"Los catadores de vino expertos suelen hablar del retrogusto que dejan en la boca, al fondo del paladar, algunos vinos de superior añada. También a los buenos lectores los mejores libros nos dejan en la memoria y la imaginación un retrogusto de personajes, situaciones y metáforas que merecen paladeo cautivado e incluso rumia. Decimos, cuando un libro nos gusta, que lo hemos leído “lamentando que fuera a acabarse”. Pero esas obras en realidad nunca se acaban: vuelven y se revuelven en nosotros, se mezclan con los delicados residuos dejados por otras, se combinan y transforman…. Sin decir adiós del todo".
Esto es lo que dice Fernando Savater al comienzo de su crítica en Babelia a ’Vidas paralelas’ (Edit. Belacqua. Barcelona, 2008), un ensayo de Javier Mina. No puede estar mejor traida esa comparación para expresar la sensación que deja en algún rincón del cerebro y del corazón, el gusto por la buena literatura. Un buen libro, acompañado de un buen vino, es algo para gozar intensamente. Y hay algunos libros que, como los buenos vinos, sin duda también mejoran en nuestra memoria con el paso del tiempo.
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