica obra literaria.

Lo más especial de esta lectura ha sido la emoción de reconocer lugares, situaciones y personajes de  la ciudad en la que ahora vivo, confirmando y saboreando muchas de las sustancias que Muñoz Molina ha extraído del ADN de Manhattan. Por ejemplo, el continuo rumor de la ciudad,  las dificultades con el idioma,  los contrastes tan marcados, los malos modales de los funcionarios de Inmigración, el cielo limpio tan semejante al de Madrid, las cucarachas grandes y rubias, la indiferencia de vecinos y ocupantes de ascensor, los mercadillos de la calle o las basuras ocupando las aceras. También el relato directo del 11 de septiembre de 2001, el Barrio Chino, los museos y clubes de jazz o el paso de las estaciones en Central Park.

En la forma en que está escrito el relato, pareciera que Muñoz Molina -además de escritor- adoptara un oficio distinto mezcla de muchos otros: pintor, cartógrafo, entomólogo, geógrafo, explorador urbano, psicólogo, fotógrafo y cirujano que es capaz de dibujar, trazar, reproducir, diseccionar y recomponer, clasificar y analizar paisajes, monumentos, edificios, sucesos, personajes y seres humanos que pueblan el principal barrio de Nueva York para, después, verter al papel el resultado de toda esa cuidada investigación. Y no precisamente en forma de guía turística o ni siquiera de un buen reportaje periodístico sino en un género de no ficción-literaria -si es que tal cosa existe- donde, además, el escritor se convierte en un protagonista más del relato y de la propia ciudad.

Cómo trabaja y con qué herramientas, nos los cuenta el propio autor: "Vivo, aunque sólo sea transitoriamente, como un literato antiguo de provincias, como un cesante o un funcionario absentista que se sienta a media mañana en el café, adonde traigo conmigo los instrumentos livianos de mi oficio, las pocas cosas elementales que necesito, un cuaderno y un rotulador, y nada más".

Antonio Muñoz Molina
El escritor recorre la ciudad andando, zarandeado por la lluvia o sobrecogido por el viento helado que dobla las esquinas y ruge furioso por las calles: "La caminata es una forma de conocimiento y una manera de vivir, un ejercicio permanente de aproximación y lejanía". Además, la mirada de Muñoz Molina es hasta tal punto certera que uno -cuando vive aquí- se ve reconocido en muchas situaciones: "Hay días en los que resulta grato ser un forastero en estas calles, tan liviano de identidad como de equipaje, y otros días de lluvia contumaz y vengativa en los que uno siente sobre sí, igual que la humedad que le sube por la espalda, todo el peso de la extrañeza, el tamaño de esta ciudad ahora en blanco y negro en la que no es nadie y el del país ajeno al que no pertenecerá nunca".

Es un libro que he leído con verdadero deleite, con el placer del ánimo que inevitablemente se siente al redescubrir Manhattan desde Manhattan, con el añadido de la maravillosa prosa de Muñoz Molina. Un libro que gustará más a los que ya conocen bien la ciudad pero también a aquellos que quieran conocer por primera vez un Manhattan distinto al repetido tantas veces por el cine y las series de televisión.

  • Otras frases que subrayé mientras leía:

- "Miro y escribo. Me gustaría que la mano avanzara sola y automática para que los ojos no se apartaran ni un segundo del espectáculo que alimenta la inteligencia y la escritura".

- "En Nueva York el trásito de la belleza a la desolación sucede siempre expeditivamente, como si el principal universal de máxima eficiencia hubiera aconsejado la supresión de gradaciones intermedias".

- "El arte enseña a mirar: a mirar el arte y a mirar con ojos más atentos el mundo".

- "Así quisiera yo retratar sobre el papel de este cuaderno la cara de alguien con quien acabo de cruzarme o un tono de color en el cielo, pero escribir es una carrera contra el tiempo en la que uno siempre queda rezagado y acaba vencido".

- "Estar viendo y no mirar es un arte supremo en esta ciudad que desafía tan incesantemente a la mirada".

30 mayo, 2011

El pulmón para respirar la literatura

La poesía llega por sorpresa
Ya he confesado en alguna ocasión (Morada de luz) en este mismo cuaderno digital que la poesía ha encontrado un espacio mínimo en mis lecturas, y cuando digo mínimo me refiero a insignificante. Pero lo que me trae hoy a la poesía no ha sido precisamente ninguna lectura sino lo que durante los últimos días -en una especie de espontánea conjunción de planetas-, he escuchado o leído en boca de varios escritores.

Primero fue en Nueva York, en el Instituto Cervantes, cuando la dama del pelo plateado y Premio Cervantes -Ana María Matute- dijo sin dudar que "la poesía es el pulmón para respirar la literatura". Después fue el Nobel Vargas Llosa, quien en el VIII Festival Internacional de Poesía Ciudad de Granada, sentenció que "el género literario supremo y excelso, de una perfección inigualable, es la poesía, el más antiguo que existe y donde la lengua se transforma en algo verdaderamente rico y esplendoroso". Más tarde, Antonio Muñoz Molina -miembro de la Real Academia Española- escribía en su blog (Escrito en un instante) que "la poesía siempre llega por sorpresa". Y por último, también en Nueva York -en la Americas Society- un joven escritor, un pibe barbado de nombre Andrés Neuman y ganador del Premio de Novela Alfaguara 2009, elegía para leer a la audiencia, no algunos párrafos de sus novelas, sino versos propios. Curiosamente, y a pesar de reconocer la importancia del género, ninguno de ellos, salvo el pibe Neuman, escribe poesía.

En cualquier caso, y animado por esta confabulación de elementos, vuelvo a hacer propósito de enmienda: leeré poesía y me dejaré seducir por su palabra buscando encontrar la misma tabla de salvación que Vargas Llosa encontró en Góngora cuando estuvo "aturdido" al meterse en política: "aunque fueran quince minutos me sumergía en un mundo de absoluta perfección y belleza". Intentaré también fomentar el hábito y aprovechar lo liviano de los libros de poesía, como escribe Muñoz Molina: "Tras el descubrimiento viene el hábito. El poeta se nos queda en la mesa de noche, en el cuarto de trabajo, su libro siempre al alcance de la mano, guardado en el bolsillo de la chaqueta o de la gabardina para leer en el metro, o en el banco de un parque. Los libros de poesía suelen caber bien en un bolsillo".

Espero entonces ese momento de descubrir, de encontrarme con la poesía, de dotarme de ese pulmón que permite respirar la literatura. Mientras tanto, esperando la sorpresa y haciendo mío uno de los comentarios al post de Muñoz Molina, diré también que "no entiendo por qué mi cerebro no disfruta de estas maravillas como yo quisiera. No habrá llegado el momento"

P.D.- Se admiten sugerencias.

16 octubre, 2010

«Freedom» o el libro papagayo de Jonathan Franzen

¿Por qué -me pregunto- un libro que ha sido calificado como obra maestra, la “gran novela americana del siglo XXI”, se publica con un diseño de portada tan poco atractivo?

Me refiero a ‘Freedom’ (Farrar Straus Giroux, 2010), la cuarta novela de Jonathan Franzen (Western Springs, 1959), a quién algunos ya consideran merecedor del título de Gran Novelista Americano. Entre otros, la revista Time, que situó su fotografía en portada, algo reservado hasta ahora únicamente a autores de la talla de James Joyce, John Updike, Toni Morrison, Vladimir Navokov, J.D. Slinger y Tom Wolfe.

Estoy hablando de continente y contenido y, por lo tanto, alguien puede pensar que lo realmente importante es lo que Franzen ha escrito. Es cierto, pero eso es un juicio sobre el autor, y no sobre el libro que, al final, es un objeto que se vende y cuesta dinero. ¿No se cuida al máximo el diseño del envase de un perfume o de una caja de bombones? ¿No se aprecia mejor el vino -el contenido- en una copa de cristal que en un vaso de plástico?

La belleza exterior de las cosas –como de las personas- y por tanto también de los libros, ayuda a valorar lo que hay dentro de ellas. Insisto, ya sean cosas, personas o libros. En todos los casos, el grado de belleza que les adjudiquemos siempre será subjetivo, por supuesto. Pero igual que está admitido generalmente que se viste mejor y hay gente más elegante en Italia que en otras partes del mundo, lo mismo se puede decir de los libros, que se editan mejor en España o en Europa que en los Estados Unidos.

No creo que una de las mejores novelas de toda la literatura americana –un libro literario- merezca publicarse en una edición tan poco cuidada y con una portada tan fea. No lo merece sino que desmerece la calidad de las casi 600 páginas de su interior.

Quizá la clave haya que buscarla en el deseo del editor de aplicar a la obra de Frazen, las técnicas comerciales del Best-Seller. A este respecto dice Muñoz Molina, como ya comentaba en otra entrada de este mismo blog, que el libro literario "es incompatible con el ecosistema de las grandes superficies. Desaparecen las librerías independientes y las grandes editoriales alquilan espacios en las Barnes & Noble de turno, donde los libros son cada vez más grandes y de colores más llamativos, como los papagayos".

La estética de Freedom me recuerda a una obra de ciencia ficción (las letras del título parecen retroceder en el tiempo), a un manual de ornitología o de Twitter (por el pájaro azul) o a un cartel de cine anunciando 'En el estanque dorado' (por el lago y la luz crepuscular).

No sé si he dejado claro que no me gusta la portada de Freedom. Lo puedo decir otra vez pero no quiero resultar pesado. Y sin embargo, por supuesto que me gustaría leer esta gran novela americana; sólo confío en que cuando se traduzca al español la edición y la portada estén a la altura de su calidad literaria. No tienen que ser condiciones incompatibles.

Y me pregunto finalmente: ¿Le gustará a Jonathan Franzen la portada que la editorial ha elegido para su novela? ¿Le habrán preguntado su opinión antes de imprimir el libro?

Las gafas de Franzen
Franzen y su novela han estado últimamente en la picota de los medios de comunicación, ya no sólo y fundamentalmente por la unanimidad sobre su calidad literaria, sino por otras circunstancias entorno a su publicación. Entre ellas, los errores de impresión que incluía la primera edición británica -que no se correspondía con la versión final del texto- o el robo en directo de sus peculiares gafas, aparentemente por unos gamberros, durante la fiesta de presentación del libro en Londres.

  • Una novela para la era Obama, artículo de Eduardo Lago para El País aquí.
  • Freedom, reseña en The New York Times aquí.

22 julio, 2010

Tres autores en Nueva York

El Instituto Cervantes de Nueva York reunió hace algunas semanas a varios escritores españoles en una mesa redonda, más bien rectangular, para hablar de literatura o casi de cualquier cosa. Estas son algunas de las opiniones e ideas expresadas por Elvira Lindo, Antonio Muñoz Molina o Eduardo Mendoza que recogí en mi cuaderno de notas.

Elvira Lindo afirmó que "el interés por la cultura española en Estados Unidos es desolador. De todo lo que se publica en Estados Unidos sólo se traduce un 4%, y no sé si es por falta de interés o porque no vendemos bien".

Antonio Muñoz Molina habló sobre "la condición transfronteriza del idioma" respecto del español con el inglés y con las demás variantes del español. "Eso se nota en Estados Unidos cuando hablamos el mismo idioma, un idioma reconocible. A los españoles nos recuerda que no somos los dueños del idioma y que el español no es la lengua de la Guardia Civil de los años 40".

También se refirió Muñoz Molina al libro literario, del que dijo que "es incompatible con el ecosistema de las grandes superficies. Desaparecen las librerías independientes y las grandes editoriales alquilan espacios en las Barnes & Noble de turno, donde los libros son cada vez más grandes y de colores más llamativos, como los papagayos".

Eduardo Mendoza señaló que es muy difícil traducir libros españoles al inglés "porque no hay tradición de traducción en el mundo de habla inglesa, donde sólo se traducen obras muy importantes. Además -señaló con sorna- los ingleses no saben qué hacer con el subjuntivo".

Sin embargo reconoció que "nunca como ahora una obra literaria ha tenido tanta difusión y tantos lectores. Eso sí -puntualizó- dejar que la tribu explote el petróleo es muy raro".

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