Pestañas

17 junio, 2007

Son impuros


Como a tanta gente, creo, me apasiona leer primeras frases y primeras líneas de libros y novelas. Parece, y probablemente sea cierto, que anuncian lo que vendrá, las historias, las vidas, los sentimientos que iremos descubriendo en las páginas -aunque sean cientos- que después leeremos. Pues eso, que me parece que las primeras letras encierran la clave de todo lo posterior. A propósito de esto, leo en El Cultural del diario El Mundo, las primeras páginas de la nueva novela de John Updike, "Terrorista", en la que "se pone en la piel de Ahmad, un joven musulmán norteamericano que aspira a convertirse en terrorista suicida, incapaz de adaptarse a una sociedad llena de lujuria y temor". La novela comienza así:

"Demonios", piensa Ahmad. "Estos demonios quieren llevarse a mi Dios". En el Central High School, las chicas se pasan el día contoneándose, hablando con desdén, exhibiendo tiernos cuerpos y tentadoras melenas. Sus vientres desnudos, adornados con flamantes pendientes en el ombligo y tatuajes fatuos que se pierden muy abajo, preguntan: "¿Acaso queda algo más por ver?". Los chicos se pavonean, se arriman a ellas, gastan miradas crueles; con chulescos gestos de crispación y un desaire apático al reír indican que el mundo no es más que esto: un vestíbulo ruidoso y esmaltado, con taquillas metálicas a cada lado, que termina en una pared lisa, profanada por graffiti y repintada con rodillo tantas veces que parece avanzar milímetro a milímetro.

Es un espectáculo ver a los profesores, cristianos débiles y judíos que no cumplen los preceptos de su religión, enseñando la virtud y la templanza moral, pero sus miradas furtivas y voces huecas delatan su falta de convicción. Les pagan para que digan esas cosas, les pagan la ciudad de New Prospect y el estado de New Jersey. Pero carecen de fe verdadera; no están en el Recto Camino. Son impuros.

Constantinopla y Bizancio


Termino hoy mismo dos lecturas bajo el signo de la ciudad puente entre Oriente y Occidente que me han ocupado en las últimas semanas. Se trata de "La caída de Constantinopla 1453" de Sir Esteven Runciman (Edit. Reino de Redonda. Barcelona 2006) y "Bizancio" de Stephen Lawhead (Salamandra. Emecé editores. Barcelona 1998).
La primera es una obra clásica -completamente desconocida para mí- del historiador inglés nacido en 1903 que en la parte más intensa y literaria del libro narra los preparativos y el asedio de la ciudad por parte de los turcos. Como señala Javier Marías en el epílogo, es aquí donde se produce el fenómeno que me llama la atención: el relato escrupulosamente objetivo, rigurosamente cronológico, distante como todo texto eminentemente descriptivo, interrumpido con frecuencia por observaciones marginales disipadoras de toda posible tensión, se lee con apasionamiento como se devoran las páginas de una gran novela (...) La caída de Constantinopla es una creación literaria extraordinaria. Runciman, sabedor de que su material se prestaba a la aventura, ha rehuido en su prosa lo que de novelesco se le ofrecía. Si en cualquier instante hubiera caído en la comprensible tentación de "novelar", es justamente entonces cuando su obra no habría tenido nada de literatura, de buena y auténtica literatura. Habría constituido un pastiche, un ejemplar más de ese género híbrido que trata de satisfacer indiscriminadamente: nada tan indeseable como la biografía o la historia noveladas.

(28 de mayo de 1453) Hacia la una y media de la madrugada, el sultán decidió que todo estaba a punto y dio la orden de ataque. De pronto se hoyó un estruendo horripilante. A todo lo largo de las murallas los turcos se habían lanzado al asalto entre gritos de guerra, mientras tambores, trompetas y pífanos los animaban a la lucha. Las tropas cristinas habían estado esperando en silencio, mas, cuando los vigías de las torres dieron la señal de alarma, las iglesias cercanas a las murallas comenzaron a tocar las campanas y todos los templos de la ciudad, uno a uno, repitieron el aviso hasta unirse al redoble todos los campanarios. A casi cinco kilómetros de distancia, en la iglesia de Santa Sofía, los devotos supieron que la batalla había comenzado.
(...) Fueran cuales fuesen los detalles, el sultán Mehmet estaba muy contento de que el emperador hubiese muerto. Ahora ya no sólo era sultán, sino heredero y poseedor del antiguo Imperio Romano.
***
Deslumbrado por el brillo y el misterio de la ciudad de Constantinopla recuperé después la novela de Stephen Lawhead, "el histórico viaje de un monje irlandés, portador del Libro de Kells, hacia la misteriosa y exótica Constantinopla". Quizá una novela perteneciente a lo que Javier Marías denomina "género híbrido que trata de satisfacer indiscriminadamente: nada tan indeseable como la biografía o la historia noveladas". Bueno. Una historia inspirada en la vida de San Aidano que a mí me ha envuelto en una época y unas aventuras que me han dado horas de entretenimiento y ganas de seguir leyendo. Yo lo recomiendo. Y ganas de seguir sabiendo más acerca de esa ciudad misteriosa y fabulosa que ha sido y seguirá siendo Estambul. Ahora sí tengo más ganas de sumergirme en la lectura de algunas de las obras del turco, Premio Nobel de Literatura en 2006, Orham Pamuk. Seguro que lo haré. Y viajar algún día a ese enclave frontera entre Oriente y Occidente. ¿Por qué no?

10 junio, 2007

La Feria del Libro y Rosa Montero

Termina hoy la Feria del Libro de Madrid, la tradicional feria de El Retiro. Antes me gustaba ir a recorrer casetas y husmear libros, con la autoimposición incluso de comprar al menos un libro por edición. Ahora reservo para los Reyes Magos el grueso de mi regalo en libros para el resto del año. Y creo que también he dejado de acudir por el agobio de la gente y porque al final, casi todos los libros se repiten en todas las casetas, libros que puedes encontrar en cualquier otro lado.
Sin embargo, conservo un tesoro de la feria del año 1981 (hace nada más y nada menos que ventiséis años), que cumplía su cuarenta edición. Entonces yo tenía 18 años y pedí a una jóven también Rosa Montero , más periodista entonces que escritora, que me firmara su segundo libro, "La función delta" que por supuesto conservo, con la siguiente dedicatoria escrita con la clásica letra redondeada de chica de colegio:
Para Javier, futuro compañero (quedas emplazado a firmarme un día!) deseándote un delta vital favorable. Un abrazo. Rosa.
***
Quien sí ha estado este año ha sido Cristina (trece años), que con una compañera de clase, y para el periódico que estaban haciendo, entrevistó a Julia Navarro, otra periodista reconvertida en escritora de éxito. Y quién sabe si Cristina, como su padre, no repetirá también como periodista...

La mujer de negro


Esta vez fue teatro. Teatro que hemos descubierto hace pocos años, probablemente cuando hemos tenido más tiempo, más tranquilidad -también más dinero- y más ganas de descubrir algo que parecía reservado a otro tipo de gente. Y el teatro es pura magia: crear vida sobre el escenario a través de la palabra y los sentimientos expresados por esos farsantes que son los actores que representan vidas y emociones hasta hacerlas verdaderas al espectador; una maravilla.

Vimos "La mujer de negro" en el Teatro Infanta Isabel, en la calle Barquillo. Se trata de una adaptación de una novela de Susan Hill (Yorkshire, 1942) y que, según el programa, lleva representándose diecisiete años en el West End londinense y nueve años en México, y ha sido vista ya por más de cinco millones de espectadores en todo el mundo. Dirigida por Eduarzo Bazo, la obra está representada únicamente por dos actores, Emilio Gutiérrez Caba (Arthur Kipps) y Jorge de Juan (el actor), que trabajan soberbiamente. La mujer de negro es una obra de miedo -terror en algunos casos- muy bien conseguida además de por la calidad de los actores por los efectos de luz y sonido que recrean una auténtica atmósfera de pesadilla. Salimos muy satisfechos y con ganas de dejarnos cautivar de nuevo por la magia del teatro.

03 junio, 2007

Manta y almohada


Hace hoy un año que Ignacio y Laura llegaron de nuevo a casa después de pasar un curso completo en Irlanda; y también un año desde que yo comenzaba a escribir este blog. Recuerdo aquella experiencia con cariño, y creo que también con envidia por lo que al menos pienso que debe de tener de mágico, a los 14 y a los 15 años, vivir un año entero en otra parte del mundo, lejos de lo que hasta ese momento has conocido.

Recordaba todo esto el otro día a propósito de una película que vimos Ana y yo, "Un buen nombre (The namesake)", dirigida por una mujer -Mira Nair- y basada en la novela homónima de la escritora norteamericana Jhumpa Lahiri. La historia de una pareja hindú que se casa en Calcuta y se traslada a vivir a Nueva York. "The namesake" habla de dos culturas en conflicto, de dos generaciones y dos formas de vida muy diferentes que entran en conflicto.

Uno de los personajes -en una frase que se repite varias veces y que me hizo añorar la posibilidad de viajar- ofrece un consejo que encierra toda una forma de enfrentar la vida: "Coje una manta y una almohada, y sal a ver mundo. No te arrepentirás". No de otra manera, simplemente con una manta y una almohada...

***
Por la tarde, todos juntos, fuimos al cine a ver la tercera parte de Los Piratas del Caribe - El fin del mundo (The Pirates of the Caribbean - At World's End).

02 junio, 2007

Escritura y ficción


Carmen Balcells -editora- responde en el suplemento Fuera de Serie, del diario económico Expansión, a la pregunta de "¿Qué le aconsejaría a alguien que quisiera dedicarse a escribir?":
El trabajo de escritor necesita ocho horas de trabajo diario. Escribir es otra cuestión. Aunque yo no doy consejos, sólo órdenes, lo mejor es coger un cuaderno de notas y escribir una frase que describa la situación actual: "Hoy, día 4 de marzo, empiezo a escribir. Estoy en un avión que sobrevuela cualquier país". A partir de ahí, mucha disciplina. Con el paso de los años, hay algo que he descubierto sola y que casi no he exteriorizado: si a los niños se les acostumbrase en las escuelas a llevar un periódico y explicarlo, adquirirían una disciplina de concisión y orden mental impresionante. Hace unos años, cuando tuve problemas de movilidad sufrí mi mayor crisis. Aquella sensación tan terrible me hizo pensar en empezar un diario, donde dejo constancia de lo que hago cada día. Pero me he dado cuenta de que me autocensuro, a veces estoy a punto de hacer un comentario tan duro que me autocensuro.

***
En la misma revista, en otra fecha, el escritor egipcio Alaa Al Aswany -autor de "El edificio Yacobián" (editorial Maeva)- reflexiona acerca de si las novelas cambian la vida de las personas:

No es exactamente que las novelas nos cambien la vida. Hay libros que remueven algo en el interior de las personas, que cambian la visión que tenemos de algunas cosas o hacen aflorar sentimientos inesperados. Una buena manera de evaluar una ficción es preguntarse después de leerla si sentimos algo diferente. Si algo, aunque sea un ligero matiz, ha cambiado en nosotros es que la ficción es buena.
***
También sobre la escritura reflexiona J.J. Armas Marcelo en su habitual artículo en ABC de las Letras. El título es claro, "Escribir":
Escribir no es tan fácil. No hay que confundirlo -como hacen tantos- con redactar, que tampoco. A un malo escritor se le notan los defectos en la insistencia en el error, por querer ser más cuando se es menos. A un buen redactor incluso se le perdona la vida y se le puede premiar algún día con un galardón que nadie quiera. Por otra parte, algunos escritores de postín, cuando ganan un premio económicamente importante, lo justifican siempre de la misma manera: el dinero lo quieren para comprar tiempo y escribir. (...) No, escribir no es tan fácil como creen muchos lectores o como asumen algunos escritores que confunden la escritura literaria con la redacción de un texto cualquiera, desde una necrológica sin ganas hasta una invitación sin sentido alguno. (...) ¡Vaya vicio la escritura! Cuando le preguntamos a un escritor las razones de su obsesión por escribir descubrimos mil contestaciones más o menos vacías. Recuerdo, sin embargo, una muy buena y sin excusas del novelista Alberto Omar. "Me puse a escribir", dijo Omar, "porque quería ser alguien ante los demás". Parece respuesta de un escritor sincero frente a tanto mentiroso...

Depresión

Carlos Castilla del Pino -psiquiatra-, en una entrevista en el diario ABC bajo el título "La gran derrota es no poder realizarse" reflexiona sobre la depresión:
Hoy se habla mucho de depresión, pero las verdaderamente serias son relativamente escasas, y en ellas los factores genéticos son decisivos; mientras que hay otras depresiones que están ligadas a circunstancias biográficas y, sobre todo, a la culpa y al sentimiento de fracaso personal, por no haber podido llegar a ser lo que uno ha querido ser, porque no estamos hablando de una ambición imposible. Si uno quiere ser Napoleón, naturalmente es ridículo, se trata de que uno ha deseado ser algo que era imposible, y que dependía de su capacidad para poner la carne en el asador.
El estrés produce cansancio y fatiga y, a veces, un deso de tirar la toalla. Pero lo que sí provoca la depresión es, muchas veces, la competitividad. Mucha gente yerra cuando lo que trata es ser más que el otro. Uno tiene que ser el que quiere ser; no ser más que, porque eso es imposible.

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