Hay libros que una recuerda no sólo por lo que leyó sino por dónde y en qué circunstancia lo hizo. Normalmente porque acompañaron y ayudaron a extraer lo mejor de la lectura: quizá un paisaje, una estancia especial, unos días o unas noches distintos, una compañía determinada, cualquier cosa.
Con la lectura de "Cementerio de pianos" (El Aleph Editores, 2007), del escritor portugués José Luís Peixoto, me ha pasado exactamente lo contrario. Las circunstancias, y principalmente la falta de tiempo, me han impedido saborear de verdad la novela que no sólo por su inicio ("Cuando empecé a enfermar, pronto supe que iba a morir") merecería otra relectura. No es una novela fácil, pero leerla a saltos no ayuda exactamente. Es una novela muy bien escrita -intimista-, y mucho mejor de lo que yo he podido llegar a apreciar. Debería volver a leerla algún día en otras circunstancias, su autor sí lo merece. ¿En un rincón cerca de una gran ventana? Quizá.
"Ya habían nacido todos nuestros hijos, podíamos estar acostados en la cama, desnudos, podíamos acabar de hacer el amor y uno de nosotros se acordaba de preguntar cuál de nosotros moriría primero. Entonces pensábamos también en nuestros hijos. Nos iba a costar mucho dejarlos, dudábamos de que fueran capaces de arreglárselas solos, teníamos miedo de que no fueran capaces, de que nos necesitasen y no estuviésemos allí".
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