Pestañas

20 diciembre, 2010

«La soledad de los números primos»

Premio Strega 2008
"Los números primos sólo son exactamente divisibles por 1 y por sí mismos. Ocupan su sitio en la infinita serie de los números naturales y están, como todos los demás, emparedados entre otros dos números, aunque ellos más separados entre sí".

Incluyo esta cita, que no está al comienzo sino en la mitad de «La soledad de los números primos» (Salamandra, 2009), porque da una pista perfecta de lo que podemos encontrar en esta opera prima del italiano Paolo Giordano: la metáfora que explica "la conmovedora historia de Alice y Mattia, dos seres cuyas vidas han quedado condicionadas por las consecuencias irreversibles de sendos episodios ocurridos en su niñez".

Comencé su lectura con cierta prevención pero todas mis dudas se disiparon conforme iba introduciéndome en la historia y en sus personajes. Eso es la "La soledad...", el relato que nos muestra la relación de sus dos protagonistas -dos caracteres muy especiales y muy literarios- en el tránsito desde su adolescencia hasta la vida adulta.

Es una historia que atrapa aunque tiene altibajos en su desarrollo y, en mi opinión, algunas lagunas a la hora de hacer totalmente creíble la vida de ambos personajes. Parece imposible por ejemplo, que, aunque la personalidad de Mattia no cambie con los años, las circunstancias de la vida no le cambien siquiera un ápice, o que el problema de Alice no tenga otras consecuencias en su vida "real".

Sin embargo, es una novela que tiene muy pocos "peros", que yo recomiendo leer y que gustará a quien guste una historia que conmueve, con unos personajes que cautivan, además de un lenguaje cuidado y unos diálogos muy bien escritos. Una de esas novelas que uno imagina que pueda convertirse en algún momento en película, lo que -por cierto-, creo que ya ha debido de ocurrir.

Algunas frases que subrayé mientras leía:

- Su madre ya vivía en ella en forma de recuerdo, como un grano de polen que se hubiera posado en algún rincón de su memoria, donde permanecería el resto de su vida convertida en unas cuantas imágenes sin sonido.

- Y Alice sonrió pensando que quizá aquélla sería la primera media verdad de los esposos, la primera de las pequeñas grietas que se crean entre dos personas, por las que tarde o temprano la vida introduce su ganzúa y hace palanca.

- Las decisiones se toman en unos segundos y se pagan el resto de la vida.

13 diciembre, 2010

«El paraíso en la otra esquina»

Leer «El paraíso en la otra esquina» (Alfaguara, 2003) de Mario Vargas Llosa, ha sido realizar un repaso de geografía, historia y arte desde un punto de vista literario. Vargas Llosa recrea en su novela la vida de dos personajes, Paul Gaugin y Flora Tristán (nieto y abuela materna), el pintor y la luchadora por los derechos de los obreros, en lo que me ha parecido una interesantísima y deliciosamente entrelazada biografía de ambos.

Quizá no con el rigor y el orden oportuno de los detalles al uso en otras biografías pero sí atrapando la esencia de sus vidas, alternando sus voces en cada capítulo e introduciendo además su propia voz para dirigirse a ellos y traerlos al presente en dos planos -geográfico y temporal- diferentes.

Decía que fue un repaso de geografía porque confieso que leí con el iPad al lado ayudándome de Google Maps para situar Tahití y las Islas Marquesas en los mares del Sur, así como las ciudades -Papeete, Paea, Mataiea, Hiva Ova o Atuona- donde tras dejar Europa transcurren los últimos años de Gauguin, para quien "pintar no era cuestión de oficio sino de circunstancias, no de destreza sino de fantasía y entrega vital".

También para seguir la travesía (Burdeos, Cabo Verde, cabo de Hornos, Valparaíso, Islay, Arequipa y Lima) que lleva a Flora desde Francia al Perú de sus orígenes para conocer a su familia, así como su propio periplo por Francia predicando el futuro de la Unión Obrera: "Volviste a Francia decidida a ser otra, a romper las cadenas, a vivir plenamente y libre, resuelta a llenar las lagunas de tu espíritu, a cultivar tu inteligencia, y, sobre todo, a hacer cosas, muchas cosas, para que la vida de las mujeres fuera mejor de lo que había sido para ti".

Paul Gauguin. «Autorretrato»
Pero me ayudé sobre todo del iPad y de Internet para visualizar los cuadros de Gaugin mientras leía, para ver en ellos a los personajes y los pensamientos que hierven en la cabeza del pintor, para acompañarle mientras pinta, para entender con otros ojos las exóticas pinturas coloridas de aquel excéntrico de su tiempo, amigo del Holandés Loco (Vincent van Gogh) con quien vivió algún tiempo también en la Casa Amarilla de Arles. 

"Tu pintura no era la de un europeo moderno y civilizado. [...] El arte tenía que romper esa moldura estrecha, el horizonte pequeñito en que habían terminado por encarcelarlo los artistas y los críticos, los académicos y los coleccinistas de París: abrirse al mundo, mezclarse con las demás culturas, airearse con otros vientos, otros paisajes, otros valores, otras razas, otras creencias, otras formas de vida y de moral. [...] Tú lo habías hecho, saliendo al encuentro del mundo, yendo a buscar, a aprender, a embriagarte con aquello que Europa desconocía o negaba".

«Manau Tupapau»
En la pantalla se iban haciendo realidad -de alguna forma virtual- las pinturas de Gauguin, que llegó a Tahití en 1891 cuando acababa de cumplir cuarenta y tres años. Desde su primera obra maestra, Manao Tupapau, hasta El hechicero de Hiva Ova, probablemente el último cuadro que pintó ya casi ciego.

Paul Gauguin y Flora Tristán son dos personajes de carne y hueso, hombre y mujer de la misma familia, que lucharon contra corriente sin miedo a ser distintos, a hacer lo que nadie se hubiera atrevido a hacer. Y a mí me gustó entremezclarme en sus vidas y, mucho, descubrir detrás de su relato la pluma deliciosa de Mario Vargas Llosa. 

PD.- Dos días después de que la Academia Sueca concediera a Mario Vargas Llosa el Premio Nobel de Literatura, 7 de octubre, tuvimos la fortuna de verle en el Metropolitan Opera de Nueva York donde asistíamos a la representación de Los cuentos de Hoffman (Offenbach). Aunque pensamos en acercarnos y saludarle -nadie parecía conocerle y conversaba con su mujer y unos amigos durante un descanso- nos pudo el respeto a su persona y su tranquilidad.

30 noviembre, 2010

Blanco y negro en la 'maleta mexicana'

Foto: Robert Capa. Teruel 1937.
Vuelven las imágenes de la Guerra Civil española a Nueva York en una exposición temporal -The Mexican Suitcase- en el International Center of Photography. En diciembre de 2007 aparecieron en México tres cajas que se creían desaparecidas desde 1939. Contenían los rollos con 4.500 negativos (35 mm.) de imágenes tomadas durante la contienda por Robert Capa, Gerda Taro (que moriría en la guerra) y David Seymour (Chim). 

Aunque al tratarse de la reproducción de los negativos la muestra no es visualmente muy atractiva, su valor reside en que por primera vez puede verse la secuencia completa de algunas de las imágenes publicadas en los periódicos y revistas de la época. 

Siempre he pensado que la fotografía es el arte de capturar la emoción (o millones de sensaciones) en solo un instante, de fijar para siempre momentos irrepetibles. En el caso de una guerra, el fotógrafo es el testigo directo del horror y la fotografía el recuerdo perenne del dolor. 

En este caso, las imágenes en blanco y negro -los 'colores' para siempre de la Guerra Civil- cobran todavía una mayor fuerza como testigos de la tragedia. Reconocer, además, la geografía física y humana de algunos de los lugares y los rostros de las fotografías de aquellos tres pioneros del reporterismo gráfico de guerra, añade un plus amargo de tristeza.

- The Mexican Suitcase, aquí.
- La historia de la "maleta mexicana", aquí.
- Reseña de la exposición en The New York Times, aquí.

27 noviembre, 2010

«El lector»

Nada más comenzar la lectura de “El lector” (Anagrama), de Bernhard Schlink (Bielefeld, 1944), me di cuenta de que –aunque yo no la había visto- existía una versión cinematográfica de la novela protagonizada por Kate Winslet. Por esta razón o porque en algún momento de somnolencia descuidé algún detalle en las primeras páginas, no conseguí visualizar a su protagonista, Frau Schmitz. 
 
Cuando hablo de visualizar me refiero a imaginar y entender claramente el caracter de un personaje. Uno de los mejores efectos que puede producir la lectura literaria es enamorarse de los personajes que habitan las páginas del libro. Y es en su credibilidad, en su carnalidad y en la capacidad para captar su alma, donde se juega el escritor una parte enorme de su complicidad con el lector.

Precisamente con ‘El lector’ no pude ponerle una cara y un caracter definido al personaje de Frau Schmitz cuando en la primera parte del libro se convierte en la mujer que seduce al adolescente enfermizo, pero tampoco después cuando la historia muestra su relación con los nazis y el campo de exterminio de Auschwitz. Es en esta segunda parte cuando comenzamos a saber quién era ella y cuando la novela gana o pretende ganar en profundidad, pero es también cuando las vicisitudes del juicio hacen espesar de alguna forma la narración. Quizá le pesa a Schlink su experiencia como juez.

Pero, como siempre, lo mejor es leer para opinar, y ‘El lector’ es una novela bien escrita que sin duda se puede leer. Y, aunque no es frecuente, puede que en esta ocasión la versión cinematográfica haya superado en calidad a la obra literaria.

Puedes ver el trailer de la película (The reader) haciendo click aquí.

Algunas de las frases que subrayé mientras leía:

- “Los ruidos del mundo exterior, del ocio en el patio o en el jardín, o en la calle, penetran amortiguados en la habitación del enfermo. Y dentro de ella florece el mundo de las historias y los personajes de las lecturas”.

- “A veces un final doloroso hace que el recuerdo traicione la felicidad pasada”.

- “Yo sabía por propia experiencia que la vergüenza puede forzarlo a uno a mostrarse esquivo, a ponerse a la defensiva, a ocultar y desfigurar las cosas, incluso a herir a los demás”.

- Fui de Boston a Nueva York en tren. Los bosques relucían en tonos marrones, amarillos, naranjas, castaños y rojizos, y en el rojo encendido del arce”.

22 noviembre, 2010

Harry Potter y Los Cinco: el sueño de dos generaciones

Primer libro de 1998
Primer título de 1964.
Dos generaciones distintas han disfrutado de las aventuras de dos grupos también de jóvenes en los libros de Harry Potter y de Los Cinco, unos en el colegio de Hogwarts y los otros en Kirrin . En el primer caso con Ron, Hermione y otros y, en el segundo, con Julian, Dick, Ana, Jorgina y su perro Tim.

Ambas sagas están separadas en el tiempo por 55 años (el primer libro de Los Cinco fue publicado en 1942 y el de Harry Potter en 1997) y, sin embargo tienen curiosamente en común que sus autores son mujeres y que ambas nacieron en Inglaterra: Enid Blyton (Londres, 1897) y J.K. Rowling (Gloucestershire, 1965).

Aunque contemporáneo de J.K. Rowling, a mí me tocó leer obviamente las aventuras de Los Cinco. A parte de un cuento de Merlín El Encantador y unos preciosos libros del bufón Kasperle que aún conservo, los libros de Enid Blyton fueron los primeros libros "de mayores" que leí con 12 ó 13 años. No sé si fueron los libros que despertaron en mí el hábito de la lectura, pero igual que otros muchos chavales de mi generación devoré las historias de aquella pandilla una detrás de otra. Tengo la fortuna, además, de que aunque algo amarillentos y deshojados, todavía están en casa como un tesoro sentimental del que uno no quiere desprenderse por nada en el mundo.

Enid Blyton
J.K. Rowling
A pesar de su popularidad, la reseña de Wikipedia sobre la obra de Enid Blyton no es ni siquiera benevolente: "Esta popularidad no se acompaña del respeto de la crítica literaria, que tiende a reprocharle la escasa imaginación exhibida (repite constantemente sus fórmulas narrativas), el abuso de los tópicos en la caracterización psicológica, muy superficial, y la pobreza de su estilo y de su léxico, que no favorece el desarrollo de la afición por la Literatura. Se trata, a grandes rasgos, de un tipo de literatura que "no alimenta y engorda". Incluso hay quien ha visto en sus libros ciertas sombras de racismo.
 
Si la literatura de Blyton no me alimentó y no me engordó, puedo al menos asegurar que sí me conmovió. Yo quería pasar los mismos veraneos y compartir los mismos misterios que resolvían aquellos jóvenes en un mundo de adultos. Y, por supuesto, no se me ocurrió pensar que había algo de racista en sus páginas.

¿Qué tenían entonces aquellas historias de ayer de Los Cinco y que tienen hoy las historias de Harry Potter que apasionaron y apasionan a tantos jóvenes? Creo que simplemente la capacidad de entretener, de brindar la posibilidad de trasladarse a otros lugares y de vivir otras vidas a través de unos personajes en los que uno mismo puede y quiere reconocerse. En definitiva, historias que invitan a soñar precisamente en una edad en la que uno está hambriento de sueños.

Digo esto con cierto atrevimiento porque no he leído a Harry Potter, pero confieso por eso mismo -y a pesar de haber pasado ya de los cuarenta-, que me gustaría hacerlo en algún momento: uno siempre lleva dentro el niño que fue. ¿Por qué no?

Me interesa tu opinión:
- ¿Tienes más de cuarenta años y has leído ya a Harry Potter?
- Si no lo has hecho ¿te gustaría hacerlo?
- Si leíste a Los Cinco ¿qué recuerdo tienes?

15 noviembre, 2010

«Crónica del pájaro que da cuerda al mundo»


'Crónica del pájaro' es una novela
de personajes, casi como una
obra de teatro donde el decorado
fuera mínimo.
A veces pienso que el mundo de los libros podría regirse por las mismas reglas que los mercados financieros, donde las empresas cotizan en la Bolsa -al alza o a la baja- en función de muchas variables, algunas predecibles y otras totalmente imposibles de adivinar. En el caso de los libros podrían cotizar los propios títulos -pongamos por caso 'El sueño del celta'- o los autores -Mario Vargas Llosa-, para seguir con el ejemplo.

Pues bien, y por no agotar este tema, al que quizá vuelva en algún momento, uno de los valores seguros en esa hipotética Bolsa de los Autores sería para mí Haruki Murakami. Es seguro porque, en términos literarios, el autor japonés nunca defrauda y es siempre una buena inversión.

En esta ocasión termino de leer 'Crónica del pájaro que da cuerda al mundo' (Tusquets Editores), cuya primera edición en español es de 2001. Después de leer sus casi 700 páginas aún habitan en mi memoria varios de sus personajes: Kumiko, la misteriosa esposa; May Kasahara, la vecina adolescente; la excitante Creta Kanoo; el teniente Mamiya; el  oscuro Noboru Wataya; la sofisticada Nutmeg o el propio protagonista, el señor pájaro-que-da-cuerda.

Y es que 'Crónica del pájaro' es una novela de personajes, casi como en una obra de teatro donde el decorado fuera mínimo, un decorado que a penas recuerda a Tokio y cuya acción, sin embargo, podría desarrollarse en cualquier ciudad del mundo. Eso sí, una historia diferente, con componentes fantásticos en algún caso, pero que cautiva de principio a fin.

No diré nada más. Lo mejor es leer 'Crónica del pájaro que da cuerda al mundo' y que cada uno saque sus propias conclusiones. La novela comienza así:

Cuando sonó el teléfono, estaba en la cocina con una olla de espaguetis al fuego. Iba silbando la obertura de La gazza ladra, de Rossini, al compás de la radio, una emisión en FM. Una música idónea para cocer la pasta.

Otros murakamis en La Palabra Infinita:

- What I talk about when I talk about running. Aquí.
-  After Dark. Aquí.
- Tokio Blues. Aquí.

10 noviembre, 2010

El lector voyeur

¿Quién es un voyeur -un mirón- sino aquel que oculto en la distancia o la oscuridad busca sorprender la intimidad de otra persona totalmente ajena a su observador?

El lector voyeur, sin embargo, no es aquel que parapetado tras el libro abierto espía los movimientos de otras personas a su alrededor, sino aquel que con la mirada fija en sus páginas atisba la vida de los personajes que pululan en la ficción.

Así, el lector se sienta cómodamente en su butaca o bajo la sombra fresca de un árbol para seguir al milímetro -aunque no siempre necesariamente- la peripecia de sus protagonistas. Y no sólo mientras se desnudan o realizan otras tareas que normalmente no conocemos sobre otras personas en la vida real, como sucede en muchos casos, sino también para llegar a conocer hasta lo más recóndito de sus pensamientos y emociones. El lector no necesita ocultarse tras ninguna cortina, pero sí utilizar el catalejo del escritor, el instrumento que enfoca y ajusta nuestra visión sobre los personajes. Es el escritor, a través de su escritura (el catalejo que pone a disposición del lector) quien nos permite descubrir más o menos detalles sobre el personaje; contemplar una espalda desnuda en todo su esplendor o entrever apenas un reflejo en el cabello, mostrar una única palabra o la angustia sofocante de una larga pesadilla.

Al menos yo, en muchas ocasiones, me he visto a mí mismo oculto tras la ventana indiscreta de un libro, absorto en la vida de personajes de ficción que he sentido de carne y hueso, y cuyo reflejo ha permanecido en mi retina aún mucho tiempo después de cerrar la última página.

- La ilustración pertenece a un cuadro de Edward Hopper (1882-1967) pintado en 1928: "Nights windows"
- Para ver los 7 primeros minutos de La ventana indiscreta (Rear window, 1954) de Alfred Hitchcock, pincha aquí.

01 noviembre, 2010

Lectura en versión original (V.O.): «Eat, Pray, Love.»

Normalmente, cuando se utilizan las siglas V.O. (versión original) se entiende que nos estamos refiriendo a una película en su lengua originaria, es decir, que no está doblada a otro idioma distinto al que fue creada. En algunos países, tanto en las salas de cine como en la televisión, las películas se ven en versión original. En otros, todas ellas están dobladas y para poder ver alguna en versión original hay que acudir a una sala donde figure el aviso V.O.

Pero, ¿qué sucede en el mundo de los libros? En este caso, lo habitual es que los lectores acudan a las ediciones traducidas de las obras originales, ya sean ficción, ensayo, poesía o cualquier otro género. Parece asumido en el mundo editorial que la forma de acercarse a cualquier obra escrita sea a través de su traducción. Existen traductores y existen editoriales que, en mayor o menos medida, cuidan las traducciones. De otra forma, fuera de los idiomas internacionales más comunes -español, inglés, francés y quizá el alemán- sería impensable acceder a la obra de autores reconocidos como Kafka, Murakami, Pamuk, Tolstoi, Mahfuz, Larsson o cientos de otros naturales de cualquier geografía.

Pero todo esto viene a propósito de un experimento no premeditado que realizamos mi mujer y yo hace unos días mientras coincidimos leyendo el mismo libro: 'Eat, Pray, Love' de Elizabeth Gilbert. Con dos diferencias fundamentales. Mientras ella lo hacía en español y en formato papel (libro tradicional), yo lo leía en inglés (V.O.) en formato digital (e-book en un iPad).

La historia de esta neoyorkina -la propia autora- que viaja a tres países (Italia, India e Indonesia) en busca de sí misma es, obviamente, idéntica en ambos casos. Sin embargo, mientras avanzábamos en su lectura y comparábamos frases y expresiones, en algunos casos nos dimos cuenta de que hay matices que son muy importantes a la hora de entender ciertas situaciones, que pueden resultar más creíbles o suenan más auténticas. Y eso sucede siempre en la lengua original. Quizá es una cuestión de 'sonido', de cómo fluyen las palabras en su propio idioma, no sólo cómo suenan en nuestros oídos sino cómo se representan en nuestro cerebro.

Si algunos reclaman para el cine poder escuchar la voz de los propios actores como una forma de respeto a la fidelidad de la obra y, por lo tanto apoyan el fomento de su exhibición en versión original, lo mismo podría decirse de la literatura. En este punto, sin embargo, entraríamos todavía más de lleno en el pantanoso terreno de la enseñanza de los idiomas en la escuela. Y eso daría para mucho rato.

Sobre la lectura en V.O., especialmente en un iPad, he de decir que hay una ventaja que en mi opinión se ha comentado poco hasta ahora cuando se habla de las diferencias -o más bien ventajas e inconvenientes- entre los nuevos soportes y el libro tradicional. En un iPad es posible acudir al diccionario cuando desconocemos el significado de una palabra. Basta señalarla con el dedo y marcar la opción diccionario. ¿No es eso un avance importante en la comprensión de cualquier texto y en el aprendizaje de cualquier idioma? Es como si debajo de tu libro tuvieras escondido el diccionario. No hay que tenerlo al lado, no hay que buscar el término ni la página, basta con señalarlo con tu dedo. Después puedes crear una nota con su significado o con cualquier cosa que te interese, una especie de Post-it que puedes recuperar en cualquier momento. Y subrayar líneas o párrafos enteros también lo puedes hacer en cualquiera de los colores de los subrayadores habituales.


'Eat, Pray, Love', calificado como libro de no-ficción es, sin embargo, un relato novelado de la peripecia personal de la autora. Escrito con un fino sentido del humor, logra captar de forma inteligente el interés de quien se involucra con ella en la historia. La historia de una joven norteamericana en proceso de divorcio y estresada por el ritmo de una vida de fortuna en Nueva York. Se lee muy fácil, es entretenido y tiene un componente de reflexión que hacen agitar un poco el pensamiento.

PD.- No, no he visto la película basada en el libro que protagoniza Julia Roberts junto a Javier Bardem, pero confieso que espero poder hacerlo como simple curiosidad intelectual.

- Reseña de 'Eat, Pray, Love' en The New York Times, aquí.
- Citas de Elizabeth Gilbert en el libro, aquí.

30 octubre, 2010

En lista de espera

Esta semana tengo que añadir tres nuevos libros -tres regalos- a la lista de espera de lectura. Y por lo tanto me siento triplemente afortunado porque para mí no hay mejor regalo posible que un libro. Dos de ellos son cuentos y el tercero una novela del reciente Premio Nobel de Literatura:

- Cuentos memorables según Borges (Punto de Lectura).
- Melhores contos del brasileño Caio Fernando Abreu (Global Edita).
- El paraíso en la otra esquina de Mario Vargas Llosa (Alfaguara).

25 octubre, 2010

Once joyas de Alice Munro


Siempre hubiera querido descubrir algún tesoro, un tesoro de verdad, como aquellos que desenterraban los piratas al pie de una palmera en una isla desierta. Pero es verdad que, aún con un detector de metales, es cosa bastante improbable. Sin embargo, la literatura ofrece oportunidades similares -bueno, es verdad que nadie se ha hecho rico leyendo libros- y nos pone delante grandes y pequeños tesoros que de alguna forma enriquecen nuestra vida.

Incluso físicamente. Así encontré yo uno en la estantería de una librería. Aquel libro no estaba colocado como debiera, es decir, entre otros dos libros enseñando únicamente el lomo, sino que estaba de frente, en perpendicular a la hilera de libros mostrando su portada azul. Por eso lo ví de inmediato, reconocí a su autora y comprobé, además, que no había más ejemplares. No podía dejar pasar aquella oportunidad: miré a derecha e izquierda, lo alcancé con la mano y me lo llevé (eso sí, pasé antes por caja para pagarlo).

Ese tesoro es 'El progreso del amor' de Alice Munro (Ontario, Canadá. 1931), un libro de once maravillosos relatos. He de decir que, como en otras ocasiones, fue también sobre las nubes -en un vuelo transatlántico entre Madrid y Nueva York-, donde destapé el cofre y descubrí esta joya literaria que recuperé de la maleta. Siempre pienso que un avión, con horas de viaje por delante, es una maravillosa sala de lectura. Son pocas las distracciones y el placer de leer se multiplica por dos.

Abrí el libro, y el primer relato que da nombre al libro comenzaba así:

"Me llamaron por teléfono al trabajo, y era mi padre. Ocurrió poco después de mi divorcio, en las oficinas de la agencia. Mis dos hijos estaban en el colegio. Era un día de septiembre bastante caluroso".

De ahí en adelante (también continué leyendo por las nubes en otro viaje de ida y vuelta a Puerto Rico) comprendí que aquel tesoro de once joyas brillantes tenía un valor incalculable.

Todos los relatos son historias que hablan de personajes y vidas marginales tocadas por algún suceso extraordinario. Me gustaron todos ellos pero podría resaltar especialmente (porque así lo marqué mientras leía) cuentos como 'El progreso del amor', 'Monsieur les deux chapeaux' o 'La luna en la pista de hielo de Orange Street'. Al primero de ellos pertenecen estas frases que subrayé:

- “Una sola gota de odio en tu alma se extenderá por todas partes y lo destruirá todo, como una gota de tinta en la leche blanca”.

- "En verano entraba por las ventanas abiertas el olor a cedro del cementerio y de vez en cuando el ruido, casi sacrílego, de un coche que iba como un rayo por la carretera".


    No había leído antes a Alice Munro pero espero poder desenterrar a partir de ahora otros tesoros suyos. En un artículo en Financial Times, Lesley McDowell -autora de 'Between the Sheets: The Famous Literary Liaisons of Nine Twentieth-Century Women Writers'-, reflexiona sobre el papel de las mujeres y la escritura de ficción breve. “The urge to probe a vital connection between women and the short story is surely, therefore, an irrational one. But is also compelling given the number of women who excel at the art”. Y a quien cita como primera de la lista es a Alice Munro. Continúa McDowell preguntándose: “Why do so many women writers choose to privilege the art of short story above other literary forms?”.

    Yo no tengo la respuesta pero sí me viene a la cabeza el recuerdo de Josefina Aldecoa, otra maravillosa autora de cuentos. 

    Finalmente, cuando a otra mujer escritora como la irlandesa Emma Donohuge, le preguntan en Small Talk, también en Financial Times, quiénes son sus influencias literarias, cita igualmente entre ellas a Munro y, lo que es más interesante, el motivo por el que lo hace, que me parece un perfecto resumen de lo que ofrece la lectura de sus cuentos. “Who are your literary influences?: Austen. Dickens. Alice Munro, whose books are a model of how to get a lot into a few pages”.

    - Para leer una entrevista (en inglés) con Alice Munro haz click aquí
    - Crítica literaria de Javier Fernández de Castro, haz click aquí.

    16 octubre, 2010

    «Freedom» o el libro papagayo de Jonathan Franzen

    ¿Por qué -me pregunto- un libro que ha sido calificado como obra maestra, la “gran novela americana del siglo XXI”, se publica con un diseño de portada tan poco atractivo?

    Me refiero a ‘Freedom’ (Farrar Straus Giroux, 2010), la cuarta novela de Jonathan Franzen (Western Springs, 1959), a quién algunos ya consideran merecedor del título de Gran Novelista Americano. Entre otros, la revista Time, que situó su fotografía en portada, algo reservado hasta ahora únicamente a autores de la talla de James Joyce, John Updike, Toni Morrison, Vladimir Navokov, J.D. Slinger y Tom Wolfe.

    Estoy hablando de continente y contenido y, por lo tanto, alguien puede pensar que lo realmente importante es lo que Franzen ha escrito. Es cierto, pero eso es un juicio sobre el autor, y no sobre el libro que, al final, es un objeto que se vende y cuesta dinero. ¿No se cuida al máximo el diseño del envase de un perfume o de una caja de bombones? ¿No se aprecia mejor el vino -el contenido- en una copa de cristal que en un vaso de plástico?

    La belleza exterior de las cosas –como de las personas- y por tanto también de los libros, ayuda a valorar lo que hay dentro de ellas. Insisto, ya sean cosas, personas o libros. En todos los casos, el grado de belleza que les adjudiquemos siempre será subjetivo, por supuesto. Pero igual que está admitido generalmente que se viste mejor y hay gente más elegante en Italia que en otras partes del mundo, lo mismo se puede decir de los libros, que se editan mejor en España o en Europa que en los Estados Unidos.

    No creo que una de las mejores novelas de toda la literatura americana –un libro literario- merezca publicarse en una edición tan poco cuidada y con una portada tan fea. No lo merece sino que desmerece la calidad de las casi 600 páginas de su interior.

    Quizá la clave haya que buscarla en el deseo del editor de aplicar a la obra de Frazen, las técnicas comerciales del Best-Seller. A este respecto dice Muñoz Molina, como ya comentaba en otra entrada de este mismo blog, que el libro literario "es incompatible con el ecosistema de las grandes superficies. Desaparecen las librerías independientes y las grandes editoriales alquilan espacios en las Barnes & Noble de turno, donde los libros son cada vez más grandes y de colores más llamativos, como los papagayos".

    La estética de Freedom me recuerda a una obra de ciencia ficción (las letras del título parecen retroceder en el tiempo), a un manual de ornitología o de Twitter (por el pájaro azul) o a un cartel de cine anunciando 'En el estanque dorado' (por el lago y la luz crepuscular).

    No sé si he dejado claro que no me gusta la portada de Freedom. Lo puedo decir otra vez pero no quiero resultar pesado. Y sin embargo, por supuesto que me gustaría leer esta gran novela americana; sólo confío en que cuando se traduzca al español la edición y la portada estén a la altura de su calidad literaria. No tienen que ser condiciones incompatibles.

    Y me pregunto finalmente: ¿Le gustará a Jonathan Franzen la portada que la editorial ha elegido para su novela? ¿Le habrán preguntado su opinión antes de imprimir el libro?

    Las gafas de Franzen
    Franzen y su novela han estado últimamente en la picota de los medios de comunicación, ya no sólo y fundamentalmente por la unanimidad sobre su calidad literaria, sino por otras circunstancias entorno a su publicación. Entre ellas, los errores de impresión que incluía la primera edición británica -que no se correspondía con la versión final del texto- o el robo en directo de sus peculiares gafas, aparentemente por unos gamberros, durante la fiesta de presentación del libro en Londres.

    • Una novela para la era Obama, artículo de Eduardo Lago para El País aquí.
    • Freedom, reseña en The New York Times aquí.

    02 octubre, 2010

    «El alquimista» a destiempo

    Otra de las lecturas de verano fue el clásico de Paulo Coelho 'El alquimista' (Ediciones Obelisco. Barcelona, 1997). Aunque supongo que muchos lo habréis leído hace mucho yo no lo había hecho, a pesar de que el libro llevaba años en casa, supongo que esperando su ocasión de ser leído. Por cierto, es interesante pensar que pueda haber libros tristes porque nadie los lee.

    Pensé que el verano era un buen momento para saldar esa deuda pero, o bien yo no lo leí con la calma que el texto requiere, o bien no me pareció que mereciera la popularidad y la fama que lo precede. Es decir, me decepcionó. No encontré nada de lo que esperaba, quizá un revulsivo, alguna chispa que hace contacto en tu interior y te lleva a formular un propósito elevado. No lo encontré -quizá es un libro para leer con menos años y yo lo hice a destiempo- y únicamente leí un cuento predecible, una historia de aprendiz y maestro con el desierto al fondo, un simple libro de autoayuda.

    Si para ti su lectura significó algo más importante, me gustaría conocer tus razones.

    Historia Personal
    "El muchacho no sabía lo que era Historia Personal.
    - Es aquello que tú siempre deseaste hacer. Todas las personas, al comienzo de la juventud, saben cuál es su Historia Personal. En esa altura de la vida, todo está claro, todo es posible, y ellas no tienen miedo de soñar y desear todo aquello que les gustaría hacer en sus vidas. No obstante, a medida que va transcurriendo el tiempo, una fuerza misteriosa empieza a tratar de demostrar que es imposible realizar la Historia Personal".

    30 septiembre, 2010

    Murakami, campeón de 'running' y 'writing'

    Siempre hay una primera vez para todo y a mí una de ellas, leer un libro digital -un ebook-, me llegó este verano. Y fue porque se dieron dos condiciones: la más importante que ya contaba con el dispositivo, y segundo porque, aunque no fuera urgente, sí tuve la necesidad de cumplir con la recomendación de un amigo que me habló sobre un libro que me gustaría si, como era mi caso, empezaba a correr. Dicho y hecho, descargué What I talk about when I talk about running (De qué hablo cuando hablo de correr), el libro de Haruki Murakami que en español está editado por Tusquets (Colección Andanzas).

    La crítica del libro que hizo The Sun (New York) se puede ver aquí.

    Es un pequeño y delicioso relato de sus vivencias como corredor (Murakami ha corrido decenas de maratones y triatlones) escrito de una manera totalmente distinta a lo que hasta ahora -me cuenta mi amigo- estaban acostumbrados a leer los runners: manuales de entrenamiento escritos en lenguaje técnico-deportivo. Según él mimo explica "this is a book in which I've gathered my thoughts about what running has meant to me as a person". Tampoco lo hace para convencer a nadie, "a person doesn't become a runner because someone recommends it".

    Pero Murakami es escritor y aunque habla de running lo hace trazando un paralelismo entre ambos procesos, el de correr y el de escribir, que me parecieron muy interesantes. Exerting yourself to the fullest within your individual limits: that's the essence of running, and a metaphor for life -and for me, for writing as well.

    Y se refiere al talento como la cualidad más importante que debe tener un novelista. In every interview I'm asked what's the most important quality a novelist has to have. It's pretty obvious: talent. No matter how much enthusiasm and effort you put into writing, if you totally lack literary talent you can forget about being a novelist. This is more of a prerequisite than a necessary quality. If you don't have any fuel, even the best car won't run.

    If I'm asked what the next most important quality is for a novelist, that's easy too: fous. [...] After focus, the next most important thing for a novelist is, hands down, endurance. [...] Fortunately, these two disciplines -focus and endurance- are different from talent, since they can be acquired and sharpened through training.

    Correr y escribir: 10 kilómetros o relatos; maratones o novelas; un paso detrás de otro; una palabra detrás de otra; con paciencia, con esfuerzo.

    El pequeño libro de un enorme escritor que sabe seducir.

    12 septiembre, 2010

    Cuatro libros en la maleta

    Estos son los cuatro libros que me he traído de regreso a Nueva York. Salvo Murakami, no he leído nada de los demás autores y reconozco que su elección ha sido bastante arbitraria y por razones diferentes. Tres novelas y un libro de relatos (Alice Munro) que me acompañarán durante los próximos meses y de los que daré cuenta también aquí, en La Palabra Infinita.



    22 julio, 2010

    Tres autores en Nueva York

    El Instituto Cervantes de Nueva York reunió hace algunas semanas a varios escritores españoles en una mesa redonda, más bien rectangular, para hablar de literatura o casi de cualquier cosa. Estas son algunas de las opiniones e ideas expresadas por Elvira Lindo, Antonio Muñoz Molina o Eduardo Mendoza que recogí en mi cuaderno de notas.

    Elvira Lindo afirmó que "el interés por la cultura española en Estados Unidos es desolador. De todo lo que se publica en Estados Unidos sólo se traduce un 4%, y no sé si es por falta de interés o porque no vendemos bien".

    Antonio Muñoz Molina habló sobre "la condición transfronteriza del idioma" respecto del español con el inglés y con las demás variantes del español. "Eso se nota en Estados Unidos cuando hablamos el mismo idioma, un idioma reconocible. A los españoles nos recuerda que no somos los dueños del idioma y que el español no es la lengua de la Guardia Civil de los años 40".

    También se refirió Muñoz Molina al libro literario, del que dijo que "es incompatible con el ecosistema de las grandes superficies. Desaparecen las librerías independientes y las grandes editoriales alquilan espacios en las Barnes & Noble de turno, donde los libros son cada vez más grandes y de colores más llamativos, como los papagayos".

    Eduardo Mendoza señaló que es muy difícil traducir libros españoles al inglés "porque no hay tradición de traducción en el mundo de habla inglesa, donde sólo se traducen obras muy importantes. Además -señaló con sorna- los ingleses no saben qué hacer con el subjuntivo".

    Sin embargo reconoció que "nunca como ahora una obra literaria ha tenido tanta difusión y tantos lectores. Eso sí -puntualizó- dejar que la tribu explote el petróleo es muy raro".

    13 junio, 2010

    Novela de ajedrez

    "A bordo del transatlántico que había de zarpar a medianoche de Nueva York rumbo a Buenos Aires reinaban la animación y el ajetreo propios del último momento". Así empieza un delicioso librito -"Novela de ajedrez", de Stefan Zweig (Acantilado)- que se puede leer de una vez aunque yo lo hice en dos.

    En ese transatlántico viaja Mirko Czentovic, el campeón del mundo de ajedrez, y sobre el ajedrez gira obviamente toda la acción; "el único juego que pertenece a todos los pueblos y a todas las épocas y del que nadie sabe qué dios lo legó a la tierra para matar el hastío, aguzar los sentidos y estimular el espíritu".

    Me pareció una historia fascinante, intensa y bien contada. Me sorprendió después leer la faja promocional que rodea el libro para anunciar que se trata de una 'Novena edición' y donde, además, se incluyen las opiniones de algunos críticos: "Una visión siniestra y sutil de la dialéctica política del fascismo", según Jordi Llovet de La Vanguardia; "Un singularísimo estudio psicológico sobre el telón de fondo de la Alemania Nazi", según Joaquín Aranda de Heraldo de Aragón. Yo no hilé tan fino, únicamente me deleité con la historia, el escenario y sus personajes.

    Algunas frases que también subrayé:

    - "Querer jugar contra uno mismo representa, en definitiva, una paradoja tan grande en ajedrez, como querer saltar sobre la propia sombra".

    - "Vivía como un buzo bajo la campana de cristal en el negro océano de aquel silencio; un buzo que presiente que se ha roto ya la cuerda que le unía al mundo exterior y que nunca más será rescatado de aquellas profundidades".

    - "Tanto para el ajedrez como para el amor es imprescindible una pareja".

    07 junio, 2010

    Viaje al silencio

    Me gusta el silencio. Quizá por eso prefiero escuchar antes que hablar; leer y escribir antes que hablar. Y por fin llegué a la lectura de 'Viaje al silencio' de Sara Maitland (Alba Editorial. Barcelona, 2010), un libro del que ya conocía algunas cosas. Titulado en versión original 'A Book of Silence', Maitland aborda las formas del silencio y su búsqueda.

    Y mientras lo leía se hacía cada vez más vivo mi recuerdo de la lectura de 'De los intentos de permanecer quieto" de Jenny Diski. Por muchas similitudes: porque ambas son mujeres, porque ambas viajan a lugares remotos, porque ambas se alejan de lo establecido como correcto y marchan en busca de su grial personal.

    'Viaje al silencio' no es una novela, más bien un ensayo autobiográfico de peripecia personal con tintes de literatura de viajes. El único pero, por poner alguno es que, precisamente lo personal es a veces lo que más interesa y lo que Sara Maitland hurta al que lo lee. Ella estudia tanto su silencio como el de otros que han relatado sus impresiones, por ejemplo ermitaños, anacoretas y eremitas, aunque se ocupa de aclarar que "no soy de los que abogan por la 'vuelta a la naturaleza' y a la vida de subsistencia. [...] Lo que quiero es vivir en el mayor silencio posible en este momento de la historia."

    Muy pronto explica lo que hoy en día entendemos como silencio: "Empecé a darme cuenta de que el silencio se percibe hoy mayoritariamente como carencia o ausencia de palabras o de sonido: es decir, como una condidión esencialmente negativa." Para afirmar más tarde cuál es su ideario sobre el silencio: "Estoy convencida de que, como sociedad, estamos perdiendo algo muy valioso al fomentar esa cultura que evita el silencio, y creo que el silencio, sea lo que sea, debe conservarse, cultivarse y recuperarse."

    Sus objetivos son muy claros: "Quiero rezar mis oraciones, escribir algunos cuentos, leer algunos libros y subir la colina que está detrás de mi casa para contemplar el mar en los días claros." ¿No es una deliciosa definición de la felicidad? Diré que para mí sí.

    Sara Maitland vive en la actualidad en Galloway (Escocia), en una vieja cabaña de pastores que descubrió: "Aquella era mi casa, mi ermita, mi hogar".

    "No quería estar encajada al pie de un monte, ni encerrada en un bosque, sino expuesta a los vientos. Tampoco es mi paisaje el de las cumbres desafiantes. Es un espacio gigantesco y silencioso de turberas, hierbas, helechos, cercas de piedra derruidas que no delimitan campo alguno, y el áspero grito del zarapito en pleno vuelo."

    31 mayo, 2010

    Guerra y Paz

    Cinco años tardó Liev Tolstói en escribir 'Guerra y Paz' y yo siete meses en leerlo. Este es un libro (del Taller de Mario Muchnik, 2003) que vino de Oriente pero que no vino volando sino en el contenedor de la mudanza que viajó en barco hasta Nueva York en el verano de 2008. Vino con la idea de ser leído en las frías noches de esta ciudad y, al final, se adentró también en los días de la tibia primavera.

    Lo traje para cumplir un compromiso personal de leer este clásico con esa idea quizá algo peregrina de que debe ser uno de los libros de la lista de imprescindibles antes de pasar a mejor vida. Por lo tanto, puedo decir aquello de "prueba superada", pero además puedo decir que disfruté mucho, durante muchas horas, con su lectura.

    Es cierto que pensaba encontrar un libro más clásico y, sin embargo, me encontré con una escritura que me pareció más moderna, más actual.

    Pero ¿Qué es Guerra y Paz?. Es el propio Tolstói quién se hace la pregunta y él mismo quien contesta en las páginas que se han considerado como Apéndice a su obra, publicadas en 1888 en la revista Antigüedades Rusas: "No es una novela ni un poema y todavía menos una crónica histórica: Guerra y Paz es lo que el autor ha querido y podido expresar, en la forma en que está expresado".

    En sus casi 1800 páginas se alternan la Guerra (el ejército, los soldados, Napoleón, el campo de batalla, la nieve, el frío, el hambre y la muerte) y la Paz (los salones de Moscú y San Petersburgo, las damas y los sirvientes, el amor, la pasión, condes y palacetes).

    Este subrayado se refiere a la guerra, donde Tolstói describe lo que separa a rusos y franceses en el campo de batalla:

    Los separaba un vacío de seiscientos metros que permanecía desierto. El enemigo haía cesado el tiroteo y podía percibirse mejor aquella línea terrible, amenazadora, rigurosa e imperceptible que dividía a los dos ejércitos enemigos.

    "Un paso más a llá de esa línea, que recuerda la división entre los vivos y los muertos, y se cae en lo desconocido, en el dolor y en la muerte. ¿Y qué hay allí, quién está detrás de ese campo, de aquel árbol, de aquella techumbre iluminada por el sol? Nadie lo sabe, pero querrían saberlo. Es terrible cruzar esa raya, pero querrían hacerlo. Nadie ignora que tarde o temprano habrá que cruzarla y conocer entonces lo que hay más allá, en la otra parte de la divisoria; lo mismo que algún día habrá que saber fatalmente qué hay más allá, al otro lado de la muerte. Y a pesar de todo uno se siente fuerte, sano, alegre y excitado rodeado por otras personas que se sienten también fuertes, alegres y excitadas." Si no lo piensa, así siente, al menos, todo hombre a la vista del enemigo, y esa sensación infunde un brillo especial y una jubilosa rudeza a cuantas impresiones se suceden en esos instantes.

    22 mayo, 2010

    "Coge 100 folios y un bolígrafo"

    Fue el 17 de Noviembre de 2009. Nos dejamos caer por el Instituto Cervantes para escuchar a Manuel Vicent.

    Esto fue lo que escribí en mi libreta de notas:

    - "Escribir es el oficio al que se llega por exclusión y, por lo tanto, para intentar cambiar el mundo".
    - "Quería hacer un libro -me refiero físicamente- y me encontré escribiendo un relato de mi amigo que había muerto en un accidente de coche".
    - "Kafka, Joyce.... más allá está el abismo. No hay nada".
    - "No hay literatura hasta que la memoria no se confunde con la imaginación. La literatura es memoria podrida por la imaginación".
    - "Según decía Joan Fuster: morir será dejar de escribir".

    - "¿Para empezar a escribir? Coge 100 folios y un bolígrafo. En literatura la cuestión es acertar, no hay otro secreto. Empieza por una primera frase que te guste y déjate llevar".

    25 abril, 2010

    Things I liked about some American authors

    Lionel Shriver: Anyone can write a bad book. But fiction is a high-risk form of work. Writing my last three books, I wasn't sure that the whole project was working until I wrote the last page. I'd have put in a couple of years, and the entire time I was living with high anxiety, writing blind into the fog. I find as I get older, I get less confident. I will have read more, have an appreciation for how much out there is good and how many have failed. I don't assume any sentence is good just because I wrote it. [Full story]

    Joyce Carol Oates:
    Ms. Oates says her ideal work day starts around 8 a.m. and lasts until early afternoon. She writes by hand in notebooks and on scattered scraps of paper at a large desk in an upstairs study overlooking the garden. She types up the manuscript and keeps her notes on hand as a guide; eventually, they go into her archive at Syracuse University. Her office has two tall bookcases filled with her own books—she rarely has time to reread any of them, she said—and separate shelves with other treasured works, including a 1948 edition of "Alice's Adventures in Wonderland" that her grandmother gave her when she was 8 years old. Bowls of cat food and water for her cat Chérie sit on the floor near her desk. [Full story]

    Don DeLillo: One reason why I use an automatic typewriter, particularly this one, is because it has larger-than-usual type. I like the tactile quality of the typewriter and the sense of hammers striking the page and fingers hitting the keys, and the shapes of letters themselves, yes. I lived in Greece for a while and that's where I realized that the alphabet is an art. It's a visual art as well as being a crucial means of expression, and as I learned the Greek alphabet I started looking at letter shapes as I've never done before. [Full story]

    [......] His approach to writing borders on obsessive. He fixates on the shapes of letters and words, and judges each phrase for its visual appearance as well as its rhythm and clarity.

    He likes word combinations where one word surrounds another, such as "raw sprawl," says Ms. Graham, his editor at Scribner.

    Sometimes, Mr. DeLillo says, he will swap out a word for a more rhythmically appealing one, even if it alters the meaning of the sentence. He often types up a single paragraph at a time, using a clean sheet of paper for each paragraph, so that he can study the architecture of each passage in isolation. [Full story]

    [......] Mr. DeLillo is 73 now and considers himself a late bloomer. He didn’t publish his first novel until he was 35, after quitting a job in advertising and after what he calls “a golden age of reading,” in which he would “consume fiction as if it were breakfast cereal.”

    Asked why his first book took him so long, he answered: “I don’t have any explanation for that. All I know is that one day I said to myself, ‘I think I’m a writer.’ I started making sentences I didn’t know I was capable of.” [Full story]

    Zadie Smith: I don't like to write something unless I feel I really must. [Full story]

    Anne Tyler: Point of view is not something I consciously decide. Almost always, when I come up with a plot I find that the point of view has automatically arrived with it, part and parcel of the story.

    The first-person viewpoint is more enjoyable to write, because it lets me meander more freely, and it can reveal more of the character's self-delusions. Really all the advantages are with first-person, so I'm sorry I don't get to pick and choose. There's surprisingly little difference between writing from a male angle and from a female angle, but I feel more restricted in my language when I'm writing as a male character because males tend to sound less emotionally expressive than females.

    I have to work doggedly for my plots, but then a few days after I've figured one out, the first sentence will simply float into my hearing. For A Patchwork Planet: "I am a man you can trust." Or for Dinner at the Homesick Restaurant: "While Pearl Tull was dying, a funny thought occurred to her." That's how I learn what the viewpoint should be. [Fully story]

    12 abril, 2010

    Llámame Brooklyn

    Otra vez la butaca de un avión (vuelo Delta 279 Nueva York - Las Vegas) me sirvió para comenzar la lectura de un libro, en esta ocasión "Llámame Brooklyn" (Ediciones Destino, 2006), la novela de Eduardo Lago -actual director del Instituto Cervantes de Nueva York-, ganadora del Premio Nadal en 2006.

    Volábamos hacia la noche robándole la luz al día cada vez más deprisa.

    Una obra bien tejida con Nueva York de nuevo como fondo (tras 'Invisible'), con paisajes reconocibles, y unos personajes grises y marginales que transitan a lo largo de los años en torno al Oakland, un bar de marineros en Brooklyn que sirve de epicentro de la narración, con la historia de unos papeles (¡un cementerio de manuscritos!) a la espera de ser interpretados y reescritos como eje de la misma. En ciertos momentos se hace complicado seguir el hilo narrativo por la cantidad de personajes, tiempos e historias que se entrecruzan sin cesar.

    En la entrada anterior de este mismo blog reflejaba el esfuerzo de un escritor (David Remnick) al levantarse a las 5:30 de la madrugada para escribir. En esta ocasión, el periodista que escribe la novela sobre los manuscritos encontrados lo hacía incluso antes: "Me levantaba a las cuatro y media de la madrugada, a fin de poder escribir un par de horas largas antes de irme a la redacción, y continuaba al final del día, como si la jornada de trabajo hubiera sido un paréntesis innecesario. Y seguía así durante los fines de semana y los días libres".

    Quien dejó las papeles dice también en un momento: "La verdad es que no tenía ni la más remota idea de lo que quería hacer con mi vida, pero el día de la ceremonia de graduación, cuando mi abuelo me preguntó si sabía qué quería hacer el resto de mi vida, le contesté resueltamente que quería ser escritor. No sé qué demonios me impulsó a darle aquella respuesta. Lo hice sin pensarlo, pero cuando aquella misma noche lo medité a fondo, me di cuenta de que le había dicho la verdad".

    También subrayé algunas otras frases:

    - "Alcanzamos los límites de la ciudad cuando la mancha jabonosa del sol empezaba a despuntar por detrás de una hilera de casas bajas".

    - "Cuando la imagen se disolvió sentí un relámpago de deseo".

    - "Gracias a ti puedo decir que soy escritor. Antes de esto, siempre sentí que me quedaba grande la palabra".

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