El propio edificio, en la Quinta Avenida y construido en 1914 con reminiscencias de la arquitectura europea del siglo XVIII, es otra joya digna de admiración. Como curiosidad, Henry Clay Frick dejó dicho en sus últimas voluntades que ninguno de sus cuadros abandonara nunca sus salas, es decir, nada de préstamos, y as ha ocurrido salvo con alguna de las obras adquiridas posteriormente a su muerte. Sobre la chimenea, en la biblioteca, se puede ver el retrato del propio Frick, un imponente y bien parecido magnate industrial del acero.
Cuando nos despedimos de Frick el frio seguia barriendo la Quinta Avenida y diciembre se colaba en Central Park.
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