Pestañas

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20 mayo, 2008

Estambul

Retorno a la senda de la lectura, curiosamente otra vez con un título sobre otra ciudad (de Nueva York a Estambul), con "Estambul (Ciudad y recuerdos)" -Mondadori, Barcelona 2006- del escritor turco Orham Pamuk. Tenía ganas de leer al Premio Nobel de 2004 confieso que por su condición de escritor oriental y, precisamente, por conocer algo más sobre una ciudad y un país que desde hace algún tiempo tienen un extraño atractivo para mí.
Y el resultado ha sido muy positivo sobre todo para seguir descubriendo al escritor (apenas conozco de pasada algunos de los argumentos de sus novelas que merecen detenerse en ellas, 'Me llamo rojo' o 'Nieve' por ejemplo) y, desde luego, a esa ciudad llena de historia que ya conocí a través de Sir Esteven Runciman y 'La caída de Constantinopla, 1453'.


"Yo me pasé la infancia sintiendo que no vivía en una metrópoli internacional, sino en un enorme pueblo pobre".
A propósito de la historia de la ciudad, Pamuk hace una reflexión muy simple pero muy reveladora: "Observando cómo llamamos a algunos acontecimientos, podemos deducir en qué lugar del mundo nos encontramos, si en Oriente o en Occidente. Lo que ocurrió el 29 de mayo de 1453 para los occidentales es "la caída de Constantinopla" y para los orientales "la conquista de Estambul". En suma: "caída" o "conquista".

Y sobre los tiempos de esplendor de aquella época, Pamuk señala que "cuando el Imperio otomano se hundió y desapareció y la República de Turquía, indecisa sobre lo que era su esencia, no supo ver sino su caracter turco y se apartó del resto del mundo, Estambul perdió sus viejos días de victoria, ostentación y diversidad de lenguas y todo comenzó a envejecer lentamente allí donde estaba y a desplomarse, y Estambul se transformó en un lugar vacío, en blanco y negro, con una sola voz y una única lengua".

En otro momento escribe que "el que Estambul esté dividida entre la cultura tradicional y la occidental, y entre una minoría inmensamente rica y los suburbios, donde viven millones de pobres, y el que permanezca constantemente abierta a una inmigración permanente, ha provocado que en los últimos ciento cincuenta años nadie sienta la ciudad como su verdadero hogar". "Yo me pasé la infancia -afirma Pamuk en otro momento- sintiendo que no vivía en una metrópoli internacional, sino en un enorme pueblo pobre".

Y sin embargo, 'Estambul' no es un libro sobre la historia de la ciudad, sino sobre la ciudad misma a los ojos de un Pamuk niño y joven que ordena sus recuerdos sobre sus calles oscuras, los barcos sobre el Bósforo, las casas de madera, las fotografías, la lluvia, los juegos infantiles, sus lecturas, la pintura, el primer amor y su propia conciencia de ser un "animal herido y moribundo". "¿Por qué en esos momentos de desdicha, furia y tristeza me gustaba imaginarme que pasearía a medianoche por las calles de la ciudad? ¿Por qué amaba no los paisajes de Estambul que les gustan a los turistas y que se imprimen en las postales, todo sol y rosas, sino los callejones sombríos, las tardes, las frías noches de invierno, la gente medio en penumbra que apenas se aprecia bajo la pálida luz de las farolas y las imágenes de las calles adoquinadas que ya iba olvidando todo el mundo y la soledad de la ciudad?".

17 junio, 2007

Constantinopla y Bizancio


Termino hoy mismo dos lecturas bajo el signo de la ciudad puente entre Oriente y Occidente que me han ocupado en las últimas semanas. Se trata de "La caída de Constantinopla 1453" de Sir Esteven Runciman (Edit. Reino de Redonda. Barcelona 2006) y "Bizancio" de Stephen Lawhead (Salamandra. Emecé editores. Barcelona 1998).
La primera es una obra clásica -completamente desconocida para mí- del historiador inglés nacido en 1903 que en la parte más intensa y literaria del libro narra los preparativos y el asedio de la ciudad por parte de los turcos. Como señala Javier Marías en el epílogo, es aquí donde se produce el fenómeno que me llama la atención: el relato escrupulosamente objetivo, rigurosamente cronológico, distante como todo texto eminentemente descriptivo, interrumpido con frecuencia por observaciones marginales disipadoras de toda posible tensión, se lee con apasionamiento como se devoran las páginas de una gran novela (...) La caída de Constantinopla es una creación literaria extraordinaria. Runciman, sabedor de que su material se prestaba a la aventura, ha rehuido en su prosa lo que de novelesco se le ofrecía. Si en cualquier instante hubiera caído en la comprensible tentación de "novelar", es justamente entonces cuando su obra no habría tenido nada de literatura, de buena y auténtica literatura. Habría constituido un pastiche, un ejemplar más de ese género híbrido que trata de satisfacer indiscriminadamente: nada tan indeseable como la biografía o la historia noveladas.

(28 de mayo de 1453) Hacia la una y media de la madrugada, el sultán decidió que todo estaba a punto y dio la orden de ataque. De pronto se hoyó un estruendo horripilante. A todo lo largo de las murallas los turcos se habían lanzado al asalto entre gritos de guerra, mientras tambores, trompetas y pífanos los animaban a la lucha. Las tropas cristinas habían estado esperando en silencio, mas, cuando los vigías de las torres dieron la señal de alarma, las iglesias cercanas a las murallas comenzaron a tocar las campanas y todos los templos de la ciudad, uno a uno, repitieron el aviso hasta unirse al redoble todos los campanarios. A casi cinco kilómetros de distancia, en la iglesia de Santa Sofía, los devotos supieron que la batalla había comenzado.
(...) Fueran cuales fuesen los detalles, el sultán Mehmet estaba muy contento de que el emperador hubiese muerto. Ahora ya no sólo era sultán, sino heredero y poseedor del antiguo Imperio Romano.
***
Deslumbrado por el brillo y el misterio de la ciudad de Constantinopla recuperé después la novela de Stephen Lawhead, "el histórico viaje de un monje irlandés, portador del Libro de Kells, hacia la misteriosa y exótica Constantinopla". Quizá una novela perteneciente a lo que Javier Marías denomina "género híbrido que trata de satisfacer indiscriminadamente: nada tan indeseable como la biografía o la historia noveladas". Bueno. Una historia inspirada en la vida de San Aidano que a mí me ha envuelto en una época y unas aventuras que me han dado horas de entretenimiento y ganas de seguir leyendo. Yo lo recomiendo. Y ganas de seguir sabiendo más acerca de esa ciudad misteriosa y fabulosa que ha sido y seguirá siendo Estambul. Ahora sí tengo más ganas de sumergirme en la lectura de algunas de las obras del turco, Premio Nobel de Literatura en 2006, Orham Pamuk. Seguro que lo haré. Y viajar algún día a ese enclave frontera entre Oriente y Occidente. ¿Por qué no?

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