Pestañas

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14 noviembre, 2011

«Necrópolis», mi descubrimiento de Santiago Gamboa

Santiago Gamboa, con gafas redondas de pasta y el pelo ensortijado, era uno de los cuatro escritores reunidos entorno a una mesa para hablar sobre "Identity's dreams: sueños literarios de la nueva América Latina", en una de las sesiones literarias organizadas por Americas Society, en Nueva York. En la sede de esta institución -un palacete en Park Avenue que en otros tiempos fue embajada de la U.R.S.S.- Gamboa, nacido en Bogotá en 1965, estaba acompañado por otros tres escritores: Francisco Font acevedo (Chicago, 1970), Karla Suárez (La Habana, 1969) y Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977). 

En aquel encuentro, donde se habló en español sobre las ciudades de la literatura, donde la identidad es un problema de distancia, del concepto de desubicación (Neuman), de la imaginación como viaje interior o viaje inmóvil (Font) y de literatura sin pasaporte, es donde sentí el deseo de leer a Santiago Gamboa, periodista y escritor colombiano que estudió Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid y que era, de los cuatro autores, quien me pareció que hablaba de forma más serena e interesante y quien, citando a Rodrigo Fresán, dijo que «la patria de un escritor es su biblioteca».

Así llegué a «Necrópolis» (Editorial Norma) y descubrí a Santiago Gamboa en esta novela que fue premio La otra orilla en 2009, pero que ya había publicado anteriormente otras obras, entre ellas la bien considerada por la crítica El síndrome de Ulises (Seix Barral). Después de haber leído a Edmundo Paz Soldán y más recientemente a Roberto Bolaño, diría que Gamboa es una continuación de ambos -que nadie se enfade si digo esto y suena excesivo-, al menos un reflejo pálido, quizá más por lo temas y los personajes que por la forma de escribir. Con la excusa de un congreso literario, Gamboa nos presenta las extrañas historias de varios de su personajes, unas más sólidas que otras, como las de los dos ajedrecistas amigos o la excéntrica actriz porno italiana. “Me gusta hacer los libros así, que sean de una lectura agradable, que se abra a historias diversas pero que estén hilvanadas por los temas importantes que debe tratar la literatura: la amistad, la muerte, la traición”, dice Gamboa en una entrevista en QuéLeer.

«Necrópolis» es una de esas novelas que uno lee disfrutando de lo que lee, y creo que no hay mejor recompensa precisamente para un lector. Eso sí, hay que advertirlo, a veces los pasajes sexuales, ni siquiera eróticos, subidos de tono -escritos con una asepsia deslumbrante-, podrían herir la sensibilidad del lector.

  • Algunas frases que subrayé mientras leía:

 - La vejez ama la juventud como el deterioro y la fealdad aman la belleza. 

- ... ahí tienes tu respuesta: escribo para poder ser otro.

- Entonces se dedicó a las cosas sencillas, que era un modo de decir: a la vida feliz.

- Fijate en la arena, está hecha de diminutas piedras y cristales. Cuando una de esas partículas se hunde es cubierta por otra, por otras diez, cien o mil, e igual nos ocurrirá a nosotros, ¿no crees?

- Las vidas son como las ciudades: si son limpias y ordenadas no tienen historia. Es en la desgracia y en la destrucción donde surgen las mejores.

Santiago Gamboa
- Yo me fui porque quería respirar otro aire y conocer el mundo, pero a medida que avanzaba el mundo se fue haciendo cada vez más grande y aún no he podido acabar de conocerlo, por eso sigo dando vueltas, me he ido quedando afuera sin otro motivo que ese...

- En la periferia de nuestros bellos países hay un aterrador mundo exterior repleto de vida, un sol negro que se extiende por varios continentes y que, tras el primer impacto, revela su belleza. Lo que se ve en la superficie es horrible y cruel, pero lentamente emerge la belleza; en nuestro mundo, en cambio, la superficie es hermosa y todo esplende, pero con el tiempo lo que se manifiesta es el horror.

  • [Vídeo] Santiago Gamboa habla sobre «Necrópolis», aquí. 

P.D.- Y ahora me sumergiré en las tranquilas aguas de la poesía de Antonio Colinas.

17 octubre, 2011

Sobre un poeta, un cepillo de dientes, la promoción de una escritora y dos nuevos libros

Arne Dedert (EFE)
Sigo leyendo con deleite a Bolaño y sus detectives salvajes. Por eso y porque el ocio y el trabajo me han robado estos últimos días el tiempo necesario para escribir no pude acudir a mi cita con el blog el lunes pasado.

Un poeta
Sin embargo, sucedieron cosas interesantes por el medio, por ejemplo, descubrir a Pedro Garfias en la propia novela de Bolaño: "Y estaba sentada en el wáter, con las polleras arremangadas, como dice el poema o la canción, leyendo esas poesías tan delicadas de Pedro Garfías", el poeta español que murió en Monterrey (México) en 1967. La curiosidad venció a mi ignorancia y descubrí con sorpresa que Garfias fue un poeta de la vanguardia perteneciente a la Generación del 27, autor del poema Asturias (Poesías de la guerra española, México, Minerva, 1941), cuyos versos sirvieron a Víctor Manuel para componer la bellísima canción que ahora es considerada como un segundo himno de Asturias.

Un cepillo de dientes
También estos días, que han visto celebrar LIBER (la feria española de la industria editorial), en Madrid, y la Feria del Libro de Frankfurt, donde se negocian los derechos de autores y libros para todo el mundo, me hicieron pensar algo mientras me cepillaba los dientes una noche: por qué -como algunas piensan o nos quieren hacer pensar- los nuevos libros digitales serán algo muy distinto de lo que ahora conocemos. Dicen que incorporarán vídeo, que conectarán con otros lectores que lean al mismo tiempo e incluso con el propio autor, con el que podremos dialogar; que incorporarán una versión en videojuego; que veremos fotografías y escucharemos las músicas de lugares y canciones que aparezcan en el texto y que, en definitiva, estaremos ante algo tan nuevo y diferente que ni siquiera podrá llamarse libro. Y aquí es donde yo pensé -cepillo en mano- que otras disciplinas, a pesar de los embates de la tecnología, apenas han cambiado su esencia. Al cine mudo sucedió la voz; al cine en blanco y negro el color; al cine de andar por casa los efectos especiales; al cine analógico el digital; al cine plano el 3D; al cine en las salas el DVD e Internet...

¿De verdad todas estas transformaciones han variado la esencia de una película, que no es otra -a mi juicio- que el contar una historia a los espectadores? Pues creo que lo mismo sucede con el libro. De papel o digital, con ilustraciones o con vídeos, su esencia, el núcleo central y lo que capture la atención del lector será la historia narrada.Y parte del valor del libro tradicional como ahora lo conocemos -formado por páginas de texto-, es lo que sugieren las palabras en la mente del lector, que sin ver ni tocar lo que se narra (no vemos los paisajes, ni los rostros de los personajes, ni las calles que transitan) es capaz de evocar y soñar con esos personajes y con los mundos que crea o recrea el autor. En la era de la imagen, no ver todo lo que se nos cuenta sigue siendo sin duda un valor inestimable.

La promoción de una escritora
La vida después
Pues en esas estaba cuando Marta Rivera de la Cruz (@MartaRiveraCruz) me invitaba en Twitter a visitar la web de su nueva novela www.lavidadespues.es de la que ya había leído el primer capítulo avanzado también por ella. En definitiva, labores y tácticas de promoción que yo entiendo perfectamente pues como si de cualquier otro oficio se tratara -y ella misma reconoce sin pudor en Twitter- "los libros hay que escribirlos, pero luego hay que venderlos". La escritora, nacida en Lugo en 1970, también señala con total sinceridad que "Necesito lectores. Muchos. Como el comer. Las novedades me amenazan, y Ruiz Zafón está a la vuelta de la esquina". Yo no he comprado el libro y no sé si lo haré porque al contrario de lo que le ocurre a un escritor, que centra todo sus esfuerzo y esperanzas en un libro concreto, la oferta para el lector tiende siempre al infinito, lo contrario de su capacidad de selección y sin duda de su presupuesto.

Dos nuevos libros
The Art of Fielding
Y hablando de libros, en estas dos semanas compré dos nuevas novelas en Amazon: la opera prima de Chad Harback, el amigo de unos amigos, que ha tardado diez años en escribir The Art of Fielding, y Necrópolis, publicada en 2009 por el escritor colombiano Santiago Gamboa (Bogotá, 1965). De la primera, el propio Jonathan Franzen, el afamado autor de Libertad, ha dicho: "Reading The Art od Fielding is like watching a hugely gifted young shortstop: you keep waiting for the errors, but there are no errors. First novels this complete and consuming come along very, very seldom". Sobre la segunda, tenía ganas de leerla desde que escuchara al escritor en una conferencia en Nueva York junto a otros tres escritores latinoamericanos.

P.D.- En el tiempo de ocio (Columbs Day nos regaló tres días), un viaje nos llevó hasta Washington (donde puse cara y voz a @eRomanMe), Baltimore y una granja Amish en Lancaster (Pennsylvania). El ticket de entrada a la granja ($8,50) me sirve ahora como marcapáginas en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño.

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