Pestañas

07 octubre, 2012

Cambio de canal

La Palabra Infinita cambia de canal. Después de varias temporadas en Blogger ahora tendrás que sintonizarla en Wordpress:


Los contenidos serán los mismos: libros, lecturas, escritores y literatura. Si te gustaba la programación, y el cambio de decorado no te importa, espero que me sigas allí también. En cualquier caso, gracias por acompañarme hasta aquí.

25 junio, 2012

Lectura de amor y cólera en Nueva York


Portada de Arnoldo Mondadori Editori
Después de un Gabo enlacé con otro Gabo, así es como llegó el turno de leer «El amor en los tiempos del cólera» en una primera edición de Bruguera (Diciembre, 1985) de su colección Narradores de Hoy que, tengo que confesar, no sé de dónde salió.

"Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados", así comienza la novela que "refiere la epopeya sentimental de un amante repudiado que en el curso de su larga vida, desde el furioso incendio juvenil hasta las brasas crepusculares de la vejez, ha mantenido una infidelidad inquebrantable a la antigua novia". Así, de forma tan dramática, se resume en la solapa interior lo que uno encuentra en este libro de García Márquez. Y si a alguien le mueven a la curiosidad esas lineas lo mejor que puede hacer -yo lo recomiendo- es dejarse conmover por esta historia de amor en los tiempos del cólera. Hay muchas novedades en las librerías pero uno nunca se equivoca si prefiere dejarse seducir por el Nobel colombiano.

Algunas frases que subrayé mientras leía:

- "La miró de frente con los cinco sentidos para fijarla en su memoria como era en aquel instante: parecía un ídolo fluvial, impávida dentro del vestido negro, con los ojos de culebra y la rosa en la oreja".

- "... y tan cerca de ella que percibió las grietas de su respiración y el hálito floral con que había de identificarla por el resto de su vida".

- "Era todavía demasiado joven para saber que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos...".

- Había una casa abajo, junto al estruendo de las olas desbaratándose contra los cantiles, donde el amor era más intenso porque tenía algo de naufragio".

- "... y sólo entonces descubrió que se le estaba pasando la vida. Lo estremeció un escalofrío de las vísceras que lo dejó sin luz...".

- "Sentía que el tiempo de la vejez no era un torrente horizontal, sino una cisterna desfondada por donde desaguaba la memoria".

P.D.- «El amor en los tiempos del cólera» ha sido mi última lectura en los años que he vivido en Nueva York. Terminé de leer la novela recostado en una farola de la calle 77 -buscando la luz que una noche del mes de junio me robaba-, en la esquina con Columbus Avenue, sorteando inmóvil a los transeúntes del paso de cebra y al lado de la bulliciosa terraza de Isabella's.

04 junio, 2012

Literatura por un dólar

Mientras leo «El amor en los tiempos del cólera», y antes «Los funerales de la Mamá Grande», ambos del colombiano García Márquez, la casualidad o el destino ha querido que aquí en Nueva York vuelva a encontrarme con él. Ha sido en un puesto de naderías y baratijas en el mercadillo de Columbus Avenue y en forma de revista literaria -The Paris Review- que compré por un dólar. Se trata del número 82, que corresponde a la edición de invierno de 1981. Y allí, en la portada, estaban anunciadas las entrevistas con Carlos Fuentes y García Márquez, además de un relato de Cortázar (Feuilletons from A Certain Lucas).

Respecto a la entrevista con García Márquez es curioso pensar que está realizada cuando aún el colombiano no había recibido el Premio Nobel, lo que sucedería al año siguiente, en 1982. Y muy curiosa su respuesta a la primera pregunta del entrevistador sobre cómo se siente frente a la grabadora. La entrevista con Carlos Fuentes, recientemente fallecido, fue realizada en su casa de Princeton, New Jersey.

Tener a García Márquez, Carlos Fuentes y Cortázar juntos en un pequeño volumen, por un dólar, me parece un lujo, y más cuando después he sabido que su precio ahora es $40. Aún así, Internet y la propia revista hacen posible compartir ambas entrevistas. La de García Márquez se puede leer aquí, y la de Carlos Fuentes aquí. No he tenido tiempo de leerlas todavía pero no tardaré en hacerlo. 

              
Página 44
Página 140

P.D.- Creo que este ha debido ser el premio a varios años de ausencia forzada de las ferias del Libro y del Libro Antiguo de Madrid. 

28 mayo, 2012

Sobre «Los funerales de la Mamá Grande»

Relatos publicados en 1962
Transitando esta astenia lectora que me atenaza fui a dar en la librería de casa con un pequeño volumen que no recordaba haber comprado. Una primera edición (febrero, 1980) de «Los funerales de la Mamá Grande», publicado por Editorial Bruguera en su colección Libro amigo, todavía con la etiqueta del precio en una moneda que ya no existe (P.V.P. 150 Ptas.). Pensé que debía leerlo,   primero como una forma de devolverlo a la vida de nuevo y segundo como el mejor homenaje posible (es una frase hecha pero no deja de ser verdad) a su autor -el bueno de Gabo- que este mismo año ha cumplido 85 primaveras. Un hito muy celebrado públicamente pero probablemente olvidado con una rapidez proporcional a la intensidad y emotividad de su celebración. Basta ver aquí a Carmen Balcells, la agente literaria de García Márquez, reconocer que no se imagina su vida sin Gabo.

Pero no fui yo sino Ana (doble homenaje) la primera en leer a esta Mamá Grande recuperada, que su autor dedica extrañamente -al menos para mí- "Al cocodrilo sagrado". Publicado en 1962, «en todos estos cuentos, el inolvidable creador de Cien años de soledad retorna a esa especie de submundo tropical que es Macondo». Esa es la impresión que uno tiene nada más leer la primera línea: «El tren salió del trepidante corredor de rocas bermejas, penetró en las plantaciones de banano, simétricas e interminables, y el aire se hizo húmedo y no se volvió a sentir la brisa del mar». Y a partir de aquí todo es García Márquez, la deliciosa narración de pequeñas historias de una enorme intimidad e intensidad al mismo tiempo, algunas de ellas más atractivas para mí que Los funerales de la Mamá Grande, el cuento que cierra e volumen y da título al conjunto. Por ejemplo la historia de Dámaso y Ana en En este pueblo no hay ladrones, o del constructor de jaulas en La prodigiosa tarde de Baltazar.

Ahora el pequeño librito de Gabo necesita otra vez reposo después de que sus páginas amarillentas se hayan abierto y despegado, quién sabe si por el calor y la humedad de Macondo, la fatiga de sus personajes o simplemente -después de 32 años- por el último roce de sus lectores. Pero también escondía otras sorpresas, dos restos del pasado: un antiguo billete de cartón amarillo de RENFE (El Escorial - Nuevos Ministerios) con fecha 14 NOV 82, y un pedacito de papel cuadriculado escrito en lápiz por mí: «EXTRATERRITORIAL Georges Steiner Ed. Barral». Puedo imaginar el porqué del billete de tren pero mucho menos del papelito que, como he curioseado después, hace referencia a un volumen de ensayos sobre literatura y revolución linguística. Los libros son sin duda esas 'cajas negras' que igual que dan pistas sobre sus lectores ocultan también multitud de secretos.

Algunas frases que subrayé mientras leía:

- «Tenía la serenidad escrupulosa de la gente acostumbrada a la pobreza».

- «Tenía una barba de dos semanas, un cabello corto, duro y parado como las crines de un mulo, y una expresión general de muchacho asustado».

- «Toda la bondad, los extravíos y los padecimientos del pueblo penetraron hasta su corazón cuando tragó la primera bocanada de aquel aire que era una humedad azul llena de gallos».

21 mayo, 2012

La trampa de leer «84, Charing Cross Road»



Igual que es necesario comer para vivir, así necesito yo leer para sentirme vivo. Sin embargo hay ocasiones en que uno, sin saber por qué, pierde un poco el apetito y lo que otras veces gozaba con una buena comida ahora le cuesta incluso sentarse a la mesa. Algo parecido me ha sucedido a mí, que las complicaciones de la vida cotidiana me han tenido apartado de los libros y distraido de la lectura.

Dicho todo lo cual, el último bocado que me llevé a la boca fue la lectura de «84, Charing Cross Road», (traducción de Javier Calzada para Anagrama) la novela de la norteamericana Helene Hanff (1918-1997), que resultó ser un libro con trampa. Aunque recomendado por varios lados, no conocía nada de su argumento ni de su autora, y por eso hablo de trampa entre comillas, porque no sabía las circunstancias de cómo fue escrito ni publicado, algo que sólo al final descubre el lector inadvertido como yo en el Post Scriptum incluido en el texto. Comienza el libro con una breve carta escrita en Nueva York en octubre de 1949, y lo que me pareció un recurso para el inicio se convierte en la estructura de toda la novela (si se puede llamar así), una sucesión de cartas cruzadas durante 20 años entre la autora y varios de los personajes que trabajan en Marks & CO., una librería de Londres donde Helen Hanff encarga los libros que no puede conseguir en otro lugar.

84, Charing Cross Road (Londres)
La relación epistolar tiene como protagonista principal, además de a la autora, a Frank Doel, encargado de Marks & Co., que se desvive por atender las peticiones de Hannf a pesar del tono que emplea en sus cartas, que pasa del respeto a la ironía y a un lenguaje desabrido por su propia espontaneidad, creándose entre ellos una especial complicidad. A lo largo de tantos años, entre ambos y algunos otros empleados de la librería se crean unos lazos de amistad forjados en la distancia a través del amor por los libros y por el deseo de que Helene Hanff viaje finalmente a Londres.

No diré que quedé decepcionado al saber que el libro es el resultado de una historia y una correspondencia real, pero como siempre ocurre cuando alguien pone demasiadas expectativas en algo es fácil sentirse defraudado. Creo que eso fue lo que me sucedió con la lectura de «84, Charing Cross Road». Así supe después que fue el libro que dió a conocer a su autora y que tuvo su versión cinematográfica en 1987 -al decir de algunos una de esas películas que supera al libro en el que se basa- protagonizada por Anthony Hopkins en el papel de Frank Doel y Anne Bancroft como Helene Hanff (en español titulada La carta final) y que fue llevada también al teatro, en el caso de España por Isabel Coixet hace algunos años.



La propia Helene Hanff no escapa a la sorpresa: "He pasado veinte años escribiendo piezas teatrales que nadie ha querido producir nunca, y he aquí que, en el momento en que estoy a punto de retirarme, alguien crea de pronto un espectáculo a partir de una correspondencia que inicié hace ahora treinta años". 

A la salida del estreno de la película en 1987, un periodista de la revista Newsweek declaró: "84, Charing Cross Road es uno de esos libros de culto que los amigos se prestan unos a otros y que transforman a sus lectores en otros tantos miembros de una misma sociedad secreta".

P.D.- Mis últimas lecturas han sido de obras publicadas por Anagrama en su colección Panorama de narrativas, pero he de decir en mi descargo que toda relación con la editorial es pura coincidencia. 

23 abril, 2012

«El verano sin hombres», de Siri Hustvedt

Reconozco que no me siento con el ánimo suficiente para hacer un comentario sobre «El verano sin hombres» (Anagrama, 2011), pero tampoco quería faltar a la cita del blog y dejar testimonio de que esta ha sido mi última lectura, la novela de la guapísima autora norteamericana Siri Hustvedt (Minnesota, 1955), esposa de Paul Auster. Creo que lo mejor que podéis hacer es leer el libro si algo os llama la atención. Sólo dejo algunas de las frases que subrayé mientras leía:

- «A diferencia de los jóvenes que vislumbran el fin de sus días de una manera remota y filosófica, aquellas mujeres sabían que la muerte no era una abstracción».

- «Al menos mis ruinas habían sido parcialmente reconstruidas y ya no gemía delante de ella».

- «No se puede vivir sin asentarse sobre tierra firme, sin sentir un espacio que no sólo es externo sino también interno: un espacio mental».

- «Envejecer no está mal. El único problema es que se te va cayendo el cuerpo a pedazos».

- «No sólo somos receptores del mundo que nos rodea, también somos sus activos creadores.

- «... en Nueva York, donde los nudistas, los locos y los estrafalarios se mezclan sin problemas con la gente normal...»

- «Todos nos estamos muriendo, uno a uno. Olemos a mortalidad y no podemos desprendernos de ese aroma».

P.D.- Por supuesto, feliz Día del Libro para todos.

16 abril, 2012

«Azul» mediterráneo


Gino Rossi, Marina - Douarnenez
No sé bien por qué -probablemente porque me gustó-, pero recuerdo con especial cariño la lectura de «Azul», la novela de la escritora catalana  Rosa Regás que obtuvo el premio Nadal en 1994 y que leí aquel mismo año en el Cok Hotel de Amsterdam. El propio título evoca ya el Mediterráneo, el color, el paisaje y el mar que impregna toda la novela. Traigo aquí también por su belleza la pintura del italiano Gino Rossi (1884 - 1947) que sirvió para ilustrar la portada del libro editado por Destino (colección Áncora y Delfín). Así empieza la novela:

    «La isla no tenía ningún atractivo especial como no fuera la gran mole de piedra roja que acumulaba el sol desde el amanecer. Por el este se abatía en picado sobre el puerto y por el oeste descendía menos abruptamente hasta formar un valle pedregoso y árido. Desde lejos se destacaba altiva como un vigía, como un faro natural amparando las breves laderas cubiertas de matorral reseco y espinoso.

    La mayor parte de la superficie y del litoral era tan rocosa que al cabo de los años, cuando ya no quedara rincón alguno del Mediterráneo sin explorar, sólo una pequeña playa de marga habría de salvar a sus escasos y derrotados habitantes del ostracismo turístico. Sin embargo era de difícil acceso porque no podía llegarse a ella más que por un estrecho camino que trepaba entre ruinas desde el muelle sur, descendía de nuevo y se borraba a veces, o burlaba al caminante y le llevaba por veredas sin retorno entre construcciones medio derruidas, sin techo, de ojos vacíos y suelos rellenos de cascotes, de cuyas ocultas entrañas brotaba a veces, solitaria y torturada, una higuera. Al retomar el camino, o lo que el desuso había dejado de él, ya podía verse a lo lejos el agua clara y los bajos fondos plagados de erizos, pero antes de llegar se desparramaba sin remedio por un terreno de marismas y una breve playa tosca, de arena roja y ardiente donde nacían yerbajos y matojos y se amontonaban los detritus.

    Exceptuando el puerto era la única salida al mar. En el resto de la costa no había más que rocas que se precipitaban en riscos sobre el agua, paredes de escollos donde batían sin descanso las olas aún con el mar en calma, tan verticales que al filo de mediodía el perímetro completo de la costa quedaba rodeado de un exiguo cinturón de sombra, un relieve sobre el azul opaco, aplastado por la luz, que luchaba por mantener una ínfima zona de frescor frente a la mole rocosa».

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