Igual que todos los veranos tienen su canción, para mí todos los veranos también tienen su libro. Mi libro de este verano, el que reservo para leer durante las vacaciones, donde saborear la lectura sin prisa y en otro espacio distinto al habitual, ha sido «1Q84» (libros 1 y 2) (Tusquets Editores, 2011), de Haruki Murakami. Desde hace tiempo lo esperaba con cierta impaciencia y, por lo tanto, con mayor ansiedad, sobre todo cuando te enfrentas a más de setecientas páginas.
Bueno, todo esto está muy bien, dirás, pero «¿Qué tal?, ¿te ha gustado la novela?», a lo que yo te respondo de esta manera: «Me ha gustado porque es un 'Murakami', pero no es el mejor 'Murakami' que he leído». No sé si se nota algo (¿mucho?) un tinte de decepción en la respuesta. Ya lo he comentado alguna vez; sucede como en el cine, cuanto más premios y elogios recibe una película, más empeño pone uno en ir a verla, y luego, cuando sales y no te ha gustado tanto, el batacazo parece mayor. Algo así me ha sucedido con 1Q84.
Pero sí, me ha gustado. He disfrutado leyendo al Murakami de los personajes (Aomame, Tengo o Fukaeri) y situaciones -el sexo siempre presente en segundo plano- marca de la casa, tratando de descifrar el engranaje que arma y anima toda la novela. Pero hasta ahí -durante más de dos tercios de la novela-, hasta que su autor desvela las incógnitas en una forma que a mí, personalmente, no me gustó. Descubrí entonces un Murakami más "comercial", o quizá debería decir más infantil o cinematográfico, como si buscara en la resolución de la trama -una extraña combinación de Matrix y Walt Disney- la justificación de su continuación. Un paso (en falso) que lo aleja de la altura de Tokio Blues o de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Ojalá que en la última parte (libro 3) que falta por publicar la decepción se torne otra vez en entusiasmo.
- Algunas frases que subrayé mientras leía:
- ...tenía una manera de hablar estrafalaria, le gustaba el vino blanco y poseía unas bellas facciones, de las que perturban el corazón de la gente.
- Un gato grande entornaba los ojos y se calentaba al sol en un charco de luz sobre el tejado.
- En algún momento, el mundo que conozco ha desaparecido o se ha marchado y un mundo diferente lo ha sustituido. Igual que un cambio de agujas en las vías del tren.
- El tiempo se detuvo y el mundo llegó a su fin. La tierra dejó poco a poco de rotar y todos los sonidos y las luces se extinguieron.
«Realidad A y Realidad B», artículo escrito por Haruki Murakami procedente de "The New York Times"
P.D.- De este libro me quedará el recuerdo imborrable del olor de la higuera que, a mi lado, me acompañaba mientras leía por las tardes. Siempre será "aquel verano de 1Q84".