<< Dice Anselmo que lo mejor de una hembra es que esté en la cocina, cuide de los hijos y, en la cama -aquí baja la voz y guiña el ojo izquierdo con esfuerzo-, se deje hacer y no hable demasiado. Lo dice arropado por la humareda de los cigarrillos y sujetando el cuerpo en la barra donde Mario, que se conoce la historia, rellena de vino los vasos de los parroquianos. Es la misma ceremonia de todos los viernes, piensa Mario, al que le gustaría estar lejos de allí, respirando el aire salado del mar y escuchar el rumor de las olas.
Ahora cuando llegue a casa me meto en la cama y empieza la fiesta, continúa Anselmo. Me gustaría invitaros pero creo que no hay sitio para todos. Y ríe la ocurrencia mientras ve cómo brillan los ojos de sus compadres, igual de bebidos que él. A un gesto de uno de ellos Mario sirve otra ronda y retira un cenicero lleno de colillas. Llevan en el bar más de una hora, desde que se cerró la nave. Se reúnen en el bar de Mario para olvidarse del trabajo de toda la semana y hablar de lo que les venga en gana. Empiezan hablando en voz queda, arrastrando el cansancio de la jornada, pero enseguida el vino les calienta la sangre y la cabeza, una bruma como de cristales empañados les cubre los ojos, y terminan a voces quitándose la palabra unos a otros.
Que la mujer se deje hacer y no hable demasiado lo dice Anselmo para provocar. Ellos no conocen a Rosa. No saben que es una mujer que les haría darse la vuelta para mirarla en la calle. Tampoco saben en realidad de qué habla, porque aunque algunos están casados la mayoría en la cuadrilla son jovenzuelos que todavía no han conocido mujer. Pero Anselmo sí sabe que son hombres como él y que, por el solo hecho de serlo, todo se revuelve dentro de ellos, y así ha sido desde el principio de los tiempos, cuando se habla de mujeres. Hembras, como dice Anselmo. Eva fue la primera hembra por la que Adán perdió la cabeza y el paraíso. Pero es que -razona Anselmo entre la nube de humo y alcohol que le ciega el entendimiento- la tentación era tan grande que merecía echar todo aquello a perder, cualquier cosa que fuera el paraíso, una inmensa playa de arena fina y blanca, llena de fruta, en la que no hubiera que trabajar. Sin una mujer, aquello no podía ser en realidad el paraíso >>.
© Javier García
6 comentarios:
Sigue..
Me gusta, adelante quisiera saber mas!
Va ha inventar la literatura democràtica?, Va a variar sus pensamientos-razonamientos e inspiraciones por lo que pensemos o digamos?. Sinceramente no me imagino a ningún escritor haciendo un referemdum previo a la salida de su novela, sin ir más lejos a Don Ernesto Hemingway ante su repique de campanas.
No he leido ese adelanto que nos presenta, me parece algo impúdico adentrarme en el acto valiente de desnudarse ante una hoja en blanco.
Si un día, ójala, tiene las galeradas de esa ilusión,no dude que tendré sumo placer en leerlo.
Animo no lo dude, escriba.
No es mi intención inventar nada ni provocar un referendum. Si ha servido simplemente para conocer su opinión me doy por satisfecho. Ojalá pueda compartir algún día esas mis galeradas. Y gracias por el ánimo, que lo necesitaré.
Hasta pronto.
Sigue con ello, Javier. A mi me ha gustado ...
Un saludo,
Gracias Astrid. Me alegro de que te gustara. Seguiré. Un saludo!
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