Alterné la lectura accidentada de 'Cementerio de pianos' con la lectura de un libro en inglés con la intención de reforzar el idioma. Bueno, pues he terminado de leer 'Three cups of tea' (Penguin Books, 2007) que compré por Internet después de ver una publicidad en la web de The New York Times. Y lo que empezó como un ejercicio práctico de idioma ha concluido como una sorpresa muy interesante, no sólo por la satisfacción de haber leido mi primer libro en inglés sino también por la forma en que está escrito y, lo más importante en este caso, por la historia real que contiene.
Este New York Times Bestseller está escrito por su protagonista, Greg Mortenson, y por el periodista David Oliver Relin, y relata la aventura de Mortenson que tras el fracaso en la ascensión del K2 en el noroeste de Pakistán, descubre que los niños de las remotas aldeas de aquella región no tienen donde recibir su educación escolar. Ese es el punto de partida de su lucha por financiar y construir escuelas en Pakistán y Afganistán.
"Here (in Pakistan and Afghanistan), we drink three cups of tea to do business; the first you are a stranger, the second you become a friend, and the third, you join our family, and for our family we are prepared to do anything, even die".
Haji Ali, Korphe Village Chief, Karakoam Mountains. Pakistan.
Leer este libro, aún con las dificultades del idioma, me ha regalado tres cosas: en primer lugar, la admiración por la tenacidad, la entrega y la generosidad del personaje frente a los que vivimos instalados en la comodidad de nuestras vidas, incapaces de hacer algo por los demás. En segundo lugar, la curiosidad que precisamente ha despertado en mí conocer algo más sobre esos dos países, Pakistán y Afganistán, desde hace varios años sumidos en la pobreza, el terror y la guerra. Y, en tercer lugar, el inmenso valor -hasta hacer de ello la herramienta más poderosa- que Greg Mortenson concede a la educación de los más jóvenes, y sobre todo de las niñas, para luchar contra la ignorancia, que es el origen de la pobreza y de la violencia en aquella región.
Me pregunto qué será ahora, cuando ha vuelto la peadilla de la guerra, de los niños de aquellas pequeñas aldeas donde Greg Mortenson levantó escuelas y despertó la ilusión por un futuro mejor.
Pestañas
20 octubre, 2008
14 octubre, 2008
Hispanic Society
Tuve la oportunidad hace unos días de asistir a la cena anual que celebra en Nueva York The Hispanic Society of America y, al día siguiente, a una visita para conocer su colección de arte.
"Fascinado por la cultura española cuando contaba doce años, Archer Huntington (1870-1955) empezó a estudiar español a los catorce, y a los diecinueve ya había manifestado su deseo de fundar un "museo español". Con un entusiasmo cada día mayor, Huntington se consagró a crear una institución que abarcase todos los aspectos de la cultura hispánica. En busca de ese objetivo inició su colección con libros raros y manuscritos españoles; les siguieron los objetos de artes decorativas, y finalmente las pinturas y esculturas, todo cuanto ahora llena las salas de The Hispanic Society of America".
Fue un descubrimiento ver la colección de un hombre enamorado de España a tantos kilómetros de distancia y con unos fondos realmente magníficos: Goya y su 'Retrato de la Duquesa de Alba'; El Greco y la 'Sagrada Familia'; Antonio Moro y su 'Retrato del Duque de Alba'; o las maravillosas obras de Joaquín Sorolla, cuya colección de 'Las Regiones de España' (1911-1919) recorre ahora varias ciudades españolas en espera de regresar a la sala donde se expone habitualmente en Nueva York y que actualmente se encuentra en obras de acondicionamiento.
Pero además de la impresión que me produjo la fascinación de un americano de principios del siglo XX por mi país, España, y la modestia aparente de la sede de una institución tan reputada como la Hispanic Society, fue el retrato absolutamente sorprendente de otro genial pintor del Siglo de Oro español, Diego Velázquez: 'Retrato de una niña', probablemente su nieta. Sólo su contemplación merece la visita.
"Fascinado por la cultura española cuando contaba doce años, Archer Huntington (1870-1955) empezó a estudiar español a los catorce, y a los diecinueve ya había manifestado su deseo de fundar un "museo español". Con un entusiasmo cada día mayor, Huntington se consagró a crear una institución que abarcase todos los aspectos de la cultura hispánica. En busca de ese objetivo inició su colección con libros raros y manuscritos españoles; les siguieron los objetos de artes decorativas, y finalmente las pinturas y esculturas, todo cuanto ahora llena las salas de The Hispanic Society of America".
Fue un descubrimiento ver la colección de un hombre enamorado de España a tantos kilómetros de distancia y con unos fondos realmente magníficos: Goya y su 'Retrato de la Duquesa de Alba'; El Greco y la 'Sagrada Familia'; Antonio Moro y su 'Retrato del Duque de Alba'; o las maravillosas obras de Joaquín Sorolla, cuya colección de 'Las Regiones de España' (1911-1919) recorre ahora varias ciudades españolas en espera de regresar a la sala donde se expone habitualmente en Nueva York y que actualmente se encuentra en obras de acondicionamiento.
Pero además de la impresión que me produjo la fascinación de un americano de principios del siglo XX por mi país, España, y la modestia aparente de la sede de una institución tan reputada como la Hispanic Society, fue el retrato absolutamente sorprendente de otro genial pintor del Siglo de Oro español, Diego Velázquez: 'Retrato de una niña', probablemente su nieta. Sólo su contemplación merece la visita.
12 octubre, 2008
Cementerio de pianos
Hay libros que una recuerda no sólo por lo que leyó sino por dónde y en qué circunstancia lo hizo. Normalmente porque acompañaron y ayudaron a extraer lo mejor de la lectura: quizá un paisaje, una estancia especial, unos días o unas noches distintos, una compañía determinada, cualquier cosa.
Con la lectura de "Cementerio de pianos" (El Aleph Editores, 2007), del escritor portugués José Luís Peixoto, me ha pasado exactamente lo contrario. Las circunstancias, y principalmente la falta de tiempo, me han impedido saborear de verdad la novela que no sólo por su inicio ("Cuando empecé a enfermar, pronto supe que iba a morir") merecería otra relectura. No es una novela fácil, pero leerla a saltos no ayuda exactamente. Es una novela muy bien escrita -intimista-, y mucho mejor de lo que yo he podido llegar a apreciar. Debería volver a leerla algún día en otras circunstancias, su autor sí lo merece. ¿En un rincón cerca de una gran ventana? Quizá.
"Ya habían nacido todos nuestros hijos, podíamos estar acostados en la cama, desnudos, podíamos acabar de hacer el amor y uno de nosotros se acordaba de preguntar cuál de nosotros moriría primero. Entonces pensábamos también en nuestros hijos. Nos iba a costar mucho dejarlos, dudábamos de que fueran capaces de arreglárselas solos, teníamos miedo de que no fueran capaces, de que nos necesitasen y no estuviésemos allí".
Con la lectura de "Cementerio de pianos" (El Aleph Editores, 2007), del escritor portugués José Luís Peixoto, me ha pasado exactamente lo contrario. Las circunstancias, y principalmente la falta de tiempo, me han impedido saborear de verdad la novela que no sólo por su inicio ("Cuando empecé a enfermar, pronto supe que iba a morir") merecería otra relectura. No es una novela fácil, pero leerla a saltos no ayuda exactamente. Es una novela muy bien escrita -intimista-, y mucho mejor de lo que yo he podido llegar a apreciar. Debería volver a leerla algún día en otras circunstancias, su autor sí lo merece. ¿En un rincón cerca de una gran ventana? Quizá.
"Ya habían nacido todos nuestros hijos, podíamos estar acostados en la cama, desnudos, podíamos acabar de hacer el amor y uno de nosotros se acordaba de preguntar cuál de nosotros moriría primero. Entonces pensábamos también en nuestros hijos. Nos iba a costar mucho dejarlos, dudábamos de que fueran capaces de arreglárselas solos, teníamos miedo de que no fueran capaces, de que nos necesitasen y no estuviésemos allí".
09 octubre, 2008
Adiós a The New Yor Sun
El 30 de septiembre pasado salía a la calle por última vez el diario 'The New York Sun', después de seis años y medio de vida. Que un periódico cierre siempre es una mala noticia. Y como decía el propio diario en su último editorial "begining a new daily newspaper in New York was an optistic project". Un optimismo parecido al que unos párrafos más abajo, a pesar de la tristeza del cierre, mostraba sorprendentemente el periódico:
"So while this is a sad day for the Sun's editors and employees and readers and backers, and warrisome day and month for those many, many New Yorkers whose fortunes are tied to the financial markets, we end this project marveling at what a land of opportunity America is and what an open and dinamic city New York is".
"(...) We can only hope that some day in the future our own record will inspire some new generation of newspapermen and women with dreams to pick up the flag that today we put down".
05 octubre, 2008
Argumento y estilo
Robert Saladrigas, en una recensión de 'Mañana', una novela de Graham Suit (Londres, 1949) en el suplemento Cultura/s de La Vanguardia, explica de una forma meridiana algo que me parece importantísimo a la hora de escribir, precisamente lo que hace difícil escribir bien, la forma de narrar:
"Afirmar que la trama de una novela está siempre por debajo de la forma de narrarla debería ser una obviedad aunque diste de serlo. Lo ideal es que argumento y estilo se complementen hasta persuadirnos de que la historia sólo podía ser contada de aquella manera".
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