Pestañas

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12 diciembre, 2011

Palabra de Carver

Raymond Carver (1939-1988)
Confieso mi ignorancia si digo que no he leído a Raymond Carver, el gran maestro norteamericano del relato breve, aunque espero que este reconocimiento vergonzoso sirva al menos como primer paso para corregir -algunos no me lo podrán perdonar pero me lo recomendarán fervientemente- esa ausencia en mi itinerario lector. Ya tengo incluso en mis manos el remedio, su última colección de relatos publicada, «Where I'm calling from», que ni siquiera he tenido que comprar: estaba en casa y es el libro que mi hija tuvo que leer en su clase de inglés en High School, lo que aún añade más leña a mi bochorno. 

Pero lo que trae a Raymond Carver por aquí, a la Palabra Infinita, es un texto que recuperé impreso hace ya varios meses, probablemente con origen en algún tuit cuyo autor me perdonará que no mencione -como es de rigor- simplemente por descuido. Es un artículo firmado por el propio Carver donde cuenta algunos de sus pensamientos e ideas a la hora de enfrentarse al proceso de escritura. Como siempre, lo mejor es acudir al texto original, titulado «Escribir un cuento», pero he querido extraer y compartir dos partes de ese texto que me resultaron muy interesantes:

Provocar un escalofrío en la espina dorsal del lector
«Tanto en la poesía como en la narración breve, es posible hablar de lugares comunes y de cosas usadas comúnmente con un lenguaje claro, y dotar a esos objetos —una silla, la cortina de una ventana, un tenedor, una piedra, un pendiente de mujer— con los atributos de lo inmenso, con un poder renovado. Es posible escribir un diálogo aparentemente inocuo que, sin embargo, provoque un escalofrío en la espina dorsal del lector, como bien lo demuestran las delicias debidas a Navokov. Esa es de entre los escritores, la clase que más me interesa. Odio, por el contrario, la escritura sucia o coyuntural que se disfraza con los hábitos de la experimentación o con la supuesta zafiedad que se atribuye a un supuesto realismo. En el maravilloso cuento de Isaak Babel, Guy de Maupassant, el narrador dice acerca de la escritura: Ningún hierro puede despedazar tan fuertemente el corazón como un punto puesto en el lugar que le corresponde».

Pronto vi la historia y supe que era mía
«Al fin tomé asiento y me puse a escribir una historia muy bonita, de la que su primera frase me dio la pauta a seguir. Durante días y más días, sin embargo, pensé mucho en esa frase: Él pasaba la aspiradora cuando sonó el teléfono. Sabía que la historia se encontraba allí, que de esas palabras brotaba su esencia. Sentí hasta los huesos que a partir de ese comienzo podría crecer, hacerse el cuento, si le dedicaba el tiempo necesario. Y encontré ese tiempo un buen día, a razón de doce o quince horas de trabajo. Después de la primera frase, de esa primera frase escrita una buena mañana, brotaron otras frases complementarias para complementarla. 
Puedo decir que escribí el relato como si escribiera un poema: una línea; y otra debajo; y otra más. Maravillosamente pronto vi la historia y supe que era mía, la única por la que había esperado ponerme a escribir».

P.D.- Si has leido a Carver me gustaría saber si al hacerlo sentiste un escalofrío en la espina dorsal.

19 septiembre, 2011

«Bestiario», primer encuentro con Cortázar

La primera lectura tras el verano ha sido «Bestiario» (RBA Editores, 1993, colección Narrativa actual), de Julio Cortázar. Un librito que encontré y compré por tres euros en el puesto de la calle de un café-librería de Majadahonda (Madrid) justo el día antes de regresar a Nueva York. Lo digo casi en voz baja porque me da un poco de vergüenza: no había leído a Cortázar hasta ahora. Ni siquiera Rayuela...

Era por tanto una deuda pendiente desde hacía mucho tiempo y me pareció el momento de saldarla empezando, precisamente, por el principio de su obra. "Aunque se inició en la literatura como poeta (Presencia, 1939), [Cortázar] adquirió notoriedad con su primer libro de relatos, Bestiario, cuya publicación en 1951 constituyó un acontecimiento en la vida literaria argentina".

Y entonces ha llegado el momento que tantos días llevo temiendo, el de sentarme a escribir sobre Bestiario y ser capaz de encontrar las palabras justas para expresar una opinión. Debería decir que "no me ha gustado" (la reacción más sincera), que "no lo he entendido" (esto habla de mi ignorancia o falta de sensibilidad) o que "las circunstancias para leer a Cortázar no eran las más favorables " (suena demasiado a excusa). No sé con cuál de las tres razones quedarme o si decir que es una mezcla de todas ellas, lo que quizá me parece más justo; definitivamente, voto por ello.

Si no era el momento para leerlo, digo, significa que suelo leer por las noches antes de dormir y, durante esos días, tanto el US Open de tenis -por televisión y en directo-, que me tuvo secuestrado, como el jet-lag de la vuelta, me revolvieron el sueño y las horas de descanso, y en esas circunstancias la atención sobre la lectura se evapora como el agua de las salinas. Decir que no me ha gustado y que no lo he entendido no tiene mucha vuelta de hoja, pero tampoco piense nadie que no me gustara en absoluto, y que si no lo entendí es que seguramente no supe extrar parte o toda la belleza contenida en sus páginas. 

  • Algunas frases que subrayé mientras leía:
- He cerrado tantas maletas en mi vida, me he pasado tantas horas haciendo equipajes que no llevan a ninguna parte...

- Que la vida es un movimiento hacia arriba con un click final, y que también es un cielo bajo, envolvente y oliendo a lavanda, en el fondo de un pozo tibio.

- Su boca olía despacito a menta.

- El humo era tan espeso que las caras se borroneaban más allá del centro de la pista...

- Celina seguía siempre ahí sin vernos, bebiendo el tango con toda la cara que una luz amarilla de humo desdecía y alteraba.

P.D.- Este ha sido el primer round. Supongo que debiera darme y darle a Cortázar una nueva oportunidad, empezando por releer Bestiario de una forma más sosegada, y si alguien tiene otra recomendación, la esperaré también agradecido.

18 abril, 2011

El sosiego y «La cuarta carabela de Colón»

14 cuentos maravillosos
De Lima me traje hace unos meses «La cuarta carabela de Colón» (Planeta Perú, 2010), el libro de relatos de un autor peruano, Carlos Oviedo, a la sazón compañero de trabajo en la empresa común que nos da sustento. Periodista y experto en comunicación corporativa, Carlos -nacido en Cusco en 1953- ya había escrito algunos libros sobre esas materias pero nunca ficción. Y esa es la buena noticia, que su tránsito a la literatura nos ha traído un conjunto maravilloso de catorce cuentos que se leen con auténtico deleite.

Dividido en dos partes, Locomociones y Extravíos, los cuentos de este volumen tienen en el paso del tiempo y el espacio el hilo que hilvana una historia con la siguiente y las hace parecer un tejido uniforme. Como se lee en la contraportada: "Las historias narradas en este libro abordan situaciones diversas de personajes históricos y de otros desconocidos, que se afanan por superar las barreras del espacio y también las del tiempo. [...] Al doblegar las barreras del espacio, quizá también se abaten las del tiempo. Como si tuvieran noción de que un texto -como el de un relato- pudiera rescatarlos algún día del olvido".

La escritura de Carlos Oviedo resulta suave y cadenciosa, muy medida, y sus historias avanzan sin estridencias, casi todas ellas armadas con la estructura clásica del cuento donde se nos reserva para las últimas líneas un desenlace sorprendente en ocasiones y un final abierto en otras. Me gustaron todos ellos pero destacaría algunos como Largos y curvos caminos, El otro sentido, el delicioso Mejor que soñar o Cerca de la nada, tocado por una magia especial. 

Y aunque no soy experto en literatura, ni casi en nada, es curioso que mientras leía (varios cuentos me acompañaron en los vagones repletos del metro de Nueva York) intentaba adivinar las imperfecciones y los vicios de un escritor novel, pero no hallé ninguno, sino al contrario, siempre tenía la sensación de estar leyendo a un escritor muy solvente que, ojalá, tenga el tiempo y la energía necesarios para seguir ofreciéndonos páginas tan extraordinarias.

Cuando a través de Twitter comenté a Carlos (@coviedov) que había terminado de leer su libro me respondió con un "espero que hayas navegado un poco en el sosiego!!". Claro que sí, esa es la palabra, encontré en su lectura sosiego a raudales, un bálsamo delicioso entre tanto ajetreo.

  • Puedes ver una entrevista con Carlos Oviedo haciendo click aquí.

12 septiembre, 2010

Cuatro libros en la maleta

Estos son los cuatro libros que me he traído de regreso a Nueva York. Salvo Murakami, no he leído nada de los demás autores y reconozco que su elección ha sido bastante arbitraria y por razones diferentes. Tres novelas y un libro de relatos (Alice Munro) que me acompañarán durante los próximos meses y de los que daré cuenta también aquí, en La Palabra Infinita.



14 junio, 2009

Relato de un náufrago

'Relato de un náufrago' es una historia deliciosa y sobrecogedora, el relato real de un suceso que Gabriel García Márquez publicó durante 14 días seguidos en El Espectador de Colombia: la noticia de que el 28 de febrero de 1955 ocho miembros de la tripulación del destructor Caldas, de la Marina de Guerrra de Colombia, habían caído al agua y desaparecido a causa de una tormenta en el mar Caribe.
La historia ya contiene un argumento poderoso pero la forma de contar, de relatar la vivencia de su protagonista -Luis Alejandro Velasco-, es el verdadero mérito del joven reportero García Márquez. Y un placer de leer en español.

"Me extendí, moribundo, sobre la tierra dura y tibia, y estuve allí sin pensar en nada, sin dar gracias a nadie, sin alegrarme siquiera de haber alcanzado a fuerza de voluntad, de esperanza y de implacable deseo de vicir, un pedazo de playa silencionsa y desconocida".

El relato completo se puede leer aquí.

31 diciembre, 2007

El ocaso de los superhéroes

Termina 2007 y cierro el año con la lectura de 'El ocaso de los superhéroes' (Editorial Leqtor), de la norteamericana Deborah Eisenberg (Chicago 1945). Es su primer libro publicado en España, una colección de seis relatos que destilan y describen situaciones de la sociedad americana contemporánea y que, por esa misma razón, se me han hecho algo ajenos. El esfuerzo de Eisenberg está centrado en sugerir y mostrar las emociones cotidianas más elementales a través de los personajes.

Sin duda el mejor relato es elque da título a todo el libro ('El ocaso de los superhéoes') y que de una forma muy sutil recrea los instantes del atentado de Nueva York del 11 de septiembre de 2001. A este relato pertenece este pequeño capítulo llamada 'Contexto': "Cuando se instalaron allí, probablemente era, en efecto, la mejor vista de todo el planeta. Y luego, una mañana de cielo azul y despejado, se convirtió, durante un rato, probablemente en la peor.

Hace ya un tiempo que pueden salir a la terraza sin que nadie corra adentro para vomitar o se eche a llorar o se meta debajo de cualquier cosa al oir un ruido fuerte o simplemente haga chistes macabros o se pregunte qué es esa porquería que cae en sus vasos y copas. Últimamente ya casi nunca ven -como sí les pasó durante un tiempo- el cielo en llamas, la explosión volcánica de apestoso humo, los muñequitos arrojándose de la torre despanzurrada mientras Lyle se desmaya.

Pero ahora no está claro qué es, en realidad, lo que están mirando".
......
"Pero aquí está, él y también sus amigos, cayendo al mismísimo vertedero de la tercera edad. O cuando menos, luchando desesperadamente por mantenerse al borde del mismo".
......
"... No puedes dejar que el miedo siga dominando tu vida.

- ¿El miedo? -Nathaniel se estremeció-. ¿Y qué clase de miedo, exactamente, dirías tú que domina mi vida?

- Hombre, pues el miedo al fracaso, naturalmente. El miedo a la mediocridad."

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