Tuve la oportunidad hace unos días de asistir a la cena anual que celebra en Nueva York The Hispanic Society of America y, al día siguiente, a una visita para conocer su colección de arte.
"Fascinado por la cultura española cuando contaba doce años, Archer Huntington (1870-1955) empezó a estudiar español a los catorce, y a los diecinueve ya había manifestado su deseo de fundar un "museo español". Con un entusiasmo cada día mayor, Huntington se consagró a crear una institución que abarcase todos los aspectos de la cultura hispánica. En busca de ese objetivo inició su colección con libros raros y manuscritos españoles; les siguieron los objetos de artes decorativas, y finalmente las pinturas y esculturas, todo cuanto ahora llena las salas de The Hispanic Society of America".
Fue un descubrimiento ver la colección de un hombre enamorado de España a tantos kilómetros de distancia y con unos fondos realmente magníficos: Goya y su 'Retrato de la Duquesa de Alba'; El Greco y la 'Sagrada Familia'; Antonio Moro y su 'Retrato del Duque de Alba'; o las maravillosas obras de Joaquín Sorolla, cuya colección de 'Las Regiones de España' (1911-1919) recorre ahora varias ciudades españolas en espera de regresar a la sala donde se expone habitualmente en Nueva York y que actualmente se encuentra en obras de acondicionamiento.
Pero además de la impresión que me produjo la fascinación de un americano de principios del siglo XX por mi país, España, y la modestia aparente de la sede de una institución tan reputada como la Hispanic Society, fue el retrato absolutamente sorprendente de otro genial pintor del Siglo de Oro español, Diego Velázquez: 'Retrato de una niña', probablemente su nieta. Sólo su contemplación merece la visita.
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