Pestañas

26 diciembre, 2011

26 libros y diez mil páginas

26 son los libros que he leído en 2011.
Termina este año 2011 y parece que es el momento de hacer balance de todo, incluso de lo que uno ha leído. Pero no lo haría yo si no hubiera sido porque hace pocas semanas descubrí que la aplicación que traslada mi librería al mundo virtual -Anobii- ya lo había hecho por mí. Por eso sé ahora que en 2011 he leído 26 libros, con un total de casi diez mil páginas, en concreto -por lo visto ni una más ni una menos- 9699 páginas. Pero también lo que leí un año antes: 14 libros y 4420 páginas. De esa forma se puede ver que prácticamente he doblado el número de libros  de 2010, algo que efectivamente ha sucedido en el caso del número de páginas leídas. Y puedo deducir, por tanto, que he leído de media poco más de dos libros al mes o, lo que es lo mismo, 808 páginas mensuales, o unas 27 páginas diarias.; y que cada uno de los 26 libros tenía una extensión media de 373 páginas. En definitiva, pura estadística de andar por casa. Pero ¿tiene sentido este tipo de análisis cuantitativo? Creo que ninguno, más allá de la curiosidad y del valor simbólico que cada uno le quiera otorgar.

Placer solitario
Todo este preámbulo me sirve para intentar responder a una pregunta: ¿leo mucho o leo poco? Me lo pregunto porque hay gente que me conoce, que sabe que me gusta leer y que escribo este blog sobre libros, y piensa que me paso todo el tiempo leyendo. Diez mil páginas en un año ¿son muchas o pocas?; 26 libros al año ¿son muchos o pocos?; leer 27 páginas al día ¿es mucho o es poco? La respuesta inmediata es que habrá gente que al cabo del año lea más o mucho más que yo y gente que lea menos o mucho menos que yo. Tampoco sé si la intensidad e la lectura debe medirse en términos de cantidad o de calidad.  En mi caso leo lo que quiero, al ritmo que quiero, lo que puedo y lo que me apetece, sin ningún objetivo predeterminado. Sé de algunos, sin embargo, que se fijan por ejemplo una meta de 50 libros al año, como si alcanzar esa cifra diera la justa medida de su voracidad lectora y conseguirlo les hiciera merecedores de la medalla al mérito lector. Yo entiendo la lectura como un placer solitario, lento y pausado, donde uno -si lo que lee le gusta o incluso le conmueve-, no tiene ninguna prisa por terminar.

Mis 26 libros de 2011
Por si a alguien le interesa, y a modo de resumen del año, estos son los 26 libros leídos en 2011 -en orden cronológico-, que he ido comentando en La Palabra Infinita (puedes hacer click sobre cada titulo para ver su correspondiente entrada):

1.- El arma de los invisibles (Jose Manuel García-Otero).
2.- Ojos de agua (Domingo Villar).
3.- El tiempo envejece deprisa (Antonio Tabucchi).
4.- La casa verde (Mario Vargas Llosa).
5.- Sukkan Island (David Vann).
6.- Érase una vez Manhattan (Mary Cantwell).
7.- La vieja sirena (José Luis Sampedro).
8.- La cuarta carabela de Colón (Carlos Oviedo).
9.- Lo que me queda por vivir (Elvira Lindo).
10.- El cementerio de Praga (Umberto Eco).
11.- Norte (Edmundo Paz Soldán).
12.- Ventanas de Manhattan (Antonio Muñoz Molina).
13.- El valor de educar (Fernando Savater).
14.- La playa de los ahogados (Domingo Villar).
15.- Vive como puedas (Joaquín Berges).
16.- El jinete del silencio (Gonzalo Giner).
17.- Los enamoramientos (Javier Marias).
18.- 1Q84 (Haruki Murakami).
19.- Un matrimonio feliz (Rafael Yglesias).
20.- Bestiario (Julio Cortázar).
21.- Hoy, Jupiter (Luis Landero).
22.- Emaús (Alessandro Baricco).
23.- Los detectives salvajes (Roberto Bolaño).
24.- Necrópolis (Santiago Gamboa).
25.- Desiertos de la luz (Antonio Colinas).
26.- Libertad (Jonathan Franzen).

Además, he seleccionado en negrita mi propia lista de los 10 libros que, por diferentes razones, más me han gustado, aunque me duela dejar fuera -por no sobrepasar la decena- las dos novelas policiacas de Domingo Villar. Lo que sí me hace alguna ilusión es que entre esta lista figuren el primer y segundo libro (Los enamoramientos y Libertad) de la lista de los 25 mejores libros de 2011 que publica El País. Por último,  algunas curiosidades: de los 26 dos fueron e-books (Sukkan Island y Los enamoramientos), que entre todos ellos solamente uno (Sukkan Island) lo leí en inglés, que uno era un ensayo (El valor de educar) y otro un libro de poesía (Desiertos de la luz).

P.D.- Confieso que en esta última semana del año probablemente tenga tiempo para leer otro libro, que haría el número 27, aunque prefiero no tenerlo en cuenta porque -llegados a este punto- descolocaría por entero la redacción de esta entrada.

19 diciembre, 2011

«Freedom» o la «Libertad» de Jonathan Franzen

Creo que debo empezar con algunas consideraciones: la primera, personal y circunstancial, es que «Freedom» o «Libertad» ha sido para mí el último libro leído en Nueva York, la ciudad donde he vivido los tres últimos años de mi vida, y que ahora cambio de nuevo por Madrid. La segunda, que ya había escrito sobre la novela de Franzen en esta misma Palabra Infinita en una entrada titulada 'Freedom o el libro papagayo de Jonathan Franzen', eso sí, bajo una óptica distinta a la puramente literaria. Y la tercera y última, más orientada a lo que ahora nos trae en definitiva, es más bien una sentencia: "Yo soy un lector, no un crítico literario", o dicho lo mismo en inglés, que parece que queda mejor, "I'm a reader not a literary critic".

Digo esto último porque no es mi papel -me gustaría decir que no hago reseñas- y porque me parece de un atrevimiento descomunal enjuiciar «Libertad» de Jonathan Franzen (Ediciones Salamandra. Madrid, 2011) después de leer a los que ya lo han hecho de una forma tan brillante. Qué decir de una novela que el director de The New York Times Book Review ya calificaba en la primera línea de su crítica como "obra maestra de la ficción americana", como refleja Antonio Lozano en su artículo de La Vanguardia -Jonathan Franzen: Construcción de un fenómeno-. Y mucho menos después de leer en Twitter lo que alguien (podría decir el nombre del usuario pero creo que no aporta nada sustancial) reflexionaba sobre su lectura de la última novela de Franzen: "Leer Libertad obliga a pensar sobre las servidumbres que esclavizan al occidental contemporáneo en plena crisis de valores".

Por eso, y aunque no me gusta demasiado el corta y pega, seguro que es más valioso que lo que yo pueda aportar lo que ya han dicho sobre el autor y de la novela. Por ejemplo, Alex Star, editor jefe del suplemento literario de The New York Times, dice de Libertad: “Con ella Franzen intentaba hacerlo todo a la vez: crear una obra ambiciosa intelectualmente, que emocionara profundamente, que abarcara algunas de las cuestiones más acuciantes de la sociedad americana de hoy, que fuera sofisticada… [...] Otros, en cambio, escriben obras muy emocionantes pero no exploran la sociedad y los tiempos que corren. Alguien que empieza por titular su libro Libertad ya anuncia la medida de su reto, que en su caso implicaba en buena medida retratar cómo Estados Unidos se ha visto a sí misma desde el 11-S.”

También es interesante lo que cuenta Lorin Stein, editor de The Paris Review: “Yo diría que sus personajes, especialmente en Libertad, están  dotados de una realidad que los desmarca de la mayoría de los que encontramos en el resto de novelas. Uno los recuerda como si fueran gente a la que hubiera conocido. Creo que cada vez teme menos cometer errores, no le asusta escribir de manera poco artística o plana y, así, cubrir grandes extensiones de  terreno narrativo con celeridad. Escribe con una sólida convicción –un sentido de lo que significa la historia que tiene entre manos–, que resulta muy infrecuente hoy en día, en particular en novelistas de su capacidad intelectual”.

Lo que puedo añadir por mi parte es que he disfrutado leyendo las 667 páginas de Libertad. Que tardé un poco en entrar en los entresijos de la historia pero que, efectivamente, los personajes, para mí especialmente Patty, -a los que el autor va dedicando distintas partes del relato- tienen un imán y una atracción especial. Al respecto explica Franzen en una entrevista muy interesante en el diario argentino La Nación: "En ausencia de la invención, la autobiografía más profunda no es posible. Y sin embargo, no sé por qué, la gente necesita pensar en la ficción como autobiografía disfrazada. Tal vez todo venga de un prejuicio muy protestante: que la ficción es mentira". Que si hace un retrato de la sociedad americana en particular no lo sé exactamente, pero que la historia atrapa, sí. Que si es un alegato ecologista sobre el cuidado de determinada especie de ave, tampoco estoy seguro. Que si hasta esta novela no se había visto nada igual -y por eso se puede hablar de obra maestra de la ficción americana-, no puedo decirlo.

Que es una novela que mueve, conmueve y que merece la pena leer, diré que sí como lector, que es lo que a mí más me interesa. Que tampoco hace falta que sea corriendo (a lo que nos empuja la maquinaria del marketing y los suplementos literarios como los citados más arriba) también. Será seguro un libro que envejecerá bien y cualquier momento será el adecuado para leerlo.

P.D.- Como me comprometí aquí mismo, he comenzado ya a leer algunos de los relatos de Raymond Carver.

12 diciembre, 2011

Palabra de Carver

Raymond Carver (1939-1988)
Confieso mi ignorancia si digo que no he leído a Raymond Carver, el gran maestro norteamericano del relato breve, aunque espero que este reconocimiento vergonzoso sirva al menos como primer paso para corregir -algunos no me lo podrán perdonar pero me lo recomendarán fervientemente- esa ausencia en mi itinerario lector. Ya tengo incluso en mis manos el remedio, su última colección de relatos publicada, «Where I'm calling from», que ni siquiera he tenido que comprar: estaba en casa y es el libro que mi hija tuvo que leer en su clase de inglés en High School, lo que aún añade más leña a mi bochorno. 

Pero lo que trae a Raymond Carver por aquí, a la Palabra Infinita, es un texto que recuperé impreso hace ya varios meses, probablemente con origen en algún tuit cuyo autor me perdonará que no mencione -como es de rigor- simplemente por descuido. Es un artículo firmado por el propio Carver donde cuenta algunos de sus pensamientos e ideas a la hora de enfrentarse al proceso de escritura. Como siempre, lo mejor es acudir al texto original, titulado «Escribir un cuento», pero he querido extraer y compartir dos partes de ese texto que me resultaron muy interesantes:

Provocar un escalofrío en la espina dorsal del lector
«Tanto en la poesía como en la narración breve, es posible hablar de lugares comunes y de cosas usadas comúnmente con un lenguaje claro, y dotar a esos objetos —una silla, la cortina de una ventana, un tenedor, una piedra, un pendiente de mujer— con los atributos de lo inmenso, con un poder renovado. Es posible escribir un diálogo aparentemente inocuo que, sin embargo, provoque un escalofrío en la espina dorsal del lector, como bien lo demuestran las delicias debidas a Navokov. Esa es de entre los escritores, la clase que más me interesa. Odio, por el contrario, la escritura sucia o coyuntural que se disfraza con los hábitos de la experimentación o con la supuesta zafiedad que se atribuye a un supuesto realismo. En el maravilloso cuento de Isaak Babel, Guy de Maupassant, el narrador dice acerca de la escritura: Ningún hierro puede despedazar tan fuertemente el corazón como un punto puesto en el lugar que le corresponde».

Pronto vi la historia y supe que era mía
«Al fin tomé asiento y me puse a escribir una historia muy bonita, de la que su primera frase me dio la pauta a seguir. Durante días y más días, sin embargo, pensé mucho en esa frase: Él pasaba la aspiradora cuando sonó el teléfono. Sabía que la historia se encontraba allí, que de esas palabras brotaba su esencia. Sentí hasta los huesos que a partir de ese comienzo podría crecer, hacerse el cuento, si le dedicaba el tiempo necesario. Y encontré ese tiempo un buen día, a razón de doce o quince horas de trabajo. Después de la primera frase, de esa primera frase escrita una buena mañana, brotaron otras frases complementarias para complementarla. 
Puedo decir que escribí el relato como si escribiera un poema: una línea; y otra debajo; y otra más. Maravillosamente pronto vi la historia y supe que era mía, la única por la que había esperado ponerme a escribir».

P.D.- Si has leido a Carver me gustaría saber si al hacerlo sentiste un escalofrío en la espina dorsal.

05 diciembre, 2011

Modos de leer y derechos del lector

La lectora (G. M. Ceballos)
Esta semana me he encontrado con dos textos que hablan sobre la lectura y los lectores, dos partes de la misma ecuación. El primero  de ellos -sobre el modo de leer- en ojosdepapel.com Se trata de una reseña de hace ya varios años sobre una biografía de Borges escrita por Fernando Savater, «Jorge Luis Borges, la ironía metafísica» (Ediciones Omega, Barcelona 2002). El segundo -sobre los derechos del lector- en una entrada en El Taller Literario-Blog para escritores, titulada Los 10 derechos imprescriptibles del lector de Daniel Pennac, de quien después he sabido que es un escritor francés.

Aunque recomiendo leer ambos textos, me permito transcribir aquí alguna de las partes que más me llamaron la atención en cada uno de ellos: 

¿Qué significa tener todos los libros leídos?
«Leer todos los libros no es especializarse perezosamente en una competencia para así agotar los volúmenes de esa materia; leer todos los libros no es aherrojarse, no es contentarse con un plan o un itinerario de obras y de textos, parejos y comunes, no es marcarse los ejemplares en un orden sucesivo y previsible para evitar decepciones y sorpresas. El mejor modo de leer, aquel en el que acto es formativo hasta volverse propiamente un arte, es el del riesgo, la indisciplina, la intuición errabunda, la reconstrucción tentativa de un camino, de los atajos y senderos. No hay un plan, hay un tanteo que nos lleva a la gran literatura sin orden, en un continuo vaivén, buscando que aquel libro posterior fertilice la lectura del anterior, buscando que las referencias múltiples y contradictorias nos llenen el interior. Ése era el modo paradójico de lectura que proponía Borges.

[...] Leer desordenadamente es hedonismo, es entusiasmo y es placer, es buscar resonancias, es acceder a las obras para dejarse sorprender, para hallar a nuestros interlocutores, para hacer y rehacer nuestros modelos de excelencia y de deleite»

Los derechos del lector
«Como cualquier enumeración de derechos que se respete, la de los derechos a la lectura debería empezar por el derecho a no hacer uso de ellos —y en este caso con el derecho a no leer—, sin lo cual no se trataría de una lista de derechos sino de una trampa viciosa. Para comenzar, la mayoría de los lectores se conceden a diario el derecho a no leer. Mal que le pese a nuestra reputación, entre un buen libro y una mala película de televisión, la segunda sale ganando con más frecuencia de lo que nos gustaría confesar».

P.D.- Ya he entrado en la recta final de «Libertad», de Jonathan Franzen. 

28 noviembre, 2011

Apuntes V (Una mujer me espera en el Metropolitan)

Young Woman Drawing. 1801. Marie-Denis Villers
Oil on canvas
Veo gente corriendo (running), paseando, mirando el plano para orientarse, paseando a niños y perros minúsculos con extrañas y ridículas vestimentas. Se escuchan otros acentos (una chica manotea en el aire mientras habla un italiano musical). Todo mientras llueven lágrimas amarillas y el viento zarandea las hojas dispersas por el suelo. Gente que pide a otra gente fotografiarse en los puentes y contra los árboles que se desnudan de otoño. Arrecia el viento y zumban las ramas como instrumentos de cuerda que acompañan esta mañana luminosa de noviembre plena de azul y ocres; el mismo cielo de Madrid que derrama su luz sobre Central Park. 

Camino apresurado, me espera una mujer. A mi derecha, en el paseo, Romeo y Julieta se besan ajenos al otoño, él inclinado sobre ella, sujeta por la cintura (gift of George Delacorte). Debajo de un arce, repleto de brochazos bermellón, hay varias personas haciendo cola en un puesto de Wafels & Dinges que enarbola una bandera alemana. El cálido perfume de los wafels me acompaña mientras bordeo el Great Lawn hasta llegar al pequeño túnel que se llena con las notas cadenciosas del hombre del saxofón.

Entro al fin en esta casa, y está ella. Primero la veo a través de la puerta de cristal tras subir las escaleras de piedra. Parece distraída pero ya mira como lo hace siempre cuando vengo a verla. Lavanta la vista de su carpeta -no sé bien si escribe o dibuja- y me mira sin sorpresa. Fija sus ojos en mí y yo en los suyos y conversamos en silencio. Nunca le he dicho mi nombre, y yo sólo puedo adivinar el suyo: Marie, Marie-Denis. Está sentada y viste de blanco. Parece un sudario, pienso, pero es un vestido ligero ceñido por una cinta rosa debajo del pecho y anudada a la espalda. Aunque sentada, se inclina hacia adelante junto a la ventana aprovechando la luz de este día soleado. Probablemente dibuja -ahora me fijo mejor y en su mano veo un pincel- sujetando una carpeta grande con cintas donde parece que asoma un papel de dibujo. Pero no puedo ver lo que pinta, y no me atrevo a preguntarle, quiero que ella me lo enseñe. 

No tiene frío. El cristal de la ventana está roto (yo también dibujaba ventanas de cristales rotos) y deja pasar una brisa cálida. A lo lejos, a espaldas de Marie -ella también lo habrá visto antes- una pareja conversa como nosotros y, no sé bien por qué, imagino que se dicen palabras de amor. Me mira y veo reflejos dorados en su pelo que peina con algunos tirabuzones a los lados y recogido en lo alto en un moño que sujeta con un pasador que me pareció al principio otro pincel. Y veo el broche dorado con forma de rombo que sujeta la pañoleta entorno a su cuello. Pero es sólo un instante porque no puedo apartar la mirada de sus ojos azules. Me interrogan, piden ayuda, me cuentan una historia triste que no puedo desvelar, y entonces me doy cuenta de que es muy joven, y que su boca pequeña, de labios finos, apenas ha besado. Siento un escalofrío. Tengo que marcharme, le digo, aunque no quiero dejarla. Espérame, volveré para verte, pienso.

French, 1774-1821
1801
Oil on canvas

At one time ascribed to Jaques-Louis David, this engaging image has now been recognized as the work of Marie-Denis Villers. Although little known today, Villers was a gifted pupil of Girodet and exhibited in the salons, where her portraits attracted attention. This canvas, which was exhibited in the 1801 Salon, may be a self-portrait.

Mr. and Mrs. Isaac D. Fletcher Collection,
Bequest os Isaac D. Fletcher, 1917
17.120.204
New York

21 noviembre, 2011

La poesía de Antonio Colinas en «Desiertos de la luz»

Comenzaré esta entrada tomando prestadas las palabras con las que empieza también Ignacio Sanz una reseña que he leído hace pocos días en La Tormenta en un Vaso: «La poesía es un género escurridizo que a veces se escapa entre las manos cuando tratamos de analizarlo». Y es que no hay mejor definición para la poesía que la de género escurridizo, al menos en el sentido de que para mí ha sido un terreno poco transitado aunque añorado al mismo tiempo, sabiendo que me estaba perdiendo algo importante. Con esa mala conciencia hice el propósito de leer poesía.

El propósito era antiguo, pero más firme desde que me topé hace ya tres años precisamente con un poema de Antonio Colinas, Morada de la luz. Tanto me gusto que lo transcribí en una entrada en el blog que puedes leer aquí. E igual que antes comprábamos un LP (Long Play) de nuestro cantante o grupo favorito después de que nos hubiera gustado mucho el single, así tenía yo ganas de hacerme con este «Desiertos de la luz» (Tusquets Editores, Marginales. 2008), de AntonioColinas (La Bañeza, León. 1946). Y con la misma sensación que entonces, he descubierto que esa canción que ya conocía era lo mejor de todo el disco, en este caso del poemario. Dividido en dos partes, Cuaderno de la vida y Cuaderno de la luz, me gustó más esta última, aunque en ambas encontré motivos suficientes para poder decir que ha sido un encuentro más que satisfactorio. Pero como siempre -lo mejor, sin duda-, es dedicar un tiempo -pequeño- a leer este pequeño libro de poesía.

Para poner el cierre a esta entrada, pido de nuevo prestadas las palabras, esta vez a Antonio Munoz Molina, que esta misma semana tambien definía la poesía a su manera, muy bella por cierto, en una de las entradas de su blog Escrito en un instante

«La poesía es un telescopio para acercar lo que está lejísimos, un periscopio invertido para descender a lo que está oculto, un microscopio para distinguir lo invisible a simple vista, una lente de precisión para hacer nítido lo que era vago y confuso». 

P.D.- Y, ahora, cambio de registro radical para leer «Libertad», de Jonathan Franzen, "el acontecimiento literario del año". Ya veremos, y ya lo contaremos. 

14 noviembre, 2011

«Necrópolis», mi descubrimiento de Santiago Gamboa

Santiago Gamboa, con gafas redondas de pasta y el pelo ensortijado, era uno de los cuatro escritores reunidos entorno a una mesa para hablar sobre "Identity's dreams: sueños literarios de la nueva América Latina", en una de las sesiones literarias organizadas por Americas Society, en Nueva York. En la sede de esta institución -un palacete en Park Avenue que en otros tiempos fue embajada de la U.R.S.S.- Gamboa, nacido en Bogotá en 1965, estaba acompañado por otros tres escritores: Francisco Font acevedo (Chicago, 1970), Karla Suárez (La Habana, 1969) y Andrés Neuman (Buenos Aires, 1977). 

En aquel encuentro, donde se habló en español sobre las ciudades de la literatura, donde la identidad es un problema de distancia, del concepto de desubicación (Neuman), de la imaginación como viaje interior o viaje inmóvil (Font) y de literatura sin pasaporte, es donde sentí el deseo de leer a Santiago Gamboa, periodista y escritor colombiano que estudió Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid y que era, de los cuatro autores, quien me pareció que hablaba de forma más serena e interesante y quien, citando a Rodrigo Fresán, dijo que «la patria de un escritor es su biblioteca».

Así llegué a «Necrópolis» (Editorial Norma) y descubrí a Santiago Gamboa en esta novela que fue premio La otra orilla en 2009, pero que ya había publicado anteriormente otras obras, entre ellas la bien considerada por la crítica El síndrome de Ulises (Seix Barral). Después de haber leído a Edmundo Paz Soldán y más recientemente a Roberto Bolaño, diría que Gamboa es una continuación de ambos -que nadie se enfade si digo esto y suena excesivo-, al menos un reflejo pálido, quizá más por lo temas y los personajes que por la forma de escribir. Con la excusa de un congreso literario, Gamboa nos presenta las extrañas historias de varios de su personajes, unas más sólidas que otras, como las de los dos ajedrecistas amigos o la excéntrica actriz porno italiana. “Me gusta hacer los libros así, que sean de una lectura agradable, que se abra a historias diversas pero que estén hilvanadas por los temas importantes que debe tratar la literatura: la amistad, la muerte, la traición”, dice Gamboa en una entrevista en QuéLeer.

«Necrópolis» es una de esas novelas que uno lee disfrutando de lo que lee, y creo que no hay mejor recompensa precisamente para un lector. Eso sí, hay que advertirlo, a veces los pasajes sexuales, ni siquiera eróticos, subidos de tono -escritos con una asepsia deslumbrante-, podrían herir la sensibilidad del lector.

  • Algunas frases que subrayé mientras leía:

 - La vejez ama la juventud como el deterioro y la fealdad aman la belleza. 

- ... ahí tienes tu respuesta: escribo para poder ser otro.

- Entonces se dedicó a las cosas sencillas, que era un modo de decir: a la vida feliz.

- Fijate en la arena, está hecha de diminutas piedras y cristales. Cuando una de esas partículas se hunde es cubierta por otra, por otras diez, cien o mil, e igual nos ocurrirá a nosotros, ¿no crees?

- Las vidas son como las ciudades: si son limpias y ordenadas no tienen historia. Es en la desgracia y en la destrucción donde surgen las mejores.

Santiago Gamboa
- Yo me fui porque quería respirar otro aire y conocer el mundo, pero a medida que avanzaba el mundo se fue haciendo cada vez más grande y aún no he podido acabar de conocerlo, por eso sigo dando vueltas, me he ido quedando afuera sin otro motivo que ese...

- En la periferia de nuestros bellos países hay un aterrador mundo exterior repleto de vida, un sol negro que se extiende por varios continentes y que, tras el primer impacto, revela su belleza. Lo que se ve en la superficie es horrible y cruel, pero lentamente emerge la belleza; en nuestro mundo, en cambio, la superficie es hermosa y todo esplende, pero con el tiempo lo que se manifiesta es el horror.

  • [Vídeo] Santiago Gamboa habla sobre «Necrópolis», aquí. 

P.D.- Y ahora me sumergiré en las tranquilas aguas de la poesía de Antonio Colinas.

07 noviembre, 2011

Construir una historia

Mario Vargas Llosa
Uno de los libros que me quedan por leer, que quiero leer, es «Cartas a un joven novelista», de Mario Vargas Llosa, recientemente reeditado por Alfaguara. En realidad ni uno es joven (tampoco diría yo mayor...) ni novelista, pero -al menos- de ambas cosas hay una que es posible corregir, y es la segunda: escribir una novela. 

Ya sé que Cartas a un joven novelista no es un libro de autoayuda para escribir una novela en tres semanas pero me apetece leer qué consejos da y cómo lo cuenta Vargas Llosa, porque como leí en la reseña del libro que realizó Ecdótica, uno de los últimos párrafos ya advierte sobre qué hacer: «Querido amigo: estoy tratando de decirle que se olvide de todo lo que ha leído en mis cartas sobre la forma novelesca y que se ponga a escribir novelas de una vez».

Pero sobre todo también porque me maravilló la forma en que Vargas Llosa explica en su discurso del Nobel -Elogio de la lectura y la ficción- qué es y qué significa construir una historia:

«Aunque me cuesta mucho trabajo y me hace sudar la gota gorda, y, como todo escritor, siento a veces la amenaza de la parálisis, de la sequía de la imaginación, nada me ha hecho gozar en la vida tanto como pasarme los meses y los años construyendo una historia, desde su incierto despuntar, esa imagen que la memoria almacenó de alguna experiencia vivida, que se volvió un desasosiego, un entusiasmo, un fantaseo que germinó luego en un proyecto y en la decisión de intentar convertir esa niebla agitada de fantasmas en una historia. "Escribir es una manera de vivir", dijo Flaubert. Sí, muy cierto, una manera de vivir con ilusión y alegría y un fuego chisporroteante en la cabeza, peleando con las palabras díscolas hasta amaestrarlas, explorando el ancho mundo como un cazador en pos de presas codiciables para alimentar la ficción en ciernes y aplacar ese apetito voraz de toda historia que al crecer quisiera tragarse todas las historias. Llegar a sentir el vértigo al que nos conduce una novela en gestación, cuando toma forma y parece empezar a vivir por cuenta propia, con personajes que se mueven, actúan, piensan, sienten y exigen respeto y consideración, a los que ya no es posible imponer arbitrariamente una conducta, ni privarlos de su libre albedrío sin matarlos, sin que la historia pierda poder de persuasión, es una experiencia que me sigue hechizando como la primera vez, tan plena y vertiginosa como hacer el amor con la mujer amada días, semanas y meses, sin cesar.»

P.D.- La semana pasada me trajeron de Madrid dos nuevos libros: «Desiertos de la luz», poesía de Antonio Colinas, y «2666», novela de Roberto Bolaño.

31 octubre, 2011

El inmenso río de «Los detectives salvajes» de Roberto Bolaño

Ahora que me siento a escribir no sé por dónde empezar. Si es por el principio, como dicta el sentido común, diré que compré esta novela en una preciosa librería de la calle 57 -Rizzoli- donde además de libros de arte, diseño y fotografía hay una pequeña sección de libros en español. Allí me encontré con esta edición de «Los detectives salvajes» (Vintage Español, Random House, Nueva York. 2010), del chileno Roberto Bolaño, publicada en 1998. Pero si tuviera que empezar por el final me preguntaría que por qué he tardado tanto tiempo en leer a Bolaño. Sólo (lo siento pero no puedo evitar continuar poniendo el acento) me queda pensar que era como una de esas asignaturas difíciles cuyo estudio uno va dejando para el final -esperando el momento propicio de ponerse a estudiar- mientras se entretiene en cosas más asequibles.

Otra razón también es que le tenía -y no sé porqué- un respeto reverencial a Bolaño. Igual que a Cortázar. Pero en esos casos lo mejor es ir de frente y conocer al autor a través de su escritura. Si el primer acercamiento a Cortázar (Bestiario) no fue del todo satisfactorio, el encuentro con Bolaño y sus Detectives salvajes ha sido "uno de los acontecimientos literarios del año", me refiero claro a este año mío de lecturas, el libro que me ha acompañado (incluidas las siete horas de un vuelo transoceánico) a lo largo de este mes de octubre.

En realidad no tenía ninguna idea previa sobre lo que me iba a encontrar -ni en estilo ni en argumento-, así que lo que hallé -por sorpresa- fue una mina, un yacimiento de 600 páginas de letra apretada por donde discurre un inmenso río de personajes e historias que se suceden a gran velocidad y en muchos escenarios distintos. Una novela de muchas voces escrita a modo de crónica o diario:

Roberto Bolaño 1953-2003
«Arturo Belano y Ulises Lima, los detectives salvajes, salen a buscar las huellas de Cesárea Tinajero, la misteriosa escritora desaparecida en México en los años inmediatamente posteriores a la Revolución, y esa búsqueda, el viaje y sus consecuencias se prolonga durante veinte años, desde 1976 hasta 1996, el tiempo canónico de cualquier errancia, bifurcándose a través de múltiples personajes y continentes, en una novela en donde hay de todo: amores y muertes, asesinatos y fugas turísticas, manicomios y universidades, desapariciones y apariciones».

Y, al fondo, el inmenso mundo literario que tiñe toda la novela, con personajes reales e incluso el propio Bolaño en el papel de Arturo Belano. Hablando de literatura, Bolaño pone en boca de uno de los personajes: "Hay una literatura para cuando estás aburrido. Abunda. Hay una literatura para cuando estás calmado. Esta es la mejor literatura, creo yo. También hay una literatura para cuando estás triste. Y hay una literatura para cuando estás alegre. Hay una literatura para cuando estás ávido de conocimiento. Y hay una literatura para cuando estás desesperado".

Los detectives salvajes es una novela que está llena de vida, que atrapa, que conmueve. Que no hay que dejar de leer. En Rizzoli tuve también en la mano su novela póstuma "2666", un grueso volumen que espero leer, sin duda, más pronto que tarde, porque como dice otro de sus personajes "todos los libros del mundo están esperando a que los lea".

  • [Vídeo] Roberto Bolaño: el último maldito (vida y leyenda del escritor chileno), aquí.

P.D.- La Palabra Infinita ha cambiado ligeramente su diseño para hacerlo más claro y atractivo. Espero que te guste.

24 octubre, 2011

Sólo ceniza

En estos días, de paso por Madrid, he vuelto a pasear la vista por la librería de casa y me he topado con un pequeño libro de poesía. Era de mi padre; tiene su sello, su firma (una versión anterior a la actual que yo he conocido siempre) y una fecha escrita a lápiz: 1957 (yo no había nacido todavía).

Se trata de «Sólo ceniza» (Viñuela Impresor. Madrid, 1952), de Eduardo Alonso, y prólogo de Dámaso Alonso. En la solapa dice: "El poeta Eduardo Alonso ha logrado con su verso el gran milagro de la poesía, que es la palabra pasada por el corazón -"retenida en el lago del corazón"- y transida de sangre humana que la tinta, la pluma y el papel no pueden matar. El poeta Eduardo Alonso ha conseguido en Sólo ceniza la lírica permanencia del hombre. Nada más y nada menos".

Releyendo deprisa algunas de sus páginas he elegido estos versos:

Mi silencio en tu boca
Mi silencio en tu boca,
¡y después que me digan palabras
las horas!
Mi silencio en tu pecho,
¡y después que me digan palabras
el viento!
¿Pero no te has fijado que si juego con esas palabras
me canso, me canso...?


Callada luz en la sombra
Callada luz en la sombra
del tiempo que va pasando.
Velero anclado en la orilla
del río y la maravilla
del agua que va soñando.
Rumor del viento en las hojas
doradas de un árbol frío.
Clavel de paz en la tarde,
como una llama que arde
Por dentro en el ancho río...


Esta curva proyección
Esta curva proyección
del nacimiento a la muerte,
y esta esencia,
no de flor, sino de ausencia,
que respiramos tan fuerte.
Este redondo trajín
de nuestra inquieta pelea,
y este mito
de nuestro afán infinito
de crear, y nadie crea.
Este Dios mío, Dios mío
que nos habla, que nos mira,
y este irse
por un suspiro al sentirse
mejor cuando se suspira.
Este saber todo y poco
de los caminos que andamos,
y este ser
del pensamiento al no ver
lo que, si vemos, callamos...


P.D.- He aprovechado también estos días para comprar dos libros que me llevo en la maleta: «Libertad», de Jonathan Franzen, y «Daisy Sisters», de Henning Mankell.

17 octubre, 2011

Sobre un poeta, un cepillo de dientes, la promoción de una escritora y dos nuevos libros

Arne Dedert (EFE)
Sigo leyendo con deleite a Bolaño y sus detectives salvajes. Por eso y porque el ocio y el trabajo me han robado estos últimos días el tiempo necesario para escribir no pude acudir a mi cita con el blog el lunes pasado.

Un poeta
Sin embargo, sucedieron cosas interesantes por el medio, por ejemplo, descubrir a Pedro Garfias en la propia novela de Bolaño: "Y estaba sentada en el wáter, con las polleras arremangadas, como dice el poema o la canción, leyendo esas poesías tan delicadas de Pedro Garfías", el poeta español que murió en Monterrey (México) en 1967. La curiosidad venció a mi ignorancia y descubrí con sorpresa que Garfias fue un poeta de la vanguardia perteneciente a la Generación del 27, autor del poema Asturias (Poesías de la guerra española, México, Minerva, 1941), cuyos versos sirvieron a Víctor Manuel para componer la bellísima canción que ahora es considerada como un segundo himno de Asturias.

Un cepillo de dientes
También estos días, que han visto celebrar LIBER (la feria española de la industria editorial), en Madrid, y la Feria del Libro de Frankfurt, donde se negocian los derechos de autores y libros para todo el mundo, me hicieron pensar algo mientras me cepillaba los dientes una noche: por qué -como algunas piensan o nos quieren hacer pensar- los nuevos libros digitales serán algo muy distinto de lo que ahora conocemos. Dicen que incorporarán vídeo, que conectarán con otros lectores que lean al mismo tiempo e incluso con el propio autor, con el que podremos dialogar; que incorporarán una versión en videojuego; que veremos fotografías y escucharemos las músicas de lugares y canciones que aparezcan en el texto y que, en definitiva, estaremos ante algo tan nuevo y diferente que ni siquiera podrá llamarse libro. Y aquí es donde yo pensé -cepillo en mano- que otras disciplinas, a pesar de los embates de la tecnología, apenas han cambiado su esencia. Al cine mudo sucedió la voz; al cine en blanco y negro el color; al cine de andar por casa los efectos especiales; al cine analógico el digital; al cine plano el 3D; al cine en las salas el DVD e Internet...

¿De verdad todas estas transformaciones han variado la esencia de una película, que no es otra -a mi juicio- que el contar una historia a los espectadores? Pues creo que lo mismo sucede con el libro. De papel o digital, con ilustraciones o con vídeos, su esencia, el núcleo central y lo que capture la atención del lector será la historia narrada.Y parte del valor del libro tradicional como ahora lo conocemos -formado por páginas de texto-, es lo que sugieren las palabras en la mente del lector, que sin ver ni tocar lo que se narra (no vemos los paisajes, ni los rostros de los personajes, ni las calles que transitan) es capaz de evocar y soñar con esos personajes y con los mundos que crea o recrea el autor. En la era de la imagen, no ver todo lo que se nos cuenta sigue siendo sin duda un valor inestimable.

La promoción de una escritora
La vida después
Pues en esas estaba cuando Marta Rivera de la Cruz (@MartaRiveraCruz) me invitaba en Twitter a visitar la web de su nueva novela www.lavidadespues.es de la que ya había leído el primer capítulo avanzado también por ella. En definitiva, labores y tácticas de promoción que yo entiendo perfectamente pues como si de cualquier otro oficio se tratara -y ella misma reconoce sin pudor en Twitter- "los libros hay que escribirlos, pero luego hay que venderlos". La escritora, nacida en Lugo en 1970, también señala con total sinceridad que "Necesito lectores. Muchos. Como el comer. Las novedades me amenazan, y Ruiz Zafón está a la vuelta de la esquina". Yo no he comprado el libro y no sé si lo haré porque al contrario de lo que le ocurre a un escritor, que centra todo sus esfuerzo y esperanzas en un libro concreto, la oferta para el lector tiende siempre al infinito, lo contrario de su capacidad de selección y sin duda de su presupuesto.

Dos nuevos libros
The Art of Fielding
Y hablando de libros, en estas dos semanas compré dos nuevas novelas en Amazon: la opera prima de Chad Harback, el amigo de unos amigos, que ha tardado diez años en escribir The Art of Fielding, y Necrópolis, publicada en 2009 por el escritor colombiano Santiago Gamboa (Bogotá, 1965). De la primera, el propio Jonathan Franzen, el afamado autor de Libertad, ha dicho: "Reading The Art od Fielding is like watching a hugely gifted young shortstop: you keep waiting for the errors, but there are no errors. First novels this complete and consuming come along very, very seldom". Sobre la segunda, tenía ganas de leerla desde que escuchara al escritor en una conferencia en Nueva York junto a otros tres escritores latinoamericanos.

P.D.- En el tiempo de ocio (Columbs Day nos regaló tres días), un viaje nos llevó hasta Washington (donde puse cara y voz a @eRomanMe), Baltimore y una granja Amish en Lancaster (Pennsylvania). El ticket de entrada a la granja ($8,50) me sirve ahora como marcapáginas en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño.

03 octubre, 2011

«Emaús» según Alessandro Baricco

Comenzar un nuevo libro de un autor "no leído" hasta el momento siempre tiene un plus de interés, así que con esa sensación de leer algo especial me enfrenté a la lectura de «Emaús» (Anagrama, 2011), de Alessandro Baricco (Turín, 1958). También sabiendo que iba a ser una lectura breve en longitud, 150 páginas de letra amplia. Siempre había tenido a Baricco en la recámara de mi inconsciente lector por «Seda», que recuerdo hojeando varias veces en alguna librería y por la que es internacionalmente conocido. Al final nunca la compré y los azares de la vida llevaron primero hasta mis manos este Emaús, que toma su título del pasaje del Evangelio en el que dos discípulos camino de aquella ciudad se encuentran en el camino con Jesús pero no lo reconocen.

Tardé un tiempo en entrar en materia y en reconocer la forma de escribir de Baricco, pero una vez superada esa fase sentí crecer la historia y a sus personajes, cuatro amigos adolescentes -profundamente católicos- que se asoman al mundo donde una chica -Andre- es al mismo tiempo el epicentro de sus gozos y sus desdichas. Es una novela corta donde aparecen los temas que son propios de la juventud que abandona la adolescencia de una forma abrupta pero desde la original óptica de la religión.

No diré mucho sobre la trama porque lo mejor es leerlo pero Baricco crea una atmosfera y unos personajes que me gustaron, y Emaús es un libro corto que se saborea -como los mejores licores- despacio .

  • Algunas frases que subrayé mientras leía:
- Quien ha empezado a morir no deja ya de hacerlo.

- Estamos llenos de palabras cuyo verdadero significado no nos han enseñado, y una de ellas es la palabra dolor. Otra es la palabra muerte. No sabemos a qué se refiere, pero las utilizamos, y esto es un misterio.

- Tenía que decirle que había otro modo de estar en el mundo, y que nosostros creíamos que ese era el camino, la verdad y la vida.

- [Rezar] Me causaba verdadero alivio hacerlo de rodillas, durante larguísimo tiempo, en iglesias casuales, a la hora en que tan sólo hay el caminar lánguido de las viejecitas, el batir de las puertas, de vez en cuando. Estaba con Dios, sin pedir nada.

- La vida sexual de nuestros padres es, de hecho, una de las pocas cosas sobre las que no queremos saber nada. Nos gusta pensar que no existe y que no ha existido nunca. No sabríamos dónde meterla, en el seno de la idea que nos hemos hecho de ellos.

  • Entrevista [vídeo] con Alessandro Baricco sobre Emaús, aquí.

26 septiembre, 2011

«Hoy, Júpiter», la penúltima joya de Luis Landero

Fue en el escaparate de una pequeña librería de Béjar (Salamanca) donde este verano me topé literalmente  con esta novela, «Hoy, Júpiter» (Tusquets Editores, 2007), de Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948). Entré y compré aquella novela, la única que tenía el librero, la del escaparate. También compré por impulso en VIPS de la calle O'Donnell, de Madrid, su primera novela «Juegos de la edad tardía», hace ya la friolera de nueve años, sin conocer absolutamente nada sobre él, simplemente porque me llamó la atención que en la faja del libro se leía "Premio Nacional de Narrativa". Desde entonces me enamoré de este autor -del que después leí «Caballeros de fortuna»-, y desde entonces también conservaba las ganas de seguir leyéndolo hasta que el destino y la lista de los recados de este verano me hicieron pasar por delante de aquella librería.

Ha sido sólo ahora cuando he descubierto que la novela fue escrita después de un silencio de cinco años y que, tras ella, publicó en 2009 su última novela hasta ahora, «Retrato de un hombre inmaduro». Por eso me parece que Landero es un escritor fuera del circuito literario, probablemente por eso poco conocido, pero que sin embargo escribe con la paciencia y la precisión del orfebre que cada cierto tiempo -alejado de cualquier moda o influencia comercial- crea una pieza digna de admiración.

«Hoy, Júpiter» es, por tanto, la penúltima joya de Luis Landero que he leído (lo empecé un 11 de septiembre) con las mismas ganas e ilusión que brinda una amistad recuperada, y así he vuelto a disfrutar de la inconfundible narrativa de su autor, de su forma de escribir -de una hondura literaria- que a mí me apabulla, y de sus historias y personajes -grises y de hombres comunes- pero absolutamente reales al mismo tiempo.

La novela nos cuenta las vidas, aparentemente ajenas, de Dámaso Méndez y Tomás Montejo -marcadas una por el odio y la otra por el amor-, hasta que "los destinos de Dámaso y Tomás se cruzan para urdir un desenlace compartido". Por eso mismo la novela crece también en intensidad conforme avanza la peripecia de cada cual, hasta un punto en que uno no puede dejar de leer -como si de una novela policiaca se tratara- esperando a la resolución de tantos equívocos y tanto misterio.

Landero -profesor de literatura- es, además, un maestro del lenguaje, lo que me permitió descubrir un puñado de nuevas palabras como: zahareña, feraz, jayán, agarbado, zancajo, rebatiña, arranchar, senara o galbana, cuyos significados fui consultando en el diccionario de la Real Academia Española.

  • Algunas frases que subrayé mientras leía:
- La vida es sólo un soplo y un sueño, los años te atropellan, las edades vuelan, los imperios se desmoronan, cuando quieres darte cuenta hoy es ya mañana y mañana fue ayer.

- Estaba inmóvil, llevaba un vestido liviano de florecitas silvestres y el viento le movía el cabello y a veces le apuraba el viento el vestido y se lo ceñía tanto a la figura que por momentos parecía desnudarla.

- ..., y las plegarias se le hacían flanes en los labios.

- Hojas nuevas, senderos frescos de arena, rumor de frondas, temblorosas geometrías de sol bajo los árboles. Y el alto cielo azul.

Luis Landero
- Y una noche danzaré desnudo a la luz de la luna para celebrar mis esponsales con la soledad.

- ..., ni nadie venía a recordarle que el presente era sólo un tiempo de trámite hacia el porvenir y que uno no es tanto lo que es como lo que llegará a ser, un proyecto en marcha, un puñado esparcido de simiente, y la promesa de un futuro feraz.

- Y pasó el tiempo y vinieron las lluvias, las nieblas frías, el humo azul en los tejados, el olor a lumbre de leña y las noches hondas y cerradas, tan gustosas y largas de dormir.

- Fue por entonces cuando se aficionó a los libros y a la soledad. [...] al fin se animaba a abrir una novela y a aliviar sus pesares con la relación de los ajenos.

- Y así, a veces recordamos por ejemplo lo que sentimos ante un atardecer hace muchos años, pero no recordamos nada de aquel atardecer. Nada. Todo ha desaparecido menos la emoción. 

- Pero la memoria no hace pie en ese caudal de años anónimos, en esa escombrera de tiempo donde apenas hay hechos singulares que le den un sentido o una continuidad.

- Sobre el asfalto encendido de estelas luminosas por el reflejo de los neones de color sigue cayendo y cayendo la lluvia...

- -Te quiero -dice de pronto Teresa, la boca entreabierta, los ojos brillantes, como empapados de la misma lluvia que cae en la oscuridad de la calle desierta, más hermosa que nunca,...

- Sintió la humillación como algo físico. Un dardo en el costado, un vacío glacial en el estómago, un entristecimiento súbito de la carne y el alma.

  • Entrevista con Luis Landero sobre «Hoy, Júpiter» en Youtube

P.D.- Disfruté tanto, tanto... leyendo a Landero que no tardaré mucho -espero- en volver a hacerlo. Probablemente será su última joya, «Retrato de un hombre inmaduro». 

19 septiembre, 2011

«Bestiario», primer encuentro con Cortázar

La primera lectura tras el verano ha sido «Bestiario» (RBA Editores, 1993, colección Narrativa actual), de Julio Cortázar. Un librito que encontré y compré por tres euros en el puesto de la calle de un café-librería de Majadahonda (Madrid) justo el día antes de regresar a Nueva York. Lo digo casi en voz baja porque me da un poco de vergüenza: no había leído a Cortázar hasta ahora. Ni siquiera Rayuela...

Era por tanto una deuda pendiente desde hacía mucho tiempo y me pareció el momento de saldarla empezando, precisamente, por el principio de su obra. "Aunque se inició en la literatura como poeta (Presencia, 1939), [Cortázar] adquirió notoriedad con su primer libro de relatos, Bestiario, cuya publicación en 1951 constituyó un acontecimiento en la vida literaria argentina".

Y entonces ha llegado el momento que tantos días llevo temiendo, el de sentarme a escribir sobre Bestiario y ser capaz de encontrar las palabras justas para expresar una opinión. Debería decir que "no me ha gustado" (la reacción más sincera), que "no lo he entendido" (esto habla de mi ignorancia o falta de sensibilidad) o que "las circunstancias para leer a Cortázar no eran las más favorables " (suena demasiado a excusa). No sé con cuál de las tres razones quedarme o si decir que es una mezcla de todas ellas, lo que quizá me parece más justo; definitivamente, voto por ello.

Si no era el momento para leerlo, digo, significa que suelo leer por las noches antes de dormir y, durante esos días, tanto el US Open de tenis -por televisión y en directo-, que me tuvo secuestrado, como el jet-lag de la vuelta, me revolvieron el sueño y las horas de descanso, y en esas circunstancias la atención sobre la lectura se evapora como el agua de las salinas. Decir que no me ha gustado y que no lo he entendido no tiene mucha vuelta de hoja, pero tampoco piense nadie que no me gustara en absoluto, y que si no lo entendí es que seguramente no supe extrar parte o toda la belleza contenida en sus páginas. 

  • Algunas frases que subrayé mientras leía:
- He cerrado tantas maletas en mi vida, me he pasado tantas horas haciendo equipajes que no llevan a ninguna parte...

- Que la vida es un movimiento hacia arriba con un click final, y que también es un cielo bajo, envolvente y oliendo a lavanda, en el fondo de un pozo tibio.

- Su boca olía despacito a menta.

- El humo era tan espeso que las caras se borroneaban más allá del centro de la pista...

- Celina seguía siempre ahí sin vernos, bebiendo el tango con toda la cara que una luz amarilla de humo desdecía y alteraba.

P.D.- Este ha sido el primer round. Supongo que debiera darme y darle a Cortázar una nueva oportunidad, empezando por releer Bestiario de una forma más sosegada, y si alguien tiene otra recomendación, la esperaré también agradecido.

11 septiembre, 2011

Apuntes IV (11 de Septiembre, 9/11)

11 de Septiembre (nine-eleven dicen los americanos). Esa es la fecha cuya sola mención es sinónimo del asombro -en seguida tornado en estupefaccón-, que todos sentimos mientras veíamos aquellas imágenes que no hemos olvidado 10 años después. La televisión nos sirvió en directo todo el horror que el ser humano es capaz de emplear contra otros seres humanos. Así lo vi yo -tras el escaparate y sin sonido-, en la pantalla plana y de alta definición de una tienda de Bang & Olufsen en Madrid.

De la estupefacción pasé a sentir una enorme tristeza; también a la pregunta de por qué y para qué servía todo aquello. Y aún no he encontrado esas respuestas. Aquel día jamás imaginé que unos años después viviría en esa ciudad gris de cenizas y dolor que veía por la televisión.

Hoy, en Nueva York, no quise ver la televisión sino salir a la calle. Acercarme al lugar de la tragedia con un cuaderno en la mano. Estas son, tal cual, las notas apresuradas que escribí:

«11 de septiembre, 2011. 10 A.M. La ciudad -quizá son cosas mías- está más en silencio que de costumbre, como si nadie quisiera romper el dolor del recuerdo. En el vagón del metro entran dos policías jóvenes en la estación de Times Square: uno de ellos es negro y en su placa plateada como de Sheriff leo su nombre: Reyes. Enfrente de mí una chica lee Animal Farm, de George Orwell y sentado a mí izquierda un hombre lee un diario chino donde aparece un titular imcomprensible sobre una fotografía de Rafa Nadal que juega estos días el US Open en Nueva York. Los dos policias también hablan de tenis. La próxima estación es Chamber St. A mi derecha una pareja de turistas jóvenes despliega un plano del metro. El silencio en el vagón sólo se rompe por los chirridos en la vía y el murmullo de voces que sale de la radio walkie-talkie del policía Reyes. Las calles que dan acceso a la Zona Cero están ya cortadas en Chamber St., y sólo se permite el acceso a los familiares de las víctimas. Me doy cuenta de que no hay nada que ver. Como yo, la gente merodea haciendo fotografías aquí y allá. Quizá todos esperemos ver o sentir algo que en realidad no sabemos lo que es, yo no lo sé. Se ven muchos policías uniformados de azul, cámaras y reporteros con su identificativo (PRESS) colgando del cuello. Hay quien vende banderas americanas (one dollar!) o quien te entrega diferentes estampas. Hasta un perturbado (?) muestra un cartel donde se lee "Fart Smeller Movement", junto a unas fotografías de bastante mal gusto. Es un día gris aunque corre una brisa fresca. Donde estoy, cerca de la entrada de la iglesia de Saint Peter -donde se dio consuelo a las víctimas y descansaban bomberos y voluntarios en los primeros momentos de la tragedia- hay un grupo que grita pidiendo la verdad sobre lo que sucedió aquel día. Y justicia: "Ten years, no justices", repiten a coro. Un hombre mayor recita imperturbable su propio speech rodeado por cámaras y micrófonos, mientras otro a su lado le increpa diciendo que la respuesta sólo la tiene Jesús, el Señor: ¡Jesus, Jesus -repite vehemente-, our Lord! Policías que hacen fotografías a otros policías. Aunque Church St. también está cortada al tráfico, al fondo se puede ver una pantalla gigante donde se escucha el recitar de los nombres de los fallecidos. Tengo la sensación de asistir en peregrinación a un lugar golpeado 10 años atrás. Escucho a un hombre voceando "American flags, American flags...". Otros reparten folletos religiosos. No hay nada que ver, no hay nada que hacer. Me marcho. Cojo el metro en Chamber St. -la línea 3 Express- hasta 72nd St. 12:00 A.M.»

La vida continúa, no se detiene. 

P.D.- La ilustración, magnífica, del número especial de la revista The New Yorker es obra de la española Ana Juan.

05 septiembre, 2011

La sorpresa de encontrarme con «Un matrimonio feliz»

Una de las últimas sorpresas en la cadena de lectura que uno construye libro a libro fue encontrarme con «Un matrimonio feliz», novela publicada por Libros del Asteroide, escrita en 2009 por el guionista y novelista norteamericano Rafael Yglesias (Nueva York, 1954). El título, pobre en mi opinión (A Happy Marriage, en su versión original), y engañoso -pareciera que lo que vas a leer es el texto dulzón y apasionado de una novela rosa, - oculta el verdadero mérito de esta deliciosa novela de 400 páginas (Premio Los Angeles Times 2009) que tiene como escenario la ciudad de Nueva York.

La sorpresa fue positiva, desde luego, y por dos razones principales. Por la valentía del escritor al tratar el tema de una "larga enfermedad" -escrito con la hondura y la belleza que sin duda ofrece una historia parcialmente autobiográfica-, y por la forma en que se estructura la narración: alternando los dos ejes de relación, principio y fin, de ese matrimonio feliz. Pero que no se me olvide, porque también es una razón muy importante: porque es una novela que conmueve, algo se revuelve dentro de ti mientras lees y no te deja indiferente cuando has terminado. A mí me pasó, y puede que les pase a muchos de quienes lo lean: reconoces el golpe de la enfermedad y la lucha de quien la sufre y de quienes le rodean.

Por eso hay dolor en esta novela, pero también humor y, por supuesto, mucho, muchísimo amor. No del rosa pero sí del auténtico; el de un matrimonio feliz: Margaret, "de ojos grandes y de un azul intenso [...] de una tersa blancura de helado de su piel con pecas [...] mezcla de ermitaño y mariposa social", y Enrique, guionista de cine perdidamente enamorado de Margaret.

Aunque no soy amigo de reproducir los textos de las cubiertas, lo hago en esta ocasión con uno de ellos porque me parece muy ilustrativo de lo que uno encuentra dentro: «La novela de Rafael Yglesias, pofunda y elegante, dolorosamente viva, trata sobre la vida, no sobre un matrimonio concreto [...] Es como un puñetazo en el estómago pero su agudeza nos obliga a mantener los ojos bien abiertos. Impresionante.» Ann Beattie.

  • Algunas frases que subrayé mientras leía:
- ... había algo sólidamente burgués en esa joven, algo adulto debajo de aquella apariencia de muchacha que le asustaba y le excitaba.

- Se hallaba en la ciudad donde había nacido, la ciudad de su infancia, la ciudad de su adolescencia, la ciudad de su ambición, y se sentía perdido.

- A lo mejor permaneceremos perdidos juntos para siempre.

- Su olor cálido y fragante perduraba en sus fosas nasales allí donde iba, una brisa de perpetua primavera en medio de la nieve fangosa de Manhattan del desabrido febrero...

- .. él había llegado no solo a necesitarla, sino a amarla más intensamente que nunca: no como un trofeo que hay que conquistar, no como un competidor a derrotar, no como un hábito demasiado continuado como para romperlo, sino como una pareja con todas las de la ley, que era piel de su piel, la cabeza de su corazón y el corazón de su alma.

P.D.- Aunque alguien piense que es un tema duro ("no estoy para leer historias tristes"), que nadie deje de leer esta novela.

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