¿Por qué -me pregunto- un libro que ha sido calificado como obra maestra, la “gran novela americana del siglo XXI”, se publica con un diseño de portada tan poco atractivo?
Me refiero a
‘Freedom’ (Farrar Straus Giroux, 2010), la cuarta novela de
Jonathan Franzen (Western Springs, 1959), a quién algunos ya consideran merecedor del título de Gran Novelista Americano. Entre otros, la revista
Time, que situó su fotografía en portada, algo reservado hasta ahora únicamente a autores de la talla de James Joyce, John Updike, Toni Morrison, Vladimir Navokov, J.D. Slinger y Tom Wolfe.
Estoy hablando de continente y contenido y, por lo tanto, alguien puede pensar que lo realmente importante es lo que Franzen ha escrito. Es cierto, pero eso es un juicio sobre el autor, y no sobre el libro que, al final, es un objeto que se vende y cuesta dinero. ¿No se cuida al máximo el diseño del envase de un perfume o de una caja de bombones? ¿No se aprecia mejor el vino -el contenido- en una copa de cristal que en un vaso de plástico?
La belleza exterior de las cosas –como de las personas- y por tanto también de los libros, ayuda a valorar lo que hay dentro de ellas. Insisto, ya sean cosas, personas o libros. En todos los casos, el grado de belleza que les adjudiquemos siempre será subjetivo, por supuesto. Pero igual que está admitido generalmente que se viste mejor y hay gente más elegante en Italia que en otras partes del mundo, lo mismo se puede decir de los libros, que se editan mejor en España o en Europa que en los Estados Unidos.
No creo que una de las mejores novelas de toda la literatura americana –un libro literario- merezca publicarse en una edición tan poco cuidada y con una portada tan fea. No lo merece sino que desmerece la calidad de las casi 600 páginas de su interior.
Quizá la clave haya que buscarla en el deseo del editor de aplicar a la obra de Frazen, las técnicas comerciales del Best-Seller. A este respecto dice Muñoz Molina, como ya comentaba en
otra entrada de este mismo blog, que el libro literario
"es incompatible con el ecosistema de las grandes superficies. Desaparecen las librerías independientes y las grandes editoriales alquilan espacios en las Barnes & Noble de turno, donde los libros son cada vez más grandes y de colores más llamativos, como los papagayos".
La estética de Freedom me recuerda a una obra de ciencia ficción (las letras del título parecen retroceder en el tiempo), a un manual de ornitología o de Twitter (por el pájaro azul) o a un cartel de cine anunciando 'En el estanque dorado' (por el lago y la luz crepuscular).
No sé si he dejado claro que no me gusta la portada de Freedom. Lo puedo decir otra vez pero no quiero resultar pesado. Y sin embargo, por supuesto que me gustaría leer esta gran novela americana; sólo confío en que cuando se traduzca al español la edición y la portada estén a la altura de su calidad literaria. No tienen que ser condiciones incompatibles.
Y me pregunto finalmente: ¿Le gustará a Jonathan Franzen la portada que la editorial ha elegido para su novela? ¿Le habrán preguntado su opinión antes de imprimir el libro?
Franzen y su novela han estado últimamente en la picota de los medios de comunicación, ya no sólo y fundamentalmente por la unanimidad sobre su calidad literaria, sino por otras circunstancias entorno a su publicación. Entre ellas, los errores de impresión que incluía la primera edición británica -que no se correspondía con la versión final del texto- o el robo en directo de sus peculiares gafas, aparentemente por unos gamberros, durante la fiesta de presentación del libro en Londres.
- Una novela para la era Obama, artículo de Eduardo Lago para El País aquí.
- Freedom, reseña en The New York Times aquí.