Porque tenía ganas de volver a este autor italiano y porque me sedujo el título compré «El tiempo envejece deprisa» (Anagrama, 2010), uno de esos libros que me traje en la maleta esta pasada Navidad. Se trata de un volumen que reúne nueve relatos: "Todos los personajes de este libro parecen empeñados en confrontarse con el tiempo: el tiempo de las vicisitudes que han vivido o están viviendo y el de la memoria y la conciencia".
La propia cita que abre el libro, de un fragmento presocrático atribuido a Critias, sirve para darle título al tiempo que ofrece algunas pistas de lo que viene después:
"Persiguiendo la sombra, el tiempo envejece deprisa".
De «El tiempo envejece deprisa» me gustaron especialmente dos relatos: "Entre generales", el recuerdo de un viejo oficial húngaro que vive retirado en Nueva York, y el relato que cierra el libro, "A contratiempo", donde se nos cuenta el viaje fantástico que realiza un hombre desde Italia hasta Creta. De esta forma me quedó un buen sabor de boca cuando cerré la última página en el vuelo que me llevaba hacia Lima, sobre las nubes, probablemente con la isla de Cuba a nuestros pies.
Algunas frases que subrayé mientras leía:
Antonio Tabucchi |
- ¿Era eso pues, era el tiempo aire y ella lo había dejado exhalar por un agujerito minúsculo del que no se había percatado? Pero ¿dónde estaba el agujero?, no era capaz de verlo.
- Creo haber comprendido una cosa, que las historias son siempre más grandes que nosotros, nos ocurrieron y nosotros fuimos inconscientemente sus protagonistas, pero el verdadero protagonista de la historia que hemos vivido no somos nosotros, es la historia que hemos vivido.
- Pensó en los vientos de la vida, porque hay vientos que acompañan la vida: el céfiro suave, el viento cálido de la juventud que más tarde el maestral se encarga de refrescar, ciertos ábregos, el siroco que te abate, el viento gélido de tramontana.
- La mujer le daba la espalda, vista por detrás parecía una muchacha, estaba tendiendo unas sábanas y para llegar a las cuerdas se ponía de puntillas, con los brazos levantados hacia lo alto, como una bailarina. Llevaba un vestido de algodón estampado que dibujaba su cuerpo delgado, y estaba descalza.