Fue ayer, tras un verano insólito para mudar la casa, la morada y la piel rumbo al oeste -a la otra orilla del Atlántico-, al oeste también de la ciudad (Upper West Side), cuando volví a la lectura de ese libro cuyo comienzo dejé en el post anterior.
Y aquí es donde empecé a leer, mediada la página 182:
"Casi al final del verano, Marta tenía pocos meses. Mi mujer le daba el pecho. Marta cerraba los ojos y era inocente. Yo me quedaba al otro lado de la cocina, viéndolas. Casi al final del verano, yo vivía, estaba completamente vivo, pero mi corazón estaba separado de mí, daba el pecho y era inocente, al otro lado de la cocina".
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