¿Quién es un voyeur -un mirón- sino aquel que oculto en la distancia o la oscuridad busca sorprender la intimidad de otra persona totalmente ajena a su observador?
El lector voyeur, sin embargo, no es aquel que parapetado tras el libro abierto espía los movimientos de otras personas a su alrededor, sino aquel que con la mirada fija en sus páginas atisba la vida de los personajes que pululan en la ficción.
Así, el lector se sienta cómodamente en su butaca o bajo la sombra fresca de un árbol para seguir al milímetro -aunque no siempre necesariamente- la peripecia de sus protagonistas. Y no sólo mientras se desnudan o realizan otras tareas que normalmente no conocemos sobre otras personas en la vida real, como sucede en muchos casos, sino también para llegar a conocer hasta lo más recóndito de sus pensamientos y emociones. El lector no necesita ocultarse tras ninguna cortina, pero sí utilizar el catalejo del escritor, el instrumento que enfoca y ajusta nuestra visión sobre los personajes. Es el escritor, a través de su escritura (el catalejo que pone a disposición del lector) quien nos permite descubrir más o menos detalles sobre el personaje; contemplar una espalda desnuda en todo su esplendor o entrever apenas un reflejo en el cabello, mostrar una única palabra o la angustia sofocante de una larga pesadilla.
Al menos yo, en muchas ocasiones, me he visto a mí mismo oculto tras la ventana indiscreta de un libro, absorto en la vida de personajes de ficción que he sentido de carne y hueso, y cuyo reflejo ha permanecido en mi retina aún mucho tiempo después de cerrar la última página.
- La ilustración pertenece a un cuadro de Edward Hopper (1882-1967) pintado en 1928: "Nights windows".
- Para ver los 7 primeros minutos de La ventana indiscreta (Rear window, 1954) de Alfred Hitchcock, pincha aquí.
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