Aunque Gonzalo es veterinario de profesión, su pasión por la escritura comenzó hace unos años cuando para escapar de una situación laboral complicada, conjurar los problemas y liberar las tensiones que lo atenazaban, decidió escribir un libro. Lo dijo y lo hizo, aunque para ello tuviera que levantarse a hurtadillas a las cinco de la mañana para poder escribir. El resultado fue La cuarta alianza (2005), un thriller histórico cuyo manuscrito compartió con algunos amigos lleno de ilusión y con el que se probó así mismo como escritor. Después vinieron El secreto de la logia (2007) y su gran éxito hasta ahora, El sanador de caballos (2008), la novela con la que ha conseguido captar la atención de miles de lectores. El jinete del silencio es, por tanto, su cuarta novela. Y para mí, la mejor.
En estas dos últimas obras Gonzalo ha sabido crear la fórmula perfecta para mezclar vocación y profesión con la pasión por los caballos y por la historia, y eso, sin duda, le ha dado alas a la hora de escribir. No sólo porque le ha dado una temática que domina y le distingue (alguien podría decir que ha encontrado su "nicho") sino porque además le ha ayudado -es una opinión personal- a mejorar y madurar su técnica como escritor. Es curioso como habiendo leído sus cuatro novelas se puede observar claramente esa progresión.
Gonzalo Giner es una gran narrador, un gran contador de historias, un gran inventor de tramas y subtramas que van tejiendo un relato que contiene todos los elementos para cautivar a los lectores: aventura, pasión, amor, traición, todo ello situado en un contexto histórico reconocible, y que destila -puede que ahí resida la clave de su éxito- un sentimiento especial de emoción. Él mismo lo explica:
«Cada vez que escribo una novela de ficción, uno de mis principales empeños consiste en captar el interés del lector, pero sobre todo despertar sus emociones; el más difícil pero a la vez apasionante reto. Me sirvo para ello de una historia humana, más o menos salpicada de aventuras, drama o humor, añado un contenido histórico que por uno u otro motivo ha conseguido seducirme, y desde ese momento intento compartir su resultado con quien se asome a estas páginas. Unas veces se convierte en fondo del relato, y otras en el eje vertebral de la narración.»
Sobre el argumento no desvelaré nada; para eso hay que leer la novela, sin duda una lectura muy entretenida para las largas tardes de verano.
P.D.- Leí El jinete del silencio a caballo -nunca mejor dicho- entre la versión en papel y la versión digital en un iPad, probablemente en una proporción de 30-70. Como es un libro voluminoso eso me permitió llevarlo conmigo y disfrutar de su lectura en algunos paseos por Central Park, por el margen del río Hudson e incluso en los trayectos en metro entre las estaciones de 72nd Street y Grand Central.