Compro libros en las librerías de esta ciudad, entre las estanterías abarrotadas sorteando los pies de quienes se refugian en la lectura gratuita y placentera sobre la moqueta verde oscuro. Leo los libros de la biblioteca pública, palabras prestadas que luego me duele devolver. Compro libros desde el teclado del ordenador que llegan a casa en su cofre de cartón. Recojo también los libros que otros abandonan en la calle, en el frío de las aceras y en los cubos de basura para reciclar.
Pero cuando no encuentro, o la lengua de los libros o los autores que espero es la mía, entonces, cruzo el Atlántico con los títulos apuntados en la memoria de mi teléfono móvil -más segura que la mía- en el apartado que dice BOOKS.
Al regreso, acomodado en mi butaca y con el seatbelt abrochado, apenas el rugir de los motores se suaviza y los edificios en tierra se pierden en el trazado de un mapa enorme y distante, busco la primera página y anoto con mi lápiz Grav Von Faber Castell, de capuchón plateado, la fecha y el número de vuelo: <
Sobre el Atlántico, volviendo atrás en el tiempo (seis horas separan el reloj entre Madrid y Nueva York) devoro las páginas con la historia de Adam Walker y Margot, tan reales como la sonrisa de la azafata que me ofrece algo de beber a 20.000 pies de altura.
"En cuanto a Margot, permanecía quieta sin mover un músculo, mirando al vacío, como si la misión principal de su vida fuer la de parecer aburrida. Pero interesante, muy atractiva para mis veinte años, con su pelo negro, suéter negro de cuello vuelto, minifalda negra, botas de cuero negro, y espeso maquillaje oscuro en torno a sus grandes ojos verdes. No era una beldad, quizá, sino una representación de la belleza, como si encarnara algún ideal femenino de la época con su apariencia de estudiado estilo".
Vuelo hacia Nueva York, donde vive el autor, la ciudad donde habitan Walker y Margot, una ciudad "que a ella le parecía sucia y deprimente". "Un apartamento de dos habitaciones en un edificio de la calle Ciento siete Oeste, entre Broadway y Amsterdam Avenue" y "en un edificio de Morningside Drive, al término de la calle Ciento dieciséis". Lugares que puedo imaginar, que ahora puedo reconocer y pasear. Donde ahora viven otros walkers y otras margots esperando entrelazar sus vidas.
Llego cansado y dejo "Invisible" sobre la mesilla de mi dormitorio.