«Ventanas de Manhattan» (Seix Barral, 2004), de
Antonio Muñoz Molina (
@amunozmolina), un libro que no es de ficción, nos presenta una ciudad absolutamente real envuelta sin embargo por los mismos mimbres que utiliza la ficción para crear una auténtica obra literaria.
Lo más especial de esta lectura ha sido la emoción de reconocer lugares, situaciones y personajes de la ciudad en la que ahora vivo, confirmando y saboreando muchas de las sustancias que Muñoz Molina ha extraído del ADN de Manhattan. Por ejemplo, el continuo rumor de la ciudad, las dificultades con el idioma, los contrastes tan marcados, los malos modales de los funcionarios de Inmigración, el cielo limpio tan semejante al de Madrid, las cucarachas grandes y rubias, la indiferencia de vecinos y ocupantes de ascensor, los mercadillos de la calle o las basuras ocupando las aceras. También el relato directo del 11 de septiembre de 2001, el Barrio Chino, los museos y clubes de jazz o el paso de las estaciones en Central Park.
En la forma en que está escrito el relato, pareciera que Muñoz Molina -además de escritor- adoptara un oficio distinto mezcla de muchos otros: pintor, cartógrafo, entomólogo, geógrafo, explorador urbano, psicólogo, fotógrafo y cirujano que es capaz de dibujar, trazar, reproducir, diseccionar y recomponer, clasificar y analizar paisajes, monumentos, edificios, sucesos, personajes y seres humanos que pueblan el principal barrio de Nueva York para, después, verter al papel el resultado de toda esa cuidada investigación. Y no precisamente en forma de guía turística o ni siquiera de un buen reportaje periodístico sino en un género de no ficción-literaria -si es que tal cosa existe- donde, además, el escritor se convierte en un protagonista más del relato y de la propia ciudad.
Cómo trabaja y con qué herramientas, nos los cuenta el propio autor:
"Vivo, aunque sólo sea transitoriamente, como un literato antiguo de provincias, como un cesante o un funcionario absentista que se sienta a media mañana en el café, adonde traigo conmigo los instrumentos livianos de mi oficio, las pocas cosas elementales que necesito, un cuaderno y un rotulador, y nada más".
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Antonio Muñoz Molina |
El escritor recorre la ciudad andando, zarandeado por la lluvia o sobrecogido por el viento helado que dobla las esquinas y ruge furioso por las calles:
"La caminata es una forma de conocimiento y una manera de vivir, un ejercicio permanente de aproximación y lejanía". Además, la mirada de Muñoz Molina es hasta tal punto certera que uno -cuando vive aquí- se ve reconocido en muchas situaciones: "Hay días en los que resulta grato ser un forastero en estas calles, tan liviano de identidad como de equipaje, y otros días de lluvia contumaz y vengativa en los que uno siente sobre sí, igual que la humedad que le sube por la espalda, todo el peso de la extrañeza, el tamaño de esta ciudad ahora en blanco y negro en la que no es nadie y el del país ajeno al que no pertenecerá nunca".
Es un libro que he leído con verdadero deleite, con el placer del ánimo que inevitablemente se siente al redescubrir Manhattan desde Manhattan, con el añadido de la maravillosa prosa de Muñoz Molina. Un libro que gustará más a los que ya conocen bien la ciudad pero también a aquellos que quieran conocer por primera vez un Manhattan distinto al repetido tantas veces por el cine y las series de televisión.
- Otras frases que subrayé mientras leía:
- "Miro y escribo. Me gustaría que la mano avanzara sola y automática para que los ojos no se apartaran ni un segundo del espectáculo que alimenta la inteligencia y la escritura".
- "En Nueva York el trásito de la belleza a la desolación sucede siempre expeditivamente, como si el principal universal de máxima eficiencia hubiera aconsejado la supresión de gradaciones intermedias".
- "El arte enseña a mirar: a mirar el arte y a mirar con ojos más atentos el mundo".
- "Así quisiera yo retratar sobre el papel de este cuaderno la cara de alguien con quien acabo de cruzarme o un tono de color en el cielo, pero escribir es una carrera contra el tiempo en la que uno siempre queda rezagado y acaba vencido".
- "Estar viendo y no mirar es un arte supremo en esta ciudad que desafía tan incesantemente a la mirada".