Renata Salecl, filósofa y socióloga, profesora de la London School of Economics, escribe en el suplemento cultural de La Vanguardia (24/1/2007) un artículo titulado Yo S.A., del que extraigo algunos párrafos:
(...) En una época de incertidumbre radical, cuando la vida cada vez parece menos predecible y controlable y cuando el individuo se enfrenta sin cesar a nuevas ansiedades tanto en el ámbito de la vida privada como en el compromiso público, la persona es interpelada en tanto que alguien dueño de su destino. La ideología actual insiste en la idea de que los individuos disponen de posibilidades infinitas para convertirse en lo que deseen. Por ello, la subjetividad contemporánea es percibida como un flujo constante de autoinvención. El sujeto es un artista, creador de su vida. Al tiempo que el individuo se encuentra bajo una presión constante para que se autoevalúe, también es alentado para que sea flexible, se arriesgue y se convierta en lo que de verdad desea ser.
(...) Vivimos en una época dominada por el capital impaciente y en la que existe un deseo constante de resultados rápidos. Ahora bien, no sólo las compañías y los servicios financieros se enfrentan a inversiones y juicios acerca de los riesgos que pueden o no asumirse. Todo individuo debe actuar como si fuera su propia empresa. Por lo tanto, debemos considerar nuestra vida como Yo S.A.; se supone que debemos tener un plan de objetivos en la vida, pensar en inversiones a largo plazo, ser flexibles y reestructurar la empresa vital, así como correr los riesgos necesarios con el fin de incrementar los beneficios.
(...) Al tiempo que se nos alienta a trabajar sin tregua en nuestro cuerpo por medio del ejercicio extenuante, la dieta y la cirugía plástica, también se supone que debemos actuar sobre nuestra vida interior, sobre las emociones, los afectos y las relaciones. No recuerdo que la generación de mis padres hablara alguna vez de la necesidad de trabajar en uno mismo. Nuestros progenitores vivieron una vida que no tuvo mucho que ver con la idea de realización personal y mucho más con la idea de seguir cierta senda que seguía todo el mundo. Hace sólo un par de décadas, el transcurrir de una vida típica era mucho más sencilla que hoy. La típica vida de clase media parecía consistir en trabajar, educar a los hijos, ahorrar para que pudieran ir a la universidad, cuidar de padres mayores y, de vez en cuando, divertirse con viajes y vacaciones.
(...) En una época de incertidumbre radical, cuando la vida cada vez parece menos predecible y controlable y cuando el individuo se enfrenta sin cesar a nuevas ansiedades tanto en el ámbito de la vida privada como en el compromiso público, la persona es interpelada en tanto que alguien dueño de su destino. La ideología actual insiste en la idea de que los individuos disponen de posibilidades infinitas para convertirse en lo que deseen. Por ello, la subjetividad contemporánea es percibida como un flujo constante de autoinvención. El sujeto es un artista, creador de su vida. Al tiempo que el individuo se encuentra bajo una presión constante para que se autoevalúe, también es alentado para que sea flexible, se arriesgue y se convierta en lo que de verdad desea ser.
(...) Vivimos en una época dominada por el capital impaciente y en la que existe un deseo constante de resultados rápidos. Ahora bien, no sólo las compañías y los servicios financieros se enfrentan a inversiones y juicios acerca de los riesgos que pueden o no asumirse. Todo individuo debe actuar como si fuera su propia empresa. Por lo tanto, debemos considerar nuestra vida como Yo S.A.; se supone que debemos tener un plan de objetivos en la vida, pensar en inversiones a largo plazo, ser flexibles y reestructurar la empresa vital, así como correr los riesgos necesarios con el fin de incrementar los beneficios.
(...) Al tiempo que se nos alienta a trabajar sin tregua en nuestro cuerpo por medio del ejercicio extenuante, la dieta y la cirugía plástica, también se supone que debemos actuar sobre nuestra vida interior, sobre las emociones, los afectos y las relaciones. No recuerdo que la generación de mis padres hablara alguna vez de la necesidad de trabajar en uno mismo. Nuestros progenitores vivieron una vida que no tuvo mucho que ver con la idea de realización personal y mucho más con la idea de seguir cierta senda que seguía todo el mundo. Hace sólo un par de décadas, el transcurrir de una vida típica era mucho más sencilla que hoy. La típica vida de clase media parecía consistir en trabajar, educar a los hijos, ahorrar para que pudieran ir a la universidad, cuidar de padres mayores y, de vez en cuando, divertirse con viajes y vacaciones.
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También al respecto leo lo que escribe Germán Gullón en ABC de las Artes y las Letras (8/3/2007) en una crítica a 'Esta historia' el libro del autor italiano Alessandro Baricco (1959):
(...) dicho en los términos más cercanos a Baricco, vivir no supone simplemente esquivar con inteligencia los posibles daños que nos pueden causar una actuación directa, sino actuar guiados por la conciencia de nuestro deber y del destino. Vivir supone tener un proyecto personal y actuar movido por el deseo de cumplirlo.
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