Pestañas

31 octubre, 2011

El inmenso río de «Los detectives salvajes» de Roberto Bolaño

Ahora que me siento a escribir no sé por dónde empezar. Si es por el principio, como dicta el sentido común, diré que compré esta novela en una preciosa librería de la calle 57 -Rizzoli- donde además de libros de arte, diseño y fotografía hay una pequeña sección de libros en español. Allí me encontré con esta edición de «Los detectives salvajes» (Vintage Español, Random House, Nueva York. 2010), del chileno Roberto Bolaño, publicada en 1998. Pero si tuviera que empezar por el final me preguntaría que por qué he tardado tanto tiempo en leer a Bolaño. Sólo (lo siento pero no puedo evitar continuar poniendo el acento) me queda pensar que era como una de esas asignaturas difíciles cuyo estudio uno va dejando para el final -esperando el momento propicio de ponerse a estudiar- mientras se entretiene en cosas más asequibles.

Otra razón también es que le tenía -y no sé porqué- un respeto reverencial a Bolaño. Igual que a Cortázar. Pero en esos casos lo mejor es ir de frente y conocer al autor a través de su escritura. Si el primer acercamiento a Cortázar (Bestiario) no fue del todo satisfactorio, el encuentro con Bolaño y sus Detectives salvajes ha sido "uno de los acontecimientos literarios del año", me refiero claro a este año mío de lecturas, el libro que me ha acompañado (incluidas las siete horas de un vuelo transoceánico) a lo largo de este mes de octubre.

En realidad no tenía ninguna idea previa sobre lo que me iba a encontrar -ni en estilo ni en argumento-, así que lo que hallé -por sorpresa- fue una mina, un yacimiento de 600 páginas de letra apretada por donde discurre un inmenso río de personajes e historias que se suceden a gran velocidad y en muchos escenarios distintos. Una novela de muchas voces escrita a modo de crónica o diario:

Roberto Bolaño 1953-2003
«Arturo Belano y Ulises Lima, los detectives salvajes, salen a buscar las huellas de Cesárea Tinajero, la misteriosa escritora desaparecida en México en los años inmediatamente posteriores a la Revolución, y esa búsqueda, el viaje y sus consecuencias se prolonga durante veinte años, desde 1976 hasta 1996, el tiempo canónico de cualquier errancia, bifurcándose a través de múltiples personajes y continentes, en una novela en donde hay de todo: amores y muertes, asesinatos y fugas turísticas, manicomios y universidades, desapariciones y apariciones».

Y, al fondo, el inmenso mundo literario que tiñe toda la novela, con personajes reales e incluso el propio Bolaño en el papel de Arturo Belano. Hablando de literatura, Bolaño pone en boca de uno de los personajes: "Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Esta es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado".

Los detectives salvajes es una novela que está llena de vida, que atrapa, que conmueve. Que no hay que dejar de leer. En Rizzoli tuve también en la mano su novela póstuma "2666", un grueso volumen que espero leer, sin duda, más pronto que tarde, porque como dice otro de sus personajes "todos los libros del mundo están esperando a que los lea".

  • [Vídeo] Roberto Bolaño: el último maldito (vida y leyenda del escritor chileno), aquí.

P.D.- La Palabra Infinita ha cambiado ligeramente su diseño para hacerlo más claro y atractivo. Espero que te guste.

24 octubre, 2011

Sólo ceniza

En estos días, de paso por Madrid, he vuelto a pasear la vista por la librería de casa y me he topado con un pequeño libro de poesía. Era de mi padre; tiene su sello, su firma (una versión anterior a la actual que yo he conocido siempre) y una fecha escrita a lápiz: 1957 (yo no había nacido todavía).

Se trata de «Sólo ceniza» (Viñuela Impresor. Madrid, 1952), de Eduardo Alonso, y prólogo de Dámaso Alonso. En la solapa dice: "El poeta Eduardo Alonso ha logrado con su verso el gran milagro de la poesía, que es la palabra pasada por el corazón -"retenida en el lago del corazón"- y transida de sangre humana que la tinta, la pluma y el papel no pueden matar. El poeta Eduardo Alonso ha conseguido en Sólo ceniza la lírica permanencia del hombre. Nada más y nada menos".

Releyendo deprisa algunas de sus páginas he elegido estos versos:

Mi silencio en tu boca
Mi silencio en tu boca,
¡y después que me digan palabras
las horas!
Mi silencio en tu pecho,
¡y después que me digan palabras
el viento!
¿Pero no te has fijado que si juego con esas palabras
me canso, me canso...?


Callada luz en la sombra
Callada luz en la sombra
del tiempo que va pasando.
Velero anclado en la orilla
del río y la maravilla
del agua que va soñando.
Rumor del viento en las hojas
doradas de un árbol frío.
Clavel de paz en la tarde,
como una llama que arde
Por dentro en el ancho río...


Esta curva proyección
Esta curva proyección
del nacimiento a la muerte,
y esta esencia,
no de flor, sino de ausencia,
que respiramos tan fuerte.
Este redondo trajín
de nuestra inquieta pelea,
y este mito
de nuestro afán infinito
de crear, y nadie crea.
Este Dios mío, Dios mío
que nos habla, que nos mira,
y este irse
por un suspiro al sentirse
mejor cuando se suspira.
Este saber todo y poco
de los caminos que andamos,
y este ser
del pensamiento al no ver
lo que, si vemos, callamos...


P.D.- He aprovechado también estos días para comprar dos libros que me llevo en la maleta: «Libertad», de Jonathan Franzen, y «Daisy Sisters», de Henning Mankell.

17 octubre, 2011

Sobre un poeta, un cepillo de dientes, la promoción de una escritora y dos nuevos libros

Arne Dedert (EFE)
Sigo leyendo con deleite a Bolaño y sus detectives salvajes. Por eso y porque el ocio y el trabajo me han robado estos últimos días el tiempo necesario para escribir no pude acudir a mi cita con el blog el lunes pasado.

Un poeta
Sin embargo, sucedieron cosas interesantes por el medio, por ejemplo, descubrir a Pedro Garfias en la propia novela de Bolaño: "Y estaba sentada en el wáter, con las polleras arremangadas, como dice el poema o la canción, leyendo esas poesías tan delicadas de Pedro Garfías", el poeta español que murió en Monterrey (México) en 1967. La curiosidad venció a mi ignorancia y descubrí con sorpresa que Garfias fue un poeta de la vanguardia perteneciente a la Generación del 27, autor del poema Asturias (Poesías de la guerra española, México, Minerva, 1941), cuyos versos sirvieron a Víctor Manuel para componer la bellísima canción que ahora es considerada como un segundo himno de Asturias.

Un cepillo de dientes
También estos días, que han visto celebrar LIBER (la feria española de la industria editorial), en Madrid, y la Feria del Libro de Frankfurt, donde se negocian los derechos de autores y libros para todo el mundo, me hicieron pensar algo mientras me cepillaba los dientes una noche: por qué -como algunas piensan o nos quieren hacer pensar- los nuevos libros digitales serán algo muy distinto de lo que ahora conocemos. Dicen que incorporarán vídeo, que conectarán con otros lectores que lean al mismo tiempo e incluso con el propio autor, con el que podremos dialogar; que incorporarán una versión en videojuego; que veremos fotografías y escucharemos las músicas de lugares y canciones que aparezcan en el texto y que, en definitiva, estaremos ante algo tan nuevo y diferente que ni siquiera podrá llamarse libro. Y aquí es donde yo pensé -cepillo en mano- que otras disciplinas, a pesar de los embates de la tecnología, apenas han cambiado su esencia. Al cine mudo sucedió la voz; al cine en blanco y negro el color; al cine de andar por casa los efectos especiales; al cine analógico el digital; al cine plano el 3D; al cine en las salas el DVD e Internet...

¿De verdad todas estas transformaciones han variado la esencia de una película, que no es otra -a mi juicio- que el contar una historia a los espectadores? Pues creo que lo mismo sucede con el libro. De papel o digital, con ilustraciones o con vídeos, su esencia, el núcleo central y lo que capture la atención del lector será la historia narrada.Y parte del valor del libro tradicional como ahora lo conocemos -formado por páginas de texto-, es lo que sugieren las palabras en la mente del lector, que sin ver ni tocar lo que se narra (no vemos los paisajes, ni los rostros de los personajes, ni las calles que transitan) es capaz de evocar y soñar con esos personajes y con los mundos que crea o recrea el autor. En la era de la imagen, no ver todo lo que se nos cuenta sigue siendo sin duda un valor inestimable.

La promoción de una escritora
La vida después
Pues en esas estaba cuando Marta Rivera de la Cruz (@MartaRiveraCruz) me invitaba en Twitter a visitar la web de su nueva novela www.lavidadespues.es de la que ya había leído el primer capítulo avanzado también por ella. En definitiva, labores y tácticas de promoción que yo entiendo perfectamente pues como si de cualquier otro oficio se tratara -y ella misma reconoce sin pudor en Twitter- "los libros hay que escribirlos, pero luego hay que venderlos". La escritora, nacida en Lugo en 1970, también señala con total sinceridad que "Necesito lectores. Muchos. Como el comer. Las novedades me amenazan, y Ruiz Zafón está a la vuelta de la esquina". Yo no he comprado el libro y no sé si lo haré porque al contrario de lo que le ocurre a un escritor, que centra todo sus esfuerzo y esperanzas en un libro concreto, la oferta para el lector tiende siempre al infinito, lo contrario de su capacidad de selección y sin duda de su presupuesto.

Dos nuevos libros
The Art of Fielding
Y hablando de libros, en estas dos semanas compré dos nuevas novelas en Amazon: la opera prima de Chad Harback, el amigo de unos amigos, que ha tardado diez años en escribir The Art of Fielding, y Necrópolis, publicada en 2009 por el escritor colombiano Santiago Gamboa (Bogotá, 1965). De la primera, el propio Jonathan Franzen, el afamado autor de Libertad, ha dicho: "Reading The Art od Fielding is like watching a hugely gifted young shortstop: you keep waiting for the errors, but there are no errors. First novels this complete and consuming come along very, very seldom". Sobre la segunda, tenía ganas de leerla desde que escuchara al escritor en una conferencia en Nueva York junto a otros tres escritores latinoamericanos.

P.D.- En el tiempo de ocio (Columbs Day nos regaló tres días), un viaje nos llevó hasta Washington (donde puse cara y voz a @eRomanMe), Baltimore y una granja Amish en Lancaster (Pennsylvania). El ticket de entrada a la granja ($8,50) me sirve ahora como marcapáginas en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño.

03 octubre, 2011

«Emaús» según Alessandro Baricco

Comenzar un nuevo libro de un autor "no leído" hasta el momento siempre tiene un plus de interés, así que con esa sensación de leer algo especial me enfrenté a la lectura de «Emaús» (Anagrama, 2011), de Alessandro Baricco (Turín, 1958). También sabiendo que iba a ser una lectura breve en longitud, 150 páginas de letra amplia. Siempre había tenido a Baricco en la recámara de mi inconsciente lector por «Seda», que recuerdo hojeando varias veces en alguna librería y por la que es internacionalmente conocido. Al final nunca la compré y los azares de la vida llevaron primero hasta mis manos este Emaús, que toma su título del pasaje del Evangelio en el que dos discípulos camino de aquella ciudad se encuentran en el camino con Jesús pero no lo reconocen.

Tardé un tiempo en entrar en materia y en reconocer la forma de escribir de Baricco, pero una vez superada esa fase sentí crecer la historia y a sus personajes, cuatro amigos adolescentes -profundamente católicos- que se asoman al mundo donde una chica -Andre- es al mismo tiempo el epicentro de sus gozos y sus desdichas. Es una novela corta donde aparecen los temas que son propios de la juventud que abandona la adolescencia de una forma abrupta pero desde la original óptica de la religión.

No diré mucho sobre la trama porque lo mejor es leerlo pero Baricco crea una atmosfera y unos personajes que me gustaron, y Emaús es un libro corto que se saborea -como los mejores licores- despacio .

  • Algunas frases que subrayé mientras leía:
- Quien ha empezado a morir no deja ya de hacerlo.

- Estamos llenos de palabras cuyo verdadero significado no nos han enseñado, y una de ellas es la palabra dolor. Otra es la palabra muerte. No sabemos a qué se refiere, pero las utilizamos, y esto es un misterio.

- Tenía que decirle que había otro modo de estar en el mundo, y que nosostros creíamos que ese era el camino, la verdad y la vida.

- [Rezar] Me causaba verdadero alivio hacerlo de rodillas, durante larguísimo tiempo, en iglesias casuales, a la hora en que tan sólo hay el caminar lánguido de las viejecitas, el batir de las puertas, de vez en cuando. Estaba con Dios, sin pedir nada.

- La vida sexual de nuestros padres es, de hecho, una de las pocas cosas sobre las que no queremos saber nada. Nos gusta pensar que no existe y que no ha existido nunca. No sabríamos dónde meterla, en el seno de la idea que nos hemos hecho de ellos.

  • Entrevista [vídeo] con Alessandro Baricco sobre Emaús, aquí.

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