Pestañas

17 diciembre, 2006

Todavía la Guerra Civil


70 años después de su comienzo, la Guerra Civil sigue cautivando a muchas personas. A mí también, pero no para mantener hasta el infinito la cuestión de las dos Españas, sino por tratar de entender cómo unos contra otros -habitantes del mismo pueblo, de la misma ciudad, de la misma familia, del mismo país- fuimos capaces de generar tanto odio y tanto rencor.

Leí con gran esfuerzo, pero con mucho deleite por entender, 'La Guerra Civil Española' de Antony Beevor, (Crítica, 2005). Como él mismo escribe en la introducción del libro, "la pasión con la que se luchó por aquellas causas ha hecho muchísimo más difícil la búsqueda de la objetividad, sobre todo en lo tocante a los orígenes de la guerra. Cada uno ha tratado de demostrar que fue el otro quien la empezó. A veces se tiende incluso a pasar por alto factores neutros, como el hecho de que la República trataba de llevar a cabo, en muy pocos años, un proceso de reforma social y política que en cualquier otro país, había requerido un siglo." En esta misma línea sugue explicando que "es inevitable que muchos hechos se sigan interpretando al arrimo de opiniones personales, como sucede, sobre todo, con el debate causal que condujo a la guerra: ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? ¿Por dónde empezamos? ¿Por el 'egoísmo suicida' de los terratenientes o por la 'gimnasia revolucionaria' y la retórica que desataba el miedo al bolchevismo, arrojando a las clases medis 'en brazos del fascismo', como advertían los líderes socialistas más moderados? Dar una respuesta definitiva a estas preguntas está más allá de la capacidad de cualquier historiador."

Pues un día de Santa Laura, el 19 de octubre pasado, terminé de leer 'Capital de la gloria' de Juan Eduardo Zúñiga (Alfaguara, 2003), un libro de relatos sobre las vidas oscuras de quienes en Madrid eran protagonistas del horror de la guerra. Un libro precioso; un libro sobrecogedor.

"Y en octubre fueron los primeros bombardeos, y los cadáveres extendidos en las aceras hasta que venían las ambulancias o simples coches, que los recogían, y las casas que ardían y las que se derrumbaban en una oleada de vigas de madera, cascotes y tejas; y la cara compungida, estupefacta, de los heridos que daban unos pasos tambaleantes con la cabeza ensangrentada por los cristales que les cayeron encima, y el estruendo, los estrépitos, los zumbidos de la aviación, ...".

15 octubre, 2006

Palabra viva

Hoy, domingo 15 de octubre, se cumplen 424 años de la muerte de Santa Teresa. En Misa de doce, en el Santuario de Nuestra Señora del Castañar, en Béjar (Salamanca), la segunda lectura recordaba la fortaleza de la Palabra:

La Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada se oculta; todo es patente y descubierto a los ojos de Aquel a quien hemos de rendir cuentas.

Lectura de la carta a los Hebreos 4,12-13

01 octubre, 2006

El aventurero de Dios


Esperé a las vacaciones para leer El aventurero de Dios (Pedro Miguel Lamet, La Esfera de los Libros, 2006), la recreación novelada (742 páginas) de la vida de San Francisco Javier, de quien se celebra este año el quinto centenario de su nacimiento en Javier, Navarra, en 1506. San Francisco Javier es compañero y discípulo aventajado de Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús con quien fue canonizado -junto a Teresa de Jesús, San Felipe de Neri y San Isidro Labrador- el 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV.

El libro cuenta la vida de Javier, a través de la ficción, en los ojos de un judío converso que en Lisboa huye de la Inquisición. La primera parte del libro, centrada en el nacimiento -en el castillo de Javier- y su estancia en París junto a San Ignacio y la fundación de la Compañía de Jesús, resulta más entretenida y permite conocer mejor la personalidad y la formación del santo. En la segunda parte, centrada en sus viajes a la India y Japón, se describen demasiado prolijamente -basado el autor sin duda en una buena documentación- los detalles y las hazañas de su misión y de los personajes que le rodean. Al final del libro echo en falta conocer mucho más sobre la fe profunda que le mueve a navegar por aquellos mares y salvar las almas de aquellos pueblos de oriente hasta que las fuerzas le abandonan y muere el 3 de diciembre de 1552 en la isla de Sancián, a las puertas de China.

El aventurero de Dios descubre al personaje pero queda más en un libro de viajes que en conocer las verdaderas raíces de la fe y la personalidad espiritual de aquel hombre que con un infinito arrojo proclamó la fe de Jesús en el último rincón del mundo donde ahora le veneran por igual católicos, hindúes, mahometanos y budistas.

22 septiembre, 2006

Siempre atento

Tomás González (Medellín, 1950)* escribe para "El Cultural": Tengo cincuenta y seis años y he dedicado cuarenta o más a escribir o a pensar en lo que podría escribir. Hace más o menos seis meses que no escribo nada nuevo, pero sí pienso todos los días en lo que voy a escribir. Con el tiempo me he dado cuenta de que en este oficio aún más importante que escribir es mantenerse atento. Por eso creo que en la actividad de escribir, o de pensar en lo que se podría escribir, siempre se tiene éxito, pues nos obliga a mantenernos atentos.

(*) Novelista y poeta, autor de obras como Para antes del olvido, La historia de Horacio y Los caballitos del Diablo (Belaqva).

19 septiembre, 2006

Por qué escribo


No sé responder, o creo que tendría que pensarlo y no sabría exactamente qué decir. Me quedo, porque me veo reflejado, con la segunda razón que ofrece Italo Calvino.

Calvino, en respuesta a una pregunta de 'Liberation' responde y reproduce en un artículo en un suplemento cultural ('El Cultural'), las razones por las que él escribe. Son tres:

- Porque estoy insatisfecho con lo que he escrito y quisiera corregirlo de alguna manera, completarlo y proponer una alternativa. En este sentido nunca hubo una "primera vez" en que me pusiera a escribir. Escribir siempre fue un intento de lograr algo ya escrito y poner en su lugar algo que no sé si lograré escribir.

- Porque al leer a X (un X antiguo o contemporáneo) pienso: "Ah, cómo me gustaría escribir como X! ¡Lástima que eso esté totalmente fuera de mis posibilidades". Entonces intento imaginarme esa empresa posible, pienso en el libro que nunca escribiré pero que me gustaría poder leer y poder colocar junto a otros libros amados en una estantería ideal. Y, de repente, alguna palabra, alguna frase me viene a la mente... a partir de ese momento ya no pienso más en X ni en ningún otro modelo posible. En lo que pienso es en ese libro, en ese libro que aún no ha sido escrito y que podría ser ¡mi libro! Intento escribirlo...

- Para poder aprender algo que no sé. No me refiero ahora al arte de la escritura sino a lo demás, a algún saber o competencia específicos o a ese saber más general al que llaman "experiencia de la vida". Lo que más me anima a escribir no es el deseo de enseñar a los demás lo que sé o creo saber sino, al contrario, la conciencia dolorosa de mi incompetencia. Por lo tanto, ¿mi primer impulso sería el de escribir para fingir una competencia que no tengo?. Pero para ser capaz de fingir debo, en cualquier caso, acumular informaciones, nociones y observaciones; debo llegar a imaginar el lento acumularse de una experiencia. Y eso sólo puedo hacerlo en la página escrita, donde espero capturar, al menos, algún rastro de un saber o de una sabiduría que en la vida apenas he rozado y que enseguida he perdido.

19 junio, 2006

Fin de Teresa

He terminado de leer el libro de Andrés Barba -Versiones de Teresa- con el mismo desasosiego con el que comencé.

06 junio, 2006

Versiones de Teresa


Hace tiempo que supe de Andrés Barba (Madrid, 1975) porque era uno de los jóvenes escritores de los que hablaba un suplemento cultural, pero nunca habí­a leí­do nada suyo. Ahora he empezado a leer "Versiones de Teresa" (Anagrama) y puedo decir que en los tres primeros capí­tulos me ha asaltado, por los temas que trata, una cierta sensación de vértigo. No son cuestiones cotidianas. He terminado el primer capí­tulo lleno de congoja y con una mezcla de atracción y de rechazo al mismo tiempo por seguir leyendo. Imagino que es una señal de que es, en definitiva, literatura que conmueve. La imagen de la portada -que no creo que tenga que ver con la Teresa de Andrés Barba-, es también como toda la pintura de Balthus; simplemente turbadora. Por cierto que dudo de cuál sea realmente la orientación de la fotografía. En el libro es justo la contraria a la que aquí­ muestro.

04 junio, 2006

Pentecostés

Al anochecer de aquel dí­a, el dí­a primero de la semana, estaban los discí­pulos en una casa, con la puertas cerradas por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
"Paz a vosotros".
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegrí­a al ver al Señor.
Jesús repitió:
"Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así­ también os envío yo".
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
"Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos".

Juan 20, 19-23

Cruzar el rí­o


Han cruzado el rí­o. Ignacio y Laura volvieron ayer de Dublí­n. Se marcharon un 28 de agosto para cruzar su río y descubrir lo que habí­a al otro lado. Estoy seguro de que han descubierto muchas cosas y de que han crecido, además, por dentro. Ya estamos todos. Ya somos -otra vez- seis en la familia.

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