Pestañas

26 septiembre, 2011

«Hoy, Júpiter», la penúltima joya de Luis Landero

Fue en el escaparate de una pequeña librería de Béjar (Salamanca) donde este verano me topé literalmente  con esta novela, «Hoy, Júpiter» (Tusquets Editores, 2007), de Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948). Entré y compré aquella novela, la única que tenía el librero, la del escaparate. También compré por impulso en VIPS de la calle O'Donnell, de Madrid, su primera novela «Juegos de la edad tardía», hace ya la friolera de nueve años, sin conocer absolutamente nada sobre él, simplemente porque me llamó la atención que en la faja del libro se leía "Premio Nacional de Narrativa". Desde entonces me enamoré de este autor -del que después leí «Caballeros de fortuna»-, y desde entonces también conservaba las ganas de seguir leyéndolo hasta que el destino y la lista de los recados de este verano me hicieron pasar por delante de aquella librería.

Ha sido sólo ahora cuando he descubierto que la novela fue escrita después de un silencio de cinco años y que, tras ella, publicó en 2009 su última novela hasta ahora, «Retrato de un hombre inmaduro». Por eso me parece que Landero es un escritor fuera del circuito literario, probablemente por eso poco conocido, pero que sin embargo escribe con la paciencia y la precisión del orfebre que cada cierto tiempo -alejado de cualquier moda o influencia comercial- crea una pieza digna de admiración.

«Hoy, Júpiter» es, por tanto, la penúltima joya de Luis Landero que he leído (lo empecé un 11 de septiembre) con las mismas ganas e ilusión que brinda una amistad recuperada, y así he vuelto a disfrutar de la inconfundible narrativa de su autor, de su forma de escribir -de una hondura literaria- que a mí me apabulla, y de sus historias y personajes -grises y de hombres comunes- pero absolutamente reales al mismo tiempo.

La novela nos cuenta las vidas, aparentemente ajenas, de Dámaso Méndez y Tomás Montejo -marcadas una por el odio y la otra por el amor-, hasta que "los destinos de Dámaso y Tomás se cruzan para urdir un desenlace compartido". Por eso mismo la novela crece también en intensidad conforme avanza la peripecia de cada cual, hasta un punto en que uno no puede dejar de leer -como si de una novela policiaca se tratara- esperando a la resolución de tantos equívocos y tanto misterio.

Landero -profesor de literatura- es, además, un maestro del lenguaje, lo que me permitió descubrir un puñado de nuevas palabras como: zahareña, feraz, jayán, agarbado, zancajo, rebatiña, arranchar, senara o galbana, cuyos significados fui consultando en el diccionario de la Real Academia Española.

  • Algunas frases que subrayé mientras leía:
- La vida es sólo un soplo y un sueño, los años te atropellan, las edades vuelan, los imperios se desmoronan, cuando quieres darte cuenta hoy es ya mañana y mañana fue ayer.

- Estaba inmóvil, llevaba un vestido liviano de florecitas silvestres y el viento le movía el cabello y a veces le apuraba el viento el vestido y se lo ceñía tanto a la figura que por momentos parecía desnudarla.

- ..., y las plegarias se le hacían flanes en los labios.

- Hojas nuevas, senderos frescos de arena, rumor de frondas, temblorosas geometrías de sol bajo los árboles. Y el alto cielo azul.

Luis Landero
- Y una noche danzaré desnudo a la luz de la luna para celebrar mis esponsales con la soledad.

- ..., ni nadie venía a recordarle que el presente era sólo un tiempo de trámite hacia el porvenir y que uno no es tanto lo que es como lo que llegará a ser, un proyecto en marcha, un puñado esparcido de simiente, y la promesa de un futuro feraz.

- Y pasó el tiempo y vinieron las lluvias, las nieblas frías, el humo azul en los tejados, el olor a lumbre de leña y las noches hondas y cerradas, tan gustosas y largas de dormir.

- Fue por entonces cuando se aficionó a los libros y a la soledad. [...] al fin se animaba a abrir una novela y a aliviar sus pesares con la relación de los ajenos.

- Y así, a veces recordamos por ejemplo lo que sentimos ante un atardecer hace muchos años, pero no recordamos nada de aquel atardecer. Nada. Todo ha desaparecido menos la emoción. 

- Pero la memoria no hace pie en ese caudal de años anónimos, en esa escombrera de tiempo donde apenas hay hechos singulares que le den un sentido o una continuidad.

- Sobre el asfalto encendido de estelas luminosas por el reflejo de los neones de color sigue cayendo y cayendo la lluvia...

- -Te quiero -dice de pronto Teresa, la boca entreabierta, los ojos brillantes, como empapados de la misma lluvia que cae en la oscuridad de la calle desierta, más hermosa que nunca,...

- Sintió la humillación como algo físico. Un dardo en el costado, un vacío glacial en el estómago, un entristecimiento súbito de la carne y el alma.

  • Entrevista con Luis Landero sobre «Hoy, Júpiter» en Youtube

P.D.- Disfruté tanto, tanto... leyendo a Landero que no tardaré mucho -espero- en volver a hacerlo. Probablemente será su última joya, «Retrato de un hombre inmaduro». 

19 septiembre, 2011

«Bestiario», primer encuentro con Cortázar

La primera lectura tras el verano ha sido «Bestiario» (RBA Editores, 1993, colección Narrativa actual), de Julio Cortázar. Un librito que encontré y compré por tres euros en el puesto de la calle de un café-librería de Majadahonda (Madrid) justo el día antes de regresar a Nueva York. Lo digo casi en voz baja porque me da un poco de vergüenza: no había leído a Cortázar hasta ahora. Ni siquiera Rayuela...

Era por tanto una deuda pendiente desde hacía mucho tiempo y me pareció el momento de saldarla empezando, precisamente, por el principio de su obra. "Aunque se inició en la literatura como poeta (Presencia, 1939), [Cortázar] adquirió notoriedad con su primer libro de relatos, Bestiario, cuya publicación en 1951 constituyó un acontecimiento en la vida literaria argentina".

Y entonces ha llegado el momento que tantos días llevo temiendo, el de sentarme a escribir sobre Bestiario y ser capaz de encontrar las palabras justas para expresar una opinión. Debería decir que "no me ha gustado" (la reacción más sincera), que "no lo he entendido" (esto habla de mi ignorancia o falta de sensibilidad) o que "las circunstancias para leer a Cortázar no eran las más favorables " (suena demasiado a excusa). No sé con cuál de las tres razones quedarme o si decir que es una mezcla de todas ellas, lo que quizá me parece más justo; definitivamente, voto por ello.

Si no era el momento para leerlo, digo, significa que suelo leer por las noches antes de dormir y, durante esos días, tanto el US Open de tenis -por televisión y en directo-, que me tuvo secuestrado, como el jet-lag de la vuelta, me revolvieron el sueño y las horas de descanso, y en esas circunstancias la atención sobre la lectura se evapora como el agua de las salinas. Decir que no me ha gustado y que no lo he entendido no tiene mucha vuelta de hoja, pero tampoco piense nadie que no me gustara en absoluto, y que si no lo entendí es que seguramente no supe extrar parte o toda la belleza contenida en sus páginas. 

  • Algunas frases que subrayé mientras leía:
- He cerrado tantas maletas en mi vida, me he pasado tantas horas haciendo equipajes que no llevan a ninguna parte...

- Que la vida es un movimiento hacia arriba con un click final, y que también es un cielo bajo, envolvente y oliendo a lavanda, en el fondo de un pozo tibio.

- Su boca olía despacito a menta.

- El humo era tan espeso que las caras se borroneaban más allá del centro de la pista...

- Celina seguía siempre ahí sin vernos, bebiendo el tango con toda la cara que una luz amarilla de humo desdecía y alteraba.

P.D.- Este ha sido el primer round. Supongo que debiera darme y darle a Cortázar una nueva oportunidad, empezando por releer Bestiario de una forma más sosegada, y si alguien tiene otra recomendación, la esperaré también agradecido.

11 septiembre, 2011

Apuntes IV (11 de Septiembre, 9/11)

11 de Septiembre (nine-eleven dicen los americanos). Esa es la fecha cuya sola mención es sinónimo del asombro -en seguida tornado en estupefaccón-, que todos sentimos mientras veíamos aquellas imágenes que no hemos olvidado 10 años después. La televisión nos sirvió en directo todo el horror que el ser humano es capaz de emplear contra otros seres humanos. Así lo vi yo -tras el escaparate y sin sonido-, en la pantalla plana y de alta definición de una tienda de Bang & Olufsen en Madrid.

De la estupefacción pasé a sentir una enorme tristeza; también a la pregunta de por qué y para qué servía todo aquello. Y aún no he encontrado esas respuestas. Aquel día jamás imaginé que unos años después viviría en esa ciudad gris de cenizas y dolor que veía por la televisión.

Hoy, en Nueva York, no quise ver la televisión sino salir a la calle. Acercarme al lugar de la tragedia con un cuaderno en la mano. Estas son, tal cual, las notas apresuradas que escribí:

«11 de septiembre, 2011. 10 A.M. La ciudad -quizá son cosas mías- está más en silencio que de costumbre, como si nadie quisiera romper el dolor del recuerdo. En el vagón del metro entran dos policías jóvenes en la estación de Times Square: uno de ellos es negro y en su placa plateada como de Sheriff leo su nombre: Reyes. Enfrente de mí una chica lee Animal Farm, de George Orwell y sentado a mí izquierda un hombre lee un diario chino donde aparece un titular imcomprensible sobre una fotografía de Rafa Nadal que juega estos días el US Open en Nueva York. Los dos policias también hablan de tenis. La próxima estación es Chamber St. A mi derecha una pareja de turistas jóvenes despliega un plano del metro. El silencio en el vagón sólo se rompe por los chirridos en la vía y el murmullo de voces que sale de la radio walkie-talkie del policía Reyes. Las calles que dan acceso a la Zona Cero están ya cortadas en Chamber St., y sólo se permite el acceso a los familiares de las víctimas. Me doy cuenta de que no hay nada que ver. Como yo, la gente merodea haciendo fotografías aquí y allá. Quizá todos esperemos ver o sentir algo que en realidad no sabemos lo que es, yo no lo sé. Se ven muchos policías uniformados de azul, cámaras y reporteros con su identificativo (PRESS) colgando del cuello. Hay quien vende banderas americanas (one dollar!) o quien te entrega diferentes estampas. Hasta un perturbado (?) muestra un cartel donde se lee "Fart Smeller Movement", junto a unas fotografías de bastante mal gusto. Es un día gris aunque corre una brisa fresca. Donde estoy, cerca de la entrada de la iglesia de Saint Peter -donde se dio consuelo a las víctimas y descansaban bomberos y voluntarios en los primeros momentos de la tragedia- hay un grupo que grita pidiendo la verdad sobre lo que sucedió aquel día. Y justicia: "Ten years, no justices", repiten a coro. Un hombre mayor recita imperturbable su propio speech rodeado por cámaras y micrófonos, mientras otro a su lado le increpa diciendo que la respuesta sólo la tiene Jesús, el Señor: ¡Jesus, Jesus -repite vehemente-, our Lord! Policías que hacen fotografías a otros policías. Aunque Church St. también está cortada al tráfico, al fondo se puede ver una pantalla gigante donde se escucha el recitar de los nombres de los fallecidos. Tengo la sensación de asistir en peregrinación a un lugar golpeado 10 años atrás. Escucho a un hombre voceando "American flags, American flags...". Otros reparten folletos religiosos. No hay nada que ver, no hay nada que hacer. Me marcho. Cojo el metro en Chamber St. -la línea 3 Express- hasta 72nd St. 12:00 A.M.»

La vida continúa, no se detiene. 

P.D.- La ilustración, magnífica, del número especial de la revista The New Yorker es obra de la española Ana Juan.

05 septiembre, 2011

La sorpresa de encontrarme con «Un matrimonio feliz»

Una de las últimas sorpresas en la cadena de lectura que uno construye libro a libro fue encontrarme con «Un matrimonio feliz», novela publicada por Libros del Asteroide, escrita en 2009 por el guionista y novelista norteamericano Rafael Yglesias (Nueva York, 1954). El título, pobre en mi opinión (A Happy Marriage, en su versión original), y engañoso -pareciera que lo que vas a leer es el texto dulzón y apasionado de una novela rosa, - oculta el verdadero mérito de esta deliciosa novela de 400 páginas (Premio Los Angeles Times 2009) que tiene como escenario la ciudad de Nueva York.

La sorpresa fue positiva, desde luego, y por dos razones principales. Por la valentía del escritor al tratar el tema de una "larga enfermedad" -escrito con la hondura y la belleza que sin duda ofrece una historia parcialmente autobiográfica-, y por la forma en que se estructura la narración: alternando los dos ejes de relación, principio y fin, de ese matrimonio feliz. Pero que no se me olvide, porque también es una razón muy importante: porque es una novela que conmueve, algo se revuelve dentro de ti mientras lees y no te deja indiferente cuando has terminado. A mí me pasó, y puede que les pase a muchos de quienes lo lean: reconoces el golpe de la enfermedad y la lucha de quien la sufre y de quienes le rodean.

Por eso hay dolor en esta novela, pero también humor y, por supuesto, mucho, muchísimo amor. No del rosa pero sí del auténtico; el de un matrimonio feliz: Margaret, "de ojos grandes y de un azul intenso [...] de una tersa blancura de helado de su piel con pecas [...] mezcla de ermitaño y mariposa social", y Enrique, guionista de cine perdidamente enamorado de Margaret.

Aunque no soy amigo de reproducir los textos de las cubiertas, lo hago en esta ocasión con uno de ellos porque me parece muy ilustrativo de lo que uno encuentra dentro: «La novela de Rafael Yglesias, pofunda y elegante, dolorosamente viva, trata sobre la vida, no sobre un matrimonio concreto [...] Es como un puñetazo en el estómago pero su agudeza nos obliga a mantener los ojos bien abiertos. Impresionante.» Ann Beattie.

  • Algunas frases que subrayé mientras leía:
- ... había algo sólidamente burgués en esa joven, algo adulto debajo de aquella apariencia de muchacha que le asustaba y le excitaba.

- Se hallaba en la ciudad donde había nacido, la ciudad de su infancia, la ciudad de su adolescencia, la ciudad de su ambición, y se sentía perdido.

- A lo mejor permaneceremos perdidos juntos para siempre.

- Su olor cálido y fragante perduraba en sus fosas nasales allí donde iba, una brisa de perpetua primavera en medio de la nieve fangosa de Manhattan del desabrido febrero...

- .. él había llegado no solo a necesitarla, sino a amarla más intensamente que nunca: no como un trofeo que hay que conquistar, no como un competidor a derrotar, no como un hábito demasiado continuado como para romperlo, sino como una pareja con todas las de la ley, que era piel de su piel, la cabeza de su corazón y el corazón de su alma.

P.D.- Aunque alguien piense que es un tema duro ("no estoy para leer historias tristes"), que nadie deje de leer esta novela.

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