Decir que cada vez se escribe menos a mano es una tremenda obviedad. Pero por otra parte también han desaparecido las teclas de la máquina de escribir y hasta las teclas de los "smartphones" con sus "touch-screen". Todo ha cambiado muy deprisa pero, con teclas o sin ellas, el resultado es que nos hemos convertido en analfabetos manuales.
Cuando tenemos que escribir una pequeña nota parece que no nos sale la letra, que algo falla en el cerebro que no envía las órdenes adecuadas a nuestra mano, que duda sobre cómo deslizar el boligrafo o el lápiz sobre el papel. ¿Y cuándo fue la última carta que escribimos a mano? Yo creo que fue en la mili, pero eso fue hace -uf...- muchos años, incluso en el siglo pasado.
Y la caligrafía es el arte de escribir bien. También los que tenemos cierta edad hemos rellenado interminables cuadernos de caligrafía 'Rubio' tratando de domar la letra, que empezábamos con aquello de "mi mamá me mima". Bueno, era laborioso, pero tampoco suponía ninguna tortura.
Todo esto viene al hilo de una reseña de un libro que vi en The Wall Street Journal: 'Script and Scribble - The rise and fall of handwriting' de Kitty Burns Florey (Melville House, 190 págs. $22.95), un texto sobre los orígenes y la historia de la escritura, así como de diferentes métodos de enseñanza, sobre todo en Estados Unidos. Quién escribe la reseña, Cullen Murphy, dice lo siguiente:
"Does bad handwriting matter? In some ways, maybe not. Like everyone else, I tap away on a keyboard for 99% of all written communications. But nothing can replace the inmediacy an intimacy of words produced by a unique human hand". Y añade: "When Ronald Reagan decided to tell the world abut his battle with Alzheimer's, he wrote out his open letter with a fountain pen".
La propia autora, Ms. Florey, a propósito de la enseñanza de la escritura en estos tiempos, señala que "What would seem to make very good sense is to teach children a pleasantly legible handwriting that would also be fast". ¿Y por qué no? A mí me parece buena idea. Pero difícil: los niños van hoy con sus "laptops" a clase.
Lo que también me ha llamado la atención en el artículo es que al parecer fue el humanista italiano Poggio Bracciolini el introductor, hace 600 años, de lo que hoy conocemos como letra itálica. Y lo más curioso de todo es que yo conozco a varios Poggio.
La reflexión de la autora de 'Script and Scribble' se puede leer aquí: Preface: A Handwritten Life.
2 comentarios:
Estudié caligrafía durate algún tiempo como ramificación del diseño gráfico. Aprendí que uno de los objetivos de los calígrafos clásicos era, no sólo embellecer sino lentificar la lectura para aumentar la comprensión. Algún pedagogo tendría que decir algo sobre la falta de horas de entrenamiento en la coordinación ojo-mano (en este caso ojo-mano-palabra, o sea cosa que se compone de significante y significado), y por aquí podríamos perdernos preguntándonos por qué tantos chavales escriben casi exclusivamente en mayúsculas y otras cuestiones de no fácil respuesta.
Podría parecerme interesante reivindicar la caligrafía como un arte y desde luego en su momento lo fue, pero no como algo que mejora la lectura ni la escritura.
Miguel, Leer o escribir nada tienen que ver con esa coordinación psicomotriz, como lo atestiguan personajes como Stephen Hawking, por citar un ejemplo.
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